Los tiempos que corren en la actualidad son verdaderamente convulsos, imprecisos, y sobre todo agotadores. Se agota la paciencia del pueblo, de aquella clase oprimida y trabajadora que inició un viaje onírico hacia la maravillosa “clase media”, la nueva burguesía que aspiraba a lograr los niveles sociales de la aristocracia y las más altas esferas del poder. Y también se agotan los derechos y las libertades, se agota la comida, la atención médica, los logros de la clase obrera... se agota incluso el papel higiénico en los centros escolares.
Frente esta dramática situación, el movimiento anarquista tanto ibérico como internacionalista tiene que ofrecer claramente su alternativa revolucionaria en el pueblo. No somos “ciudadanistas”, no defendemos las instituciones del estado, ni las políticas, ni las educativas ni las sanitarias, tampoco luchamos por unas pensiones dignas otorgadas por la sido cual Salomón bíblico que pretende impartir justicia en nombre de su dios, en el caso del estado, el capitalismo. Todos los conflictos actuales, las reformas laborales y del código penal, las reformas educativas y sanitarias, las privatizaciones, el peligro de la continuidad de las pensiones, la prohibición del aborto, etc. Todos, repetimos, encuentran su solución definitiva bajo un único concepto, bajo una única idea, bajo una única acción: la Anarquía.
La Anarquía es la única solución posible y definitiva a todos los problemas de las sociedades actuales, los orígenes de los cuales no son nada distintos a los de los problemas de las sociedades de los siglos XX, XIX o XVII: el Poder y el Estado, sea cual sea su forma y color. Y el sindicalismo revolucionario de la CNT es una herramienta que permite en el pueblo organizarse y estructurarse para enfrentarse a los procesos revolucionarios que nos conducirán hacia esta Anarquía.
Como anarquistas, como sindicalistas, y como revolucionarios y revolucionarias, tenemos que ser conscientes de la inmensa importancia de la Anarquía para la salvación de la humanidad y para una existencia y convivencia armoniosas e igualitarias. Y esta conciencia de necesidad es aquello que debemos compartir con el pueblo, trasladárselo desde nuestros corazones y desde nuestras acciones, no desde las oratorias vanas y vacías.
¿Defensa de los derechos sociales nacidos de un imaginario “estado de bienestar”? ¿Defensa de unas pensiones, de una educación o sanidad “públicas” ofrecidas y gestionadas por los estados? ¿Demanda de rectificaciones sobre leyes promulgadas por el Estado, como la prohibición del aborto o la ley de seguridad ciudadana? Rotundamente... ¡NO! Como solución final de hasta el último conflicto existente en la humanidad... ¡Defendamos la ANARQUÍA!
Editorial de "La Safor Llibertària" nº 4, marzo 2014