Tormentas de fuego
La sangre vibra intensamente en las venas cuando el misterio de la noche se hace presente. Masticando la rabia dibujo un sueño a pedacitos, corro libre con el viento y me enciendo aferrada a ese ardor rebelde arraigado en mi alma. Soy fuego en el fuego, entre la pira ardiente de mis ideas corrosivas, los bríos que bullen en mi sangre, el fuego de las barricadas y los incendios que hoy nos impone la despótica burguesía. Soy fuego en el fuego, para gritar por todos aquellos a quienes les robaron el aliento, el pan duro a manotazos que duele en las tripas, los rostros del hambre e ilusiones que se estrellan en la nada, la vida del ecosistema depredada.
En medio del burdel político y el calor tórrido, me estremezco de dolor ante las carcajadas de un dios complacido, traficantes de la muerte, matanzas, matarifes, mataderos. Saqueadores del planeta. Mercenarios engordados a sangre y sudor del laborioso pueblo. Y mientras dura el vendaval, al vilo, mis pensamientos van abriéndose camino anticipándose a todo aquello que ni yo misma sabía que tenía ovillado en algún rincón del alma. ¿Dónde andarás?, ¿en qué esquina te habrá agarrado la lluvia?, ¿habrá un trozo de pan en tu mesa?, ¿recordarás la oscuridad de la que al fin sobrevivimos? No es justo que los déspotas sigan arriando al asalariado por unos centavos. ¡No es justo el veneno y la sangre con la que durante tanto tiempo la tierra han regado!
La vida bajo el Capital es una vida explotada en un sueño de democracia mentirosa en el que las cartas están trucadas, marcadas por las grandes corporaciones, una herida antigua que sueña con amputarse a sí misma desde la comodidad aterciopelada de tronos de juguete. Apenas un montón de indolentes muñecas semianalfabetas anquilosadas en los escaparates de la virtualidad, arropadas bajo un frío manto de quimeras que les hace creer que son libres, destilando -con ceremonia implacable- ponzoña sobre la carne lacerada, respuestas equívocas, vacías, insulsas.
La memoria, la sed de justa justicia, bebe la rabia. ¿Cómo gritar una verdad que grita por todos lados cuando el silencio mortuorio corta el aire frente al reflejo opaco de los espejos en que se miran ciegos anestesiados?
Y yo, que no sé ser de otra manera, indomable, afilo el puñal y arremeto para romper con toda esta vana obediencia. Me resarzo de entre las ruinas y me abro paso entre cenizas de infinitas guerras. Y atravieso el umbral sin mirar atrás, sin temor a emboscadas de burgueses y sicarios, aferrada al sueño libertario, el de la libertad del proletariado. Construyo barricadas al borde del lenguaje, un pequeño tropel de tinta, pólvora y agallas, para que el vulgo sienta la fuerza que acelera el pulso rebelde y se quiten de encima el yugo que los subyuga. La horda estalla en la sangre de los nadie. Los desposeídos amasan multitudes de pan y protestas que me crecen por los poros como soles gestando un incendio que se aviva con el viento.
Confieso desde las entrañas, jadeando desde los bajos suburbios, los sicarios están tan lejos humanamente de nosotros como el frío gatillo que acarician. Pues no, no somos santos, tampoco bandidos, somos simplemente humanos; ustedes viles bestias sedientas de sangre al servicio del capital nunca lo comprenderán. Es su insana injustica la que atiza las brasas en mis heridas. Las llamas, rojas y negras, palpitantes de la revuelta son lenguas de fuego en mi aliento; y el grito proletario de justa justicia y libertad un trágico drama burgués en la primera plana de la prensa canalla y rastrera. ¡Nuestro fuego les quemará hasta los ojos! ¡Paciencia!
El aire caliente tropieza con mi cara, calcina mi epidermis, un viento que me consume la piel para sorber despacio el tuétano de mis huesos. Los funestos han encendido el incinerador con nosotros dentro. El contacto con el aire mefítico marea, la tierra hirviendo bajo el sol y el fuego parte la cabeza. Y aquí estamos, víctimas de la perversidad, contemplando un desolador paisaje. Los ríos negros de alquitrán, con el que han inundado las ciudades, como presagiando algo se agazapan en las equinas oscuras, se escurren, cobran viscosa vida, aprisionan los pasos, volviéndolos lentos, pesados, aletargados. En esa calle adoquinada que es la vida, a la vuelta de la esquina nos embiste una implacable guerra.
