El cielo está de luto y una tempestad que se repite. Los caranchos nos devoran y la muerte rondando siempre, siempre, siempre.
En esta hora grave, trágica, la vida me hiere en sus fauces féretras y hediondas. Y sobre un silencio insobornable clavo mi pluma para romper con las mordazas. Con los guantes rotos, de agallas las ampollas y una mochila de silencios e incertidumbres, trato de dar vuelta este conjuro, porque para los desheredados la noche no termina nunca. Armada más de coraje que de acero, con rabia en el corazón venceré los dolores para arder sobre las cenizas en este cementerio.
El fuego de los caídos me incendia como una hoguera y me pregunto -te pregunto- ¿Cómo carajos vamos a ensuciar esos cuerpos negociando por centavos políticos?
¡No! ¡Ya no más esta paz infame!
Orillando el precipicio mi voluntad erigida allí. En mi piel siento alisios reptar y en las plantas de los pies un fuego visceral gestándose desde mis entrañas con el cual podría derretir el imperio glacial del orden burgués capitalista. Aquí estoy como siempre, en mi puesto de combate. ¡De aquí no me voy! ¡No! ¡No callaré ni cerraré los ojos cuando los buitres desgarren mis entrañas! En mi aliento los gritos de mis compañeros, su empuje valeroso y su gallardía romperán este silencio atroz que inunda el aire.
La helada niebla desciende sobre los corazones descalzos que huyen de las balas y las melodías del viento, como fantasmas inquietos, agitan los espíritus rebeldes en un estado de excepción permanente donde todo tipo de diálogo es inexistente.
En esta aciaga noche sin luna la verdad no quiere morir y combate con fuerzas. ¡Ya no más esta paz infame!
El terror y los ríos de sangre inundan la ciudad. Tumbas sin nombre plagan los suelos, la orbe apaleada y un silencio tenebroso. Un puño despótico ahogándonos hasta el fondo, ojos huecos poblados de avaricia, desiertos espirituales, fúnebres festines, bélicas quimeras, vaho sangriento, melodías funestas de la maquinaria asesina. Los perros asesinos y sedientos lamen hasta el sudor del sol. Manos criminales de usureros, tribunales infames custodiados por fusiles, lanzan cizaña, mentiras, placebos, gases, cuando no las bayonetas. La matanza no es más que una trampa para el pueblo espectador. Allí entre los gruñidos y aullidos de los chacales, los buitres, escorpiones y serpientes, hay un monstruo más malvado que sueña con trepar por los andamios. Él destruiría todo de un zarpazo, se tragaría el mundo de un bocado. Tú lo conoces no seas hipócrita.
¡No! ¡Ya no más esta paz infame!
Algunos escuchan el relato de los dolores humanos como si fueran fábulas. Eligen revolcarse en la inmundicia, hunden sus narices en la indolencia más profunda, cierran los ojos ante la aberrante carnicería y lamiendo las botas del esbirro se ahogan en sus propios desperdicios engullendo con cinismo crónico un silencio cómplice, ruin y traidor. Huérfanos de valores, ante una avalancha de negaciones y mentiras, ocultan a los desaparecidos y se tragan las noticias falsas de la prensa vil y rastrera. Y otra vez la misma pesadilla de ayer reproduciendo los patrones de un pasado insondable. Nunca practiques el silencio de la renuncia voluntaria. Johann Most señalaba que - "Quien haya reconocido la villanía de las condiciones actuales, tiene el deber de levantar la voz para exponerlas.”- Mirar para otro lado, ser neutral ante las injusticias, no te hace tan diferente a tus verdugos o a quienes a tu lado aspiran a pisarte la cabeza. Todos intereses egoístas y vanos.
Quienes despiertan son la pesadilla de quienes aún duermen y nuestro aliento de libertad, como un viento fresco e impetuoso, soplará a través de los muros de esta madre selva de cemento para perturbarles el sueño. Brotaremos de entre las grietas gritando de dolor, pero con las fuerzas de los que ya no están, por las libertades de los que habrán por llegar.
¡Ya no más esta paz infame!
¡Ay no te dejes arrastrar por viles engaños! Los excesos de la tiranía lastiman a todos. Cuando levantan el yugo que agobiaba al buey inmediatamente después matan al buey. Siempre burlados los de abajo, siempre gananciosos los de arriba. La casta parasitaria de políticos y empresarios solo busca salvar su pellejo, seguir hinchando sus cuentas bancarias y salir beneficiada en este macabro juego de aniquilación.
La autoridad ha recibido un golpe de muerte y su prestigio se desmorona. ¡Proletario, no seas carne de cañón de algunas clases directoras, toma la posición activa entre tus manos en pos de tu propio bienestar! ¡No puede haber paz mientras exista la desigualdad!
Los que miramos las cosas con empatía y estudiando de los hechos sus causas, sentímonos lastimados en lo más hondo de nuestro ser. Es ese sentir humano el que ha de llevarnos a unir nuestras fuerzas en esta lucha – lucha que nos impone este sistema caníbal- para acabar de una vez y para siempre con la inicua contribución de sangre.
Derramar la sangre de los nuestros para cambiar tan sólo los artículos de algunas leyes o para llevar al poder a alguna otra marioneta del despotismo es un crimen intolerable. La sangre derramada ha de ser fecunda ¡tiene que serlo! Lo verdadero fluye como el río y como rojas flores de fuego abonarán la tierra para los días venideros.
¡No! ¡Ya no más esta paz infame!
Luzca el sol o esté negro el cielo, seguiremos adelante. (A)
Cori Piccirilli