
Texto que forma parte del  capítulo octavo de la segunda parte del libro El proletariado  militante de Anselmo Lorenzo, sobre  una reunión en Barcelona, para refundar la Internacional en España tras la  expulsión de Bakunin, y su experiencia con el sentimiento nacional de los  catalanes (incluyendo a todos los demás sentimientos nacionales  populistas)
La reunión se celebró en el salón de un café de la calle del  Parlamento. Acudió numerosa representación, la mayoría simulada y falsa, puesto  que se averiguó que había representantes de sociedades que no existían, y aunque  no pudo celebrarse la conferencia intentada a causa de las numerosas protestas,  los promovedores del acto consiguieron en parte su objeto: la división de los  trabajadores en dos tendencias opuestas y la manifestación de existencia de un  núcleo para la continuación de su obra, mayor que lo que habían  presumido.
En los trabajos a que dio lugar aquel episodio me tocó una  buena parte; y aun la circunstancia de ser castellano, como llaman generalmente  los catalanes a todo español, que no ha nacido en Cataluña, sirvió para acentuar  el carácter anti-internacional del regionalismo o patriotismo de campanario que  animaba a aquellos trabajadores, ya que en el odio que mi contrariedad a sus  propósitos les producía mi intervención, se mezclaba la antipatía que sentían  por ser forastero.
Creo rendir tributo a la verdad exponiendo a este propósito  un pensamiento que manifesté al director de El Liberal, de Barcelona,  publicado en 13 de abril de 1905:
Hay no pocos  jóvenes que valdrían mucho si no hubieran nacido en Cataluña, porque refrenando  su inteligencia, habrían llegado a las cumbres del ideal, sin empequeñecerla con  el idioma catalán, la frontera catalana y el odio a Castilla. Muchos de esos  jóvenes son anarquistas, superhombres, necios que no sirven para nada; el  catalanismo les inutiliza para la vida intelectual. Hay muchos trabajadores que  se llaman anarquistas por moda; muchos desequilibrados que se lo dicen y sólo  son perturbadores.
Y si entre la juventud burguesa existe esa plaga, no está  enteramente exenta de ella la proletaria. De ello podría aducir pruebas  presentando algún dato en demostración de que en algunos casos mis compañeros  anarquistas catalanes me han manifestado que no olvidaban que yo había nacido al  otro lado del Ebro.
No insistiré sobre el asunto, pero ahí queda al apunte como  dato para la historia que seguramente apoyarían muchos castellanos residentes en  Cataluña.
Las circunstancias excepcionales en que se hallaba el  proletariado español a consecuencia de la reacción dominante por la  restauración, hicieron imposible el funcionamiento de la Federación Regional tal  como quedó reformada por el Congreso de 1874.