Oscuras nubes se elevan de pantanosos abismos donde el más villano todos los monstruos abre sus ardientes y sangrientas fauces para devorarnos. Mordiéndonos los talones como un perro abandonado y vagabundo al que nadie nunca acarició, preténdese convertirnos en instrumentos del servilismo bestial.
Miro a mi alrededor y sólo oigo el canto de los grillos amándose en las grietas de la gleba y el zumbido de los insectos llena el aire del verano.
Carroñeros sobrevuelan los cielos y en sus garras cuelgan restos de entrañas frescas. Entonces emerge lo no dicho desde el crujir de la tierra que se cuece bajo depravados incendios forestales y se parte bajo mis pies desnudos. La hierba quemada y todo lo que lleva el nombre de la tierra y el olor del rocío y las venas de los árboles en carne viva y las aves huyendo despavoridas cuando saben que se pierde todo lo que se tiene gritan una dolorosa verdad imposible de ser silenciada.
Desde las tierras dominadas por el estado chileno la Corporación Nacional Forestal indicó que en lo que va de año 2021 se ha quemado una superficie de 28.723 hectáreas, comparadas con las 6.013 hectáreas del año 2020. Actualmente, al menos 8 provincias de la región argentina se ven afectadas por incendios que permanecen activos e incontrolables. Con una pérdida de ecosistemas invaluables y vidas humanas. En Argentina solo en 2020 los incendios forestales reportados quemaron más de un millón de hectáreas en distintas provincias, el 95 % de ellos producidos por la acción humana y en un contexto de sequía prolongada.
En Argentina se arrasaron en un año 115.000 hectáreas (Santiago del Estero, Jujuy, Salta, Formosa y Chaco).
Y en en 2021 se incendiaron en Argentina más de 300 mil hectáreas.
El "progreso", su progreso, que nada construye tampoco sustenta la continuidad de la vida.
Las políticas públicas se rigen bajo el modelo impuesto por la agro-mafia y el extractivismo. Todo absolutismo se establece exclusivista sobre normas rígidas; por eso precisamente bajo el manto mentiroso del “desarrollo y empleo” ha de presentarse su verdadero rostro, el del enemigo implacable de todo desenvolvimiento social. Detrás de toda idea absoluta asoma la mueca del inquisidor y del verdugo de inconformistas y rebeldes. Aplastando a sus desheredados con una opresión terrible y llevándolos a un estado lamentable de despotismo violento. El ecocidio es paulatino y sin pausa, proyectos mineros o de hidrocarburos, trigo HB4 o megafactorías de cerdos, deforestación indiscriminada, el sangrar de los salares, la entrega del mar a grandes multinacionales, explotaciones offshore –ultramar– , regalías petroleras... La lista es interminable.
Mascullo entre dientes, tarde o temprano el veneno volará sobre sus cabezas, habitará en sus alimentos, invadirá sus venas, secará las ciénagas donde los gusanos proliferan. Eso no discrimina. -Bella justicia divina- Cuando la clase trabajadora finalmente se levante decidida sacudiéndose el yugo que la aprisiona y empuñe las armas para borrar las fronteras que nos inventaron, los capitalistas no querrán ser encontrados en ninguna parte. Pero la Pachamama es sabia, las detonaciones están gestándose desde sus entrañas.
El Estado apoya por interés propio las demandas del Capital y sus CEOS. Y, en innumerables ocasiones, le allana el camino con dictados burocráticos e innumerables disposiciones legales, clausulas trampa o de gatillo y demás; o simplemente mirando hacia otro lado cuando la industria viola las leyes, viola la tierra, la desangra o cuando asfixia y oprime al pueblo laborioso.
El crecimiento desmedido de las oligarquías y los monopolios a costa de viles guerras, que lo llenan todo de sangre y de ruinas, deja al descubierto que el poder, los Estados y el sistema son uno de los obstáculos más insuperables para cambiar este tan lamentable estado de cosas. - El anarquismo es único camino viable que puede conducir del aire mefítico de las condiciones actuales al aire libre. -
Malvados genocidas decidieron convertir la tierra en un infernal cementerio y bajo nuestras sepulturas enterraron su conciencia.
El discurso del poder sólo es un discurso para el mismo poder y su casta parasitaria. Palabras y más palabras, palabras de promesas insustanciales bajo un manto mentiroso – pues bien, miles de masacrados, los de hoy, ayer y antes de ayer; millones de niños famélicos y en la pobreza extrema desconocen de tiempos y rituales institucionales. Poco importa si uno baja el pulgar y quien mata es siempre otro que espera, lejos y oculto, esperando la oportunidad de la faena. Asesinos agazapados tras las sombras de sus delitos, son una sola cosa con la noche que imparten y la oscuridad con la que nos envuelven. De la patria y sus parásitos de turno no cabe esperar más que libertades abstractas, las libertades auténticas serán fruto de una lucha de clases llevada hasta sus últimas consecuencias.
-No hago más que citar un par de verdades -
Yo hablo demasiado francamente, demasiado visceral, demasiado radical para los indolentes. Nunca callaré ante el mundo burgués; pero yendo aún más allá, nunca callaré ante nadie. ¡No! ni ante los guardianes de la idea que prefieren la "pose" y “guardar las apariencias”. Como decía nuestra bella compañera Emma Goldman: “Nunca callaré. Puede que me arresten, me procesen y me metan en la cárcel, pero nunca me callaré; nunca asentiré o me someteré a la autoridad, nunca haré las paces con este sistema…” Aquello que callas te socava y a mi esa bulimia, ese deseo imperante de gritar la verdad me quema por dentro, como se necesita comer cuando se tiene hambre, como se necesita beber cuando se tiene sed. Odas obscenas en la ventana de cráneo me poseen. Una voz que no sale de la garganta sino desde el puro centro de mis tripas, con el mismo dolor e intensidad con la que chilla un pequeño cerdo indefenso a medio degollar.
¿Es que acaso no lo ven? ¡Nos desuellan! Y los borregos se revuelcan en un mar de desechos e inmundicias.
¡Es necesario llegar hasta el final, es necesario descubrir la raíz desnuda del mal! ¡Amputarla!
Cual fiel hija del viento cuyas borrascas fogosas alcanzan los 120 kilómetros por hora, ardo, ardo en carne viva, soy una pira que no se consume durante días. Nietzsche decía que debemos estar preparados para arder en nuestro propio fuego. Y parada sobre las ruinas, ignífuga, doy el salto vertiginosamente sobre la hoguera para combatir ese fuego vetusto que los saqueadores del todo han ido dejando a su paso.
¿Que si tengo miedo? ¡claro!, pero me lo aguanto. Acerada ante el dolor, enfrentando toda fatalidad, mordiéndome los labios, heroica, me voy sacando las espinas de las plantas de los pies. Las cadenas de la realidad infligen a cada instante mi carne, pero yo sigo siendo libremente mía y borro entorno mío las fronteras que me han dibujado para abrir los ojos ante los demonios y darles pelea. Y me siento orgullosa de mis heridas, de toda la sangre que he derramado para seguir teniendo el cuerpo lleno de sangre ardiente, bullendo y regenerándose con la osadía con que lo hacen los brotes nuevos sobre los troncos de los árboles quemados, talados, desgarrados, desguazados, que de claudicar no saben.
Quizá por todo eso - y por lo que falta gritar desde las venas- custodio el sueño, invado territorios en plena siesta, apunto a las conciencias serviles, dinamito estatismos, imperios y coronas, le declaro la guerra a este sistema. Yo, una millonaria desposeída, que sin poseer absolutamente nada espero del futuro absolutamente todo, porque estoy viva y llena de cosas por dentro. Sí, tan sólo un par de átomos sueltos proyectando una idea en llamas. Sí, todo lo que cabe en un pedazo de vida. Sí, pequeñas semillas, tormentas de fuego, hortelanas de caminos gestando pequeños y ordinarios milagros. – La simplicidad de las semillas; pequeñas, blindadas, sin aparente interés; es única. En ellas late con fuerza la grandeza y la fragilidad de la vida-.
Y….¡Abracadabra! Envía tu fuego hasta el final.
Haré mías las palabras de Voltairine de Cleyre “Mientras tanto, hasta este despertar mundial, la guerra continuará como hasta hoy, a pesar de toda la histeria que puedan manifestar las gentes bien intencionadas que no entienden la vida y sus necesidades; a pesar de todas las vacilaciones de las tímidas dirigencias; a pesar de todas las venganzas reaccionarias que se ejecuten; a pesar de todo el capital que le sacan los políticos a la situación. Continuará porque la Vida exige vivir, y la Propiedad le niega su libertad de vivir; y la Vida no se someterá."
Es tiempo ya, ¡que se propague la llama plebeya! (A)
Cori Piccirilli