Tres son las opiniones más comunes sobre los anarquistas: la primera es que son locos peligrosos, terroristas y propiciadores del caos. La segunda dice que los anarquistas son soñadores, poetas, ilusos que fantasean sobre una imposible sociedad ideal. La tercera define al anarquismo como una enfermedad juvenil. En realidad ¿quiénes son verdaderamente los anarquistas? ¿Qué es la anarquía?
Históricamente, los anarquistas son el ala extrema del movimiento socialista; de hecho son también llamados socialistas antiautoritarios o comunistas libertarios. Si hoy muchos de ellos prefieren definirse simplemente anarquistas es para que no se les confunda con los denominados socialistas o comunistas que tienen como objetivo principal la “conquista del poder” y cuyo desastroso fin está a la vista de todos, basta con mirar el fracaso del comunismo de Estado o la corrupción de los partidos socialistas.
Por otra parte, los anarquistas son obreros, campesinos, artesanos, estudiantes, empleados, es decir, trabajadores del brazo y del cerebro que luchan en todo el mundo por una sociedad más justa y más humana: una sociedad sin explotadores ni explotados.
Los anarquistas no consideran legítimo obligar a un individuo a actuar contra sus creencias; tanto si la obligación viene impuesta por el Estado como si viene por la religión, la ley, la mayoría democrática o individuos, no hay diferencia. Ser anarquista quiere decir luchar, atacar cualquier tipo de autoridad y de poder. Quiere decir propugnar la autoorganización, el rechazo a delegar, la acción directa de todos los explotados para mejorar su condición actual con la perspectiva de la emancipación completa de la explotación y el autoritarismo.
La sociedad actual se basa en un sistema organizativo en el que siempre un grupo restringido de personas toma las decisiones, ejerce el control y dirige las voluntades de los demás. La gran mayoría de la gente debe aceptar, someterse, conformarse. Todo esto es denominado orden, cuando en realidad no es otra cosa que dictadura y desorden.
A la organización estatal de la sociedad actual, jerárquica y centralista, los anarquistas oponen una organización de la vida basada en asociaciones libres y federaciones de productores y consumidores, hechas y modificadas según la voluntad de sus componentes. En lugar del centralismo, la federación, entendida en su verdadero sentido de descentralización, autonomía y apoyo mutuo; en lugar del capitalismo que explota y comercializa al individuo, la autogestión, el comunismo libertario, antiestatal, libre disfrute de todas las riquezas existentes por parte de todos los individuos según el principio: a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus posibilidades.
Ni puede haber libertad sin igualdad ni igualdad sin libertad. Sólo hay opresión en una sociedad en la que el capital está monopolizado por una minoría y en la que nada se reparte con justicia. Los gobiernos garantizan a los patronos el control sobre la sociedad y los privilegios, excluyendo a los trabajadores y a todos los explotados.
El principio de autoridad hace que millones de seres humanos pasen la vida trabajando para otros, esclavos de las leyes de mercado, sólo para sobrevivir, y que otros tantos mueran de hambre o por los efectos de la guerra.
Son los gobiernos quienes preparan las guerras, pero son los ciudadanos de a pie quienes sufren sus devastadoras consecuencias. El anarquismo, rechazando las fronteras, es antirracista e internacionalista.
El anarquismo es la afirmación de la dignidad y de la responsabilidad de los explotados, de la igualdad de derechos entre hombre y mujer, de la autodeterminación social e individual.
La sociedad futura preconizada por los anarquistas, fruto de la ruptura revolucionaria con el viejo mundo, es el autogobierno de todos los individuos libremente asociados, una sociedad sin siervos ni amos.
Esto es la anarquía y no otra cosa: un orden social libre en el que la igualdad y la fraternidad no sean palabras vacías.
Federación Anarquista Ibérica