jueves, 17 de septiembre de 2015

El tren de la socialdemocracia


Recientemente, el líder de Syriza, Tsipras, declaraba, refiriéndose a una facción de su partido, la Plataforma de Izquierdas, que “quieren los laureles de la pureza ideológica. La pureza ideológica no existe en tiempos de crisis”. Su claudicación ante los negociadores europeos tenía que justificarla como una manifestación de sensatez y pragmatismo cuando de lo que se trataba era de una traición clara a sus votantes. La crisis era la excusa apropiada al caso.

En el movimiento libertario las renuncias no han sido pocas: la colaboración con las fuerzas del Frente Popular a todos los niveles de la estructura del Estado puede haber sido la más destacada, pero no ha sido, desgraciadamente, la única. En aquel momento no era la crisis sino la guerra. Antes, en 1917, en la huelga revolucionaria colaboraron con la UGT y el PSOE buscando un cambio de tipo político reformista según el manifiesto de Madrid y algo más radical en el caso de Barcelona sin por ello pasar de una mera reforma del sistema estatal-capitalista.

Las renuncias se repetían hace cuatro años cuando la CNT decidía colaborar con otras fuerzas sindicales de corte socialdemócrata caracterizadas para la ocasión con el calificativo de “combativas”, para mejor hacernos tragar la píldora. Dos años más tarde, la colaboración se ampliaba a varios partidos de izquierda. La excusa era entonces la de los recortes y reformas laborales dañinas para la clase trabajadora. Se decía que “con la que estaba cayendo” había que agrupar nuestras fuerzas con las de la socialdemocracia. Todo ello había sido facilitado con las modificaciones centralistas y el nuevo sistema de voto implantado en el nefasto Congreso de Córdoba de 2010.

Los logros para la clase trabajadora de esa estrategia unitaria han sido nulos. El Sistema es, ahora, muy rígido y no va a ceder nada con las débiles presiones aplicadas en los últimos años; los que mandan afrontan una situación mucho más grave que en otros tiempos cercanos y no están para concesiones. La deuda del Estado es descomunal, además de la de empresas y familias. La de la Seguridad Social es cada vez mayor a pesar del mayor número de cotizantes y de la reducción en los gastos por pensiones. Por otro lado, la clase trabajadora se ha aburguesado tanto que no está dispuesta a hacer algo más que manifestaciones pacíficas ataviada con la camiseta reivindicativa correspondiente para la ocasión “para hacerse oír” con la esperanza, infundada, de que los que mandan muden sus decisiones.

Una vez más la CNT (y parte del movimiento libertario) ha unido su vagón al tren de la socialdemocracia. Para algunos militantes es acertado que nos unamos a las fuerzas socialdemócratas: ellos se dirigen a una estación, nosotros vamos más allá pero coincidimos en parte del trayecto. Después de todo somos ramas del árbol del socialismo del siglo XIX. Sin embargo, otros creemos que nosotros vamos a un destino distinto y no compartimos trayecto común alguno con esas ramas podridas del socialismo. Las locomotoras socialdemócratas no sirven para arrastrar vagones libertarios sino para descarrilarlos. A eso hemos llegado. El abandono de unos sindicatos y la expulsión de otros es el resultado de la presión centralizadora, antifederalista y pactista con organizaciones del ámbito socialdemócrata. A la comitecracia confederal los sindicatos están respondiendo con la autonomía.

Pero las malas compañías suelen traer otras consecuencias perjudiciales. Algunos han intimado tanto con los “compañeros de viaje” que ya figuran en plataformas electorales y hasta en Ayuntamientos. Es inexplicable que sigan todavía en sindicatos y organizaciones que abogan por la desaparición del Estado, la acción directa y la autogestión generalizada. Las esquizofrenias tienen tratamiento paliativo aunque tal vez haya que aplicar métodos expeditivos y que cada cual cargue con sus neuras.

El Sistema estatal-capitalista trata de integrar a sus enemigos contando para ello con los aprendices leninistas que se han incorporado al movimiento libertario en los últimos años aliándose con los reformistas de siempre y de ahora.

Y es que cuando uno toma el tren equivocado puede acabar en cualquier parte excepto en el destino al que se dirigía y a la misma distancia de él que hace cinco años.

Groucho Marx en su famosa película pedía madera para alimentar la locomotora. Sin embargo, algunos sectores del movimiento libertario (y de la CNT) han descubierto otros usos para la madera que no son suministrar combustible a locomotoras ajenas.

Artículo de Gerardo Fernández, extraído de la web de CNT-AIT de Oviedo