lunes, 15 de julio de 2013

Curiosidades

Fahrenheit 451. Es La temperatura a la que arde el papel y el título de la novela de Ray Bradbury que en 1953, y para protestar contra la censura del senador McCarthy, presentó una realidad distópica en la que los libros se quemaban para evitar que los ciudadanos pudieran pensar por sí mismos. Por desgracia, la realidad fue la gran inspiradora para Bradbury, que sólo tuvo que fijarse en lo ocurrido el 10 de mayo de 1933 en el Opernplatz de Berlín. Allí, miles de estudiantes universitarios alemanes, alentados por el ministro Joseph Goebbels, arrojaron al fuego todos los libros que presentaran un peligro para el ideario nacionalsocialista. Entre ellos no sólo se encontraban las obras de autores judíos, sino de escritores de cualquier rincón del mundo que en sus escritos plantearan cualquier situación incómoda para el regimen. Entre ellos, autores españoles como Ramón J. Sender y Francesc Ferrer i Guàrdia.

Estos actos con reminiscencias de la Inquisición española no surgen de la noche a la mañana, sino que creados por Goebbels, en su ansia de conseguir que el arte y la cultura en Alemania sólo representaran al movimiento nazi. Poco a poco, las instituciones fueron siendo sesgadas de cualquier rasgo ideológico que divergiera de sus pensamientos.

El 6 de abril de 1933, Goebbles anuncia la “acción contra el espíritu no alemán” y a partir de ese momento se fueron entregando a la prensa, universidades y organizaciones estudiantiles listas negras sobre los autores que merecían que sus obras fueran quemadas en la hoguera.

El punto álgido de esta acción tiene lugar ese fatídico 10 de mayo, en el que más de 25.000 libros fueron pasto de las llamas. Actos que fueron refrendados en toda Alemania.

Entre estos autores se encontraba Ramón J. Sender, al que le tocó vivir tres censuras en su vida. Alcanzó la popularidad con su novela "Imán" (precisamente aquella que los nazis mandaron quemar), la cual escribió tras participar activamente en la guerra de Marruecos. En ella narra la destrucción física y moral que supone cualquier acto bélico. La novela fue traducida a muchos idiomas y le aupó a un puesto de privilegio entre los escritores españoles, a pesar de que su oposición a Primo de Rivera lo llevara a la cárcel. Su pública defensa del anarquismo hizo que con el inicio de la Guerra Civil tuviera que abandonar a su mujer y a sus hijos mientras él se alistaba en el bando antifascista. Su esposa fue fusilada al no ser el escritor encontrado, y tras permanecer luchando durante años tuvo que exiliarse primero a Francia para, tras pasar por un campo de concentración en 1939, ir a México y poco después a Estados Unidos. 

Otro español en discordia, Francesc Ferrer i Guàrdia, también tuvo que vivir en el exilio durante varios años en París. Años más tarde consigue desarrollar su proyecto pedagógico, la Escuela Moderna, hizo que se enemistara con los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad. Esto influye en su acusación, injusta, de haber sido uno de los instigadores de la Semana Trágica, por lo que en un juicio lleno de irregularidades y falsedades es condenado y fusilado el 13 de octubre de 1909. Ferrer se libró de ver cómo veinte años después su obra La escuela moderna era condenada a morir en la hoguera por los nazis.