Todas las críticas que los partidarios del Estado hacen al movimiento libertario se basan en tergiversaciones de las ideas y posturas anarquistas. Una de las referidas tergiversaciones, quizá la más utilizada, consiste en la afirmación de que los anarquistas están contra cualquier forma de organización; otra es la afirmación de que los anarquistas son defensores de una libertad absoluta.
En sus campañas denigratorias del anarquismo, los autoritarios son ayudados por ciertos grupos denominados autónomos e informales, cuyos miembros manifiestan estar de acuerdo en gran parte con aquello que los medios de comunicación de masas transmiten sobre el anarquismo. Por ello, resulta importante que todas las personas interesadas por la cuestión social sepan distinguir al movimiento libertario organizado y revolucionario de ciertas payasadas protagonizadas por grupos informales, constituidos por elementos irresponsables y antisociales. Por no poseer ninguna regla, estas agrupaciones pseudoanarquistas acaban por ser dirigidas por comités centrales informales, o por auténticos caciques, y se convierten en vulnerables a las infiltraciones de confidentes de la policía y de otros individuos totalmente ajenos al combate anarquista. La ausencia, en los denominados medios de comunicación social, de noticias relativas a la práctica y propaganda del anarquismo organizado y revolucionario, junto al hecho de que los medios libertarios contrarios a la organización sean un objeto mediático, muestran muy a las claras a quien temen las fuerzas capitalistas y quienes les hacen el juego.
Contrariamente a lo que afirman los autoritarios, los libertarios (incluidos los anarquistas individualistas) son asociativos, son defensores de la organización. La democracia representativa o burguesa y los diferentes fascismos, formas de organización social en las que los productores no intervienen directamente en la defensa de sus intereses, siendo sustituidos por sus representantes, elegidos o no, los anarquistas oponen el federalismo, una unión por el libre acuerdo que prescinde totalmente de tutores, intermediarios y representantes de cualquier género. A la organización social construida de arriba para abajo, centralizada, sancionada o no por el sufragio universal, los anarquistas oponen una organización descentralizada y coordinada, construida de abajo hacia arriba por medio de la acción directa de los trabajadores y sus asociaciones naturales (por ejemplo, los sindicatos). Al Estado y al desorden capitalista los anarquistas oponen la unión federativa, una unión solidaria construida por medio de pactos libres, de comunas (o municipios) locales, libres, igualitarias, autónomas y de economía integrada. Contrariamente a lo que sucede por ejemplo en las sociedades democráticas, en las que los ciudadanos comunes pasan a los profesionales de la política una especie de cheques en blanco (las papeletas de voto), en las que son los representantes del pueblo quienes elaboran las reglas en las que se basa la vida social, en un medio social inspirado en los principios anarquistas, cualquier individuo puede y debe intervenir directamente en la solución de sus problemas y en la defensa de sus intereses particulares. Los acuerdos en los que se ha de basar la vida social no son obra de especialistas.
Los anarquistas son los únicos que, en el ámbito organizativo (y no solamente) tienen posturas y prácticas antiteológicas, antirreligiosas. Los anarquistas, que defienden efectivamente la libertad individual, luchan por un medio social que jubile a los supremos arquitectos, celestes o terrestres. A las pseudoórdenes impuestas, a las sociedades cimentadas en el principio religioso de la autoridad y, consecuentemente, en la desigualdad social, los anarquistas oponen el único orden posible, un orden basado en la igualdad social y en convergencias de intereses individuales, expresados libre y directamente por los propios individuos.
La organización específicamente anarquista es una unión federativa de grupos de afinidad. Lo que asegura el carácter antijerárquico y libre de los grupos que constituyen las federaciones anarquistas es el principio asociativo basado en la afinidad. Es también la afinidad lo que convierte a los grupos anarquistas en invulnerables a las infiltraciones del enemigo. La coordinación y conjunción de esfuerzos, de las que una federación anarquista es modelo, se basan únicamente en pactos o acuerdos libres, elaborados en asambleas de delegados de los grupos federados. En una federación anarquista, nadie está obligado a hacer aquello con lo que no está de acuerdo. En las federaciones anarquistas no existen órganos separados de los grupos con funciones de carácter deliberativo o ejecutivo, sino únicamente comisiones de relaciones o de correspondencia. La función relacionadora es encargada, rotativamente y por tiempo limitado, a uno de los grupos de la federación. El cargo es revocable en todo momento. A través de la aplicación del principio de revocabilidad, del de rotación en la atribución de funciones y del de no acumulación de tareas, aparte de otras medidas como la creación de un órgano central sin funciones directivas ni ejecutivas (la comisión de relaciones), se impide que surja, de hecho, un centro directivo formal o informal en la organización anarquista.
En su actividad organizativa, como en otros ámbitos de su práctica, los anarquistas elaboran reglas en forma de acuerdos libres y toman determinadas medidas prácticas, teniendo como objetivo impedir que las tendencias autoritarias, existentes en todos los seres humanos, se manifiesten y desarrollen. Los anarquistas no ignoran las limitaciones e imperfecciones humanas. Sobre esto deberían meditar todos los jóvenes que, aun denominándose anarquistas, no actúan de acuerdo con los principios organizativos del anarquismo.
Aparte de ser de hecho defensores de la organización y asociativos, los anarquistas no defienden, obviamente, libertades "absolutas". Los anarquistas son por definición anti-absolutistas, es decir, enemigos de todas las manifestaciones del espíritu teológico. Los anarquistas no entienden la libertad como una mera abstracción. La libertad individual que preconizan es la libertad de individuos que poseen derechos y deberes sociales. Los anarquistas luchan por condiciones sociales que permitan a cada ser humano concreto ser libre, afirmar su propia personalidad y desarrollar plenamente sus facultades físicas, mentales y éticas. Esto constituye la esencia de la lucha por la libertad de los anarquistas.
Si bien defienden que cada individuo humano debe vivir de acuerdo consigo mismo, no obedeciendo más que a su propia conciencia y sin pretender violar la voluntad de los demás, los anarquistas defienden también que cualquier persona debe cargar con las consecuencias de sus propios actos. Los anarquistas defienden no sólo la libertad del individuo humano, sino también el principio de responsabilidad individual. Para afrontar los actos anti-sociales y contra-revolucionarios los anarquistas preconizan el recurso a la autodefensa, lo que constituye una aplicación del método de la acción directa. Oponiéndose a la existencia de órganos especializados en el mantenimiento del orden, los anarquistas defienden que sean los propios productores quienes aseguren, por medio de sus asociaciones naturales, su propia defensa. En las comunas anarquistas compete a las milicias de trabajadores, constituidas por las federaciones locales de sindicatos revolucionarios, impedir que actos anti-sociales y contra-revolucionarios hagan peligrar la obra revolucionaria y liberadora. En un medio social anarquista no existe división entre trabajo y política, entre economía y defensa ni las restantes divisiones inherentes al sistema autoritario-capitalista. El desorden reinante en la sociedad capitalista, provocado en gran medida por el crimen organizado, actividad en la que participan destacados elementos de los grupos capitalistas dominantes y del aparato estatal, prueba claramente que los anarquistas tienen razón. Es impensable un desorden de estas características en el seno de las comunas anarquistas.