La obsolescencia programada es hacer que los aparatos tengan una vida útil limitada y controlada para poder hacer crecer el consumo y tener que comprar mas aparatos en ese tiempo. Si hay bombillas que pueden durar 100 años porque duran solo 15.000 horas?
¿Cuántas veces hemos oído o dicho frases como: Ya no hacen las cosas como antes. La calidad de lo que fabrican ahora es muy mala. Las cosas nuevas duran 4 días. Vale más comprarlo nuevo que arreglarlo. La pieza averiada ya no la fabrican. He lavado determinada prenda tres veces y ya está estropeada. Al limpiarlo con un paño el plástico se ha rayado y ya parece viejo. Hacen las cosas para que se averíen en cuanto termina la garantía…
¿Qué es la obsolescencia programada?
Se denomina obsolescencia programada u obsolescencia planificada a la planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio de modo que —tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa de servicios durante la fase de diseño de dicho producto o servicio— éste se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible.
Se considera que el origen de la obsolescencia programada se remonta a 1932, cuando Bernard London proponía terminar con la gran depresión a través de la obsolescencia planificada y obligada por ley (aunque nunca se llevase a cabo). Sin embargo, el término fue popularizado por primera vez en 1954 por Brooks Stevens, diseñador industrial estadounidense. Stevens tenía previsto dar una charla en una conferencia de publicidad en Minneapolis en 1954. Sin pensarlo mucho, utilizó el término como título para su charla.
El potencial de la obsolescencia programada es considerable y cuantificable para beneficiar al fabricante, dado que en algún momento fallará el producto y obligará al consumidor a que adquiera otro satisfactor,1 ya sea del mismo productor (mediante adquisición de una parte para reemplazar y arreglar el viejo producto o por compra de un modelo más nuevo), o de un competidor, factor decisivo también previsto en el proceso de obsolescencia programada.
Para la industria, esta actitud estimula positivamente la demanda al alentar a los consumidores a comprar de modo artificialmente acelerado nuevos productos si desean seguir utilizándolos.2
La obsolescencia programada se utiliza en gran diversidad de productos. Existe riesgo de reacción adversa de los consumidores al descubrir que el fabricante invirtió en diseño para que su producto se volviese obsoleto más rápidamente a fin de que los clientes recurran a la competencia y basen su elección en durabilidad y buena calidad del producto.
El fenómeno de la obsolescencia no sólo se limita a los campos tecnologicos. Es posible identificarla dentro de los productos inmobiliarios. Estos, debido a la incongruencia entre los requerimientos de la vida actual y los programas arquitectónicos ajenos a ellos, ven sus velocidades de venta afectadas. La arquitectura de reinterpretación se especializa en la readecuación de un inmueble a las nuevas necesidades.
¿Que es la obsolescencia percibida?
La obsolescencia percibida sería aquella que siente el consumidor por su propio capricho de querer ir “a la última”. Se percibe en aquellos compradores que han comprado un vehículo y en poco tiempo, la propia marca saca el mismo vehículo con unas pequeñas modificaciones en el diseño o en el color y su propietario no puede aguantar más y decide comprarse este último, gastando dinero innecesariamente.
Ambas obsolescencias mejoran la productividad de las empresas pero atacan directamente al bolsillo de los consumidores y hacen peligrar los recursos naturales. La primera se corrige con leyes, la segunda con formación. Es bueno disfrutar en el tiempo cada producto comprado.
Que es la obsolescencia de especulación
Sería cuando se comercializan productos incompletos o de menores prestaciones a bajo precio con el propósito de afianzarse en el mercado ofreciendo con posterioridad el producto mejorado que bien pudo comercializar desde un principio, con la ventaja añadida de que el consumidor se lleva la falsa imagen de empresa dinámica e innovadora.
Obsolescencia programada en la tecnología
La obsolescencia programada no solo existe en el sector tecnológico, pero es en este sector en el que alcanza quizás su plenitud. Quizás debido a la falta de control y la falta de información por parte de los consumidores, en un área de conocimiento que tradicionalmente ha sido territorio de los expertos. Quizás debido también a que los residuos tecnológicos son de los más difícilmente tratables y asimilables por su contenido en sustancias dañinas para el entorno y el ser humano.
Y es que el buen marketing de Apple va ligado a la obsolescencia planificada, es decir, aplicar un límite de vida ya sea a través de limitaciones en el producto o dando a conocer que lo que compraste ha quedado obsoleto, cuyo soporte ya no tiene sentido que recibas y que hay algo mejor que deberías adquirir.
Comprar una impresora doméstica último modelo no cuesta más de 90 euros. El problema viene cuando se acaba la tinta y descubrimos que comprar un nuevo cartucho cuesta más que la propia impresora, lo que convierte estos artefactos en impresoras de usar y tirar. Podemos definir esta situación como económicamente fastidiosa, pero cualquier consumidor que mire su dinero no se comprará más de una impresora de esta tipo.
Los mecanismos de obsolescencia programada mejor diseñados no dejan escapar al consumidor tan fácilmente, en cambio se esfuerzan en crear usuarios cautivos. Cada vez más las empresas se aseguran de que cuando un consumidor adquiere uno de sus productos se vuelva dependiente de un sistema que ellas controlan. Dentro de estos sistemas cerrados es incómodo, a veces realmente difícil, funcionar si no se siguen las reglas internas que marca el fabricante.
Los sistemas cerrados no son en sí mismos un mecanismo de obsolescencia, pero sí crean consumidores cautivos, consumidores con los que pueden hacer lo que quieran, por ejemplo obligarles a renovar sus productos con la periodicidad que decidan. Quizás uno de los mejores ejemplos de sistema cerrado es el ejército de cacharros tecnológicos de Apple.
Apple va un paso más allá de actualizar el hardware de sus equipos cada año. El software es otra forma de llevar a estos objetos de deseo a la obsolescencia: con iOS 4 trajeron nuevas features que los usuarios pedían a gritos pero el problema es que, si bien mejoran en algunos sentidos los modelos anteriores, algunas de esas opciones sólo funcionan en los teléfonos más nuevos. Hasta llegó a pasar que los primeros iPhone funcionaban realmente mal con el nuevo software.
En el caso de Android, funciona muy parecido a lo que hace Apple en cuanto a software pero con el agravante de que los distintos fabricantes tienen mucho que ver en lo que el usuario sufre al final.
Google desarrolla una actualización de su sistema operativo para dispositivos móviles y lo envía a los fabricantes. El update incluye nuevas opciones que los usuarios estuvieron pidiendo por bastante tiempo. En ese momento, depende del fabricante adaptar la actualización a su hardware y ahí está el problema: algunos de los equipos Android nunca van a ver un update y los fabricantes pueden elegir dejar de dar soporte a un teléfono (eso sin contar las trabas que pueden poner las operadoras de cada país para brindar el update).
Google también quiere tener una estrategia de actualizaciones anuales y el sentimiento de duda es aún mayor porque abarca varias de las compañías de móviles más importantes del mundo cada una con su base de usuarios fanáticos de la marca. Sin embargo, en Android se ve una luz de esperanza ya que si bien muchas empresas no le dieron importancia a las actualizaciones sobre todo a los modelos con Android 1.5, algunas están empezando a tomarlo en serio y a darse cuenta de la importancia para sus usuarios (al haber tantos fabricantes que usan Android una muy buena forma de diferenciarse es entregar las actualizaciones antes que nadie).
Qué se puede hacer para no caer en las garras de la obsolescencia programada?
Mantener la autonomía tecnológica es quizás el mayor logro al que puede aspirar un usuario de tecnología. Dicho de otra manera, mantener el control sobre la herramienta que es el objeto tecnológico. Esto implica de partida plantearse la necesidad de una nueva adquisición. En este sentido, es importante hacer el esfuerzo de separar el valor económico del objeto de su valor de uso: el bajo coste o incluso la gratuidad no debería ser un factor determinante a la hora de adquirir un nuevo objeto. En esta misma línea, plantearse maneras alternativas de consumo que impliquen por ejemplo propiedad comunitaria; incluso replantearse más profundamente el papel del consumidor.
Los movimientos Hazlo tú mismo (Do It Yourself) o mejor aún Hazlo con otros (Do It With Others) que reúnen a todo un ejército de prosumers (productores consumidores) son una manera muy eficaz de empoderamiento, ya que implican un aprendizaje y un conocimiento que hacen evaluar realmente las necesidades por un lado, y el producto desde el punto de vista de lo que cuesta construirlo y no únicamente lo que cuesta comprarlo, rompiendo la disociación entre productores y consumidores, desterrando la figura del experto, y consiguiendo una mayor autonomía tecnológica para ellos.
Consecuencias de la obsolescencia programada
El otro gran perjudicado de esta historia es el medio ambiente. La obsolescencia programada no entiende de huella ecológica. Basta ver cualquier reportaje fotográfico sobre los principales vertederos tecnológicos del planeta para aproximarse a la dimensión del impacto de los residuos electrónicos. Guiyu en China es probablemente el vertedero electrónico más grande del planeta: una gran extensión de territorio, una auténtica ciudad construida sobre montañas de residuos. En Guiyu todas las reservas subterráneas de agua están contaminadas y los problemas de salud en los trabajadores que aspiran a diario los efluvios de los materiales quemados en los rudimentarios
procesos de separación de componentes son asombrosos.