viernes, 4 de marzo de 2022

Confederación Nacional del Trabajo (AIT): 8M. Ni amas ni esclavas: Anarcofeministas siempre






Como cada 8 de marzo, desde la Confederación Nacional del Trabajo (AIT) nos posicionamos incondicionalmente con las luchas anarcofeministas, que pugnan por la emancipación de las mujeres y de todos los cuerpos, y por la abolición de toda forma de poder y autoridad. Como cada 8 de marzo, reivindicamos esta fecha como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Del mismo modo que sucede con el Primero de Mayo, histórica fecha internacional para las clases trabajadoras e institucionalmente reconocida como “Día del Trabajo”, el 8 de Marzo fue convenientemente declarado por la ONU “Día Internacional de la Mujer” en 1975. El despojo de toda una memoria de lucha por parte de la institución está siendo completamente exitoso e incluso en ambas fechas se ha conseguido banalizar la huelga y vaciarla de significado. Así como el Primero de Mayo ha sido convertido en un día festivo y primaveral, también el 8 de Marzo va en camino de transformarse en fecha de celebración y de reconocimiento de las lógicas institucionales y jerárquicas que nosotres repudiamos. Y aquello no es más que una evidencia palpable de cómo el poder y las instituciones estatales absorben las luchas revolucionarias para utilizarlas a su conveniencia y desarticularlas. Cómplices de ello son organizaciones que se dicen obreristas y sindicalistas, así como feministas, pero no son otra cosa que organismos subvencionados que responden a los intereses del Estado capitalista y patriarcal.

Nosotres, desde la CNT-AIT, nos oponemos de manera frontal a aquellos feminismos cuyas reivindicaciones interclasistas pasan por reconocer las jerarquías que nos imponen los estados, el capital y el patriarcado. Nos oponemos a las organizaciones que, lejos de destruir el conjunto de las estructuras de poder que oprimen a los seres humanos, luchan para que las mujeres y las disidencias puedan ser tan poderosas como siempre lo han sido los hombres.

Las mujeres somos un colectivo diverso y complejo y nos vemos atravesadas no sólo por las jerarquías clasistas, sino también por las raciales y coloniales, así como por otras diferencias estructurales de poder, violencias que nos posicionan aún más en los márgenes de este sistema. Un sistema deshumanizante que nos precariza, nos invisibiliza, que penaliza nuestras experiencias de vida, que nos marca y posiciona siempre en la otredad. Un sistema para el que siempre somos conquistables, materia prima, objetos de estudio, adoración e investigación. Estamos des-bordadas, pero somos sujetos de nuestra historia, de nuestras reivindicaciones, de nuestros derechos. Somos fuertes y valientes, hemos heredado miles de opresiones, nuestra piel es resistente, nuestro carácter orgulloso, nuestra voz rabiosa y potente. Nos hemos vuelto resilientes.

Se debe hablar de feminismo anticapitalista, antirracista y anticapacitista para incluir a todes les renegades. Las flores que crecen en el cemento del eterno estigma. Se debe hablar, además y simultáneamente, de transfeminismos, siendo conscientes de que las sinergias son necesarias para incluir a todos los cuerpos afectos dentro de una lucha feminista autónoma y anticapitalista. Aquí estamos todas y todes contra el patriarcado, contra la exclusión binarista de cualquier dicotomía. Contra todas las jerarquías. Sin embargo, queremos recordar que las ideas no deberían ser mera utopía: primero debemos deconstruirnos frente a la educación patriarcal, desaprender la programación binarista, los capacitismos, los cuerdismos, la actitud, tanto infantilizada como infantilizadora, condescendiente y paternalista a la que cualquiera hemos sido sometides. No nos bastan las buenas intenciones, queremos ser autocríticas, queremos plantar la duda. Sin asunciones superfluas, recreando el mundo con relaciones horizontales e igualitarias, libres de autoritarismos, basadas en el apoyo mutuo y en la solidaridad. El sistema económico global nos marca más cuanto mayor es el número de opresiones que vivimos y compartimos. Queremos cuestionar los derechos “per se” de todo lo establecido, queremos cuestionar y parar el hostigamiento, el acoso mediático, el policial. Creemos que es desde el conocimiento y una ética coherente, antiautoritaria, anarco comunista, que rompa con el individualismo, desde donde necesariamente se deben generar los cambios.

Este 8 de marzo de 2022 se ve atravesado, además, por una situación internacional convulsa: la guerra que se está desatando en Ucrania. Una guerra parida por las ansias expansionistas de los Estados y Naciones capitalistas y patriarcales que no anhelan otra cosa que la acumulación, a costa del despojo y la devastación de territorios y comunidades enteras. Por ello, aprovechamos este espacio para posicionarnos, desde el anarcofeminismo, en contra de la guerra y de las lógicas militaristas y violentas que nacen en el seno de los Estados y de sus discursos patrióticos. Es de sobra sabido el carácter patriarcal de las guerras y los conflictos armados, tanto por los roles a los que las mujeres son sometidas, como por la instrumentalización, cosificación y transformación de sus cuerpos en herramientas para devastar al enemigo. Numerosos discursos enarbolados desde feminismos institucionales fantasean hoy con una realidad diferente en la que no existirían guerras si fueran las mujeres quienes estuvieran al frente de los gobiernos y en los órganos de decisión. Se apela a un supuesto carácter naturalmente conciliador, pacífico y solidario de las mujeres y, desde ahí, se reclama que nosotras tengamos la misma posibilidad que los hombres de alcanzar puestos de poder. Que tengamos el mismo acceso a la dirección de empresas e instituciones estatales, que cada vez seamos más mujeres entre los cuerpos policiales y militares.

Nosotras, las feministas anarquistas, rechazamos aquello. No consideramos que seamos buenas y conciliadoras por naturaleza. No consideramos que nuestro acceso a los parlamentos, a las empresas, a los ejércitos y a los cuerpos policiales, vaya a dinamitar las estructuras de poder. De hecho, tan solo lo reforzaremos, como así sucedió con la incorporación de las mujeres al sufragio y al trabajo remunerado. Rechazamos y nos posicionamos frontalmente en contra de los discursos feministas que fantasean con los fetiches del poder. Las guerras, el despojo, la devastación, la miseria, la explotación, las desigualdades, las cárceles y las jerarquías seguirán existiendo, aunque sean las mujeres o cualquier sujeto oprimido quienes estén en el poder. Porque el problema es ese: el poder. Y de él no esperamos más que su abolición. Para nosotras el 8 de Marzo no es una fecha de celebración. No es una fecha de regalarnos flores, de festejarnos y de felicitarnos por el simple hecho de ser mujeres. Es una fecha de lucha, de memoria, de reflexión, de tensionar las cuerdas, de socavar estructuras podridas, de reafirmarnos en nuestros principios antiautoritarios. Y no solo en este día señalado, sino durante todas nuestras vidas.

No buscamos reinventar ni mejorar la vieja y oxidada estructura jerárquica sobre la que históricamente se asienta nuestra sociedad. Nosotres no queremos suavizar las cadenas que nos subyugan, queremos destruir esas cadenas. Y sobre sus cenizas, queremos construir un mundo libre de poder, de jerarquías, de miseria. Un mundo que sea habitable para nosotres y para todos los seres que habitan el planeta. En esa tarea ardua nos organizamos. Como dice la anarquista María Galindo: “con una mano sostenemos las urgencias, con la otra sujetamos las utopías”.



8 de Marzo: Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Contra el Estado, contra el capital y contra el patriarcado. Contra la miseria y la jerarquía. Contra los ejércitos, contra las policías. Contra las lógicas militaristas de las patrias y las naciones.

Ni amas ni esclavas: Anarcofeministas siempre, por la emancipación de todos los cuerpos.