martes, 30 de agosto de 2016

De tetas y burkinis



Ya hace tiempo que nos encontramos inmersas en numerosos debates, o más bien tertulias, en relación al uso del hiyab (lo que conocemos popularmente como velo o pañuelo). Tertulias basadas en opiniones cargadas de tópicos, contaminadas de masas ideas y visiones "blancas y occidentales", y con bastante poco interés real en, al menos, hablar del tema desde el respeto y contemplando diferentes visiones, especialmente contemplando la visión de las personas que lo llevan.

Medios de comunicación, partidos políticos y opinólogos baratos, nos están impregnando de un grado de islamofobia brutal y socialmente aceptado, nos hacen ver toda persona musulmana -o que nosotros identificamos como musulmana- en un potencial peligro para la "buena convivencia "occidental, como una amenaza para los valores de nuestra democracia europea. Eso si no son tachados directamente de terroristas, o amigos de terroristas, o con complicidad con terroristas. En resumen, todo lo que podamos relacionar con árabe, musulmán o Islam, pasa a ser sinónimo de malo, peligroso, atrasado y despreciable. 

Como en toda buena sociedad patriarcal, uno de los ataques y juicios más directas y punzantes