La Fiscalía general de Alemania pide cadena perpetua para Beate Zschäpe, la única superviviente de la célula neonazi Nationalsozialistischer Untergrund (Clandestinidad Nacionalsocialista) que a lo largo de una década mató a nueve inmigrantes y a una agente de policía.
Tras cuatro años de juicio en la Audiencia territorial de Múnich, el fiscal Herbert Diemer retomó el alegato que comenzó en julio y acusó a Zschäpe de complicidad en diez asesinatos, dos atentados con bomba y 15 atracos, además de pertenencia a banda armada.
A juicio de la fiscalía, la acusada mostró su voluntad de "autoría" y era "un tercio del triunvirato conspirador" que era la NSU junto a los otros dos miembros de la célula, Uwe Böhnhardt y Uwe Mundlos, que se suicidaron al verse acorralados por la policía tras un atraco en 2011. Diemer también apuntó que Zschäpe incendió la casa que compartía con los otros dos miembros de la NSU tras el doble suicidio con el objetivo de destruir las pruebas, un delito que solamente se le puede achacar a ella.
El fiscal ya apuntó al iniciar el alegato que el juicio ha demostrado que Zschäpe participó activamente en todos los crímenes de la NSU, pese a que los autores materiales de los asesinatos fueron sus dos compañeros. Zschäpe, según la fiscalía, tuvo un papel central en la retaguardia, era un factor clave de estabilidad en el grupo y participó en la planificación de los crímenes y en la organización de la logística de los mismos.
La existencia de la NSU salió a relucir en 2011 a raíz del suicidio de Böhnhardt y Mundlos y la explosión de la vivienda que compartía el trío. Pese al incendio, en la casa se incautó abundante material inculpatorio, incluidos vídeos donde se detallaban los asesinatos de pequeños comerciantes -ocho turcos y un griego-, en diversos puntos del país y cometidos entre 2000 y 2007.
El hecho de que el grupo hubiera actuado durante años en la impunidad derivó en un escándalo, ya que los asesinatos de los inmigrantes se habían atribuido a ajustes de cuentas entre extranjeros.
Pese a las evidencias que apuntaban en otra dirección, como el hecho de que todos los crímenes se perpetraron con la misma pistola, la policía no ató los cabos. Sobre las fuerzas de seguridad cayeron sospechas que iban del encubrimiento de la ultraderecha a la negligencia, lo que precipitó varias dimisiones y una reestructuración en los servicios secretos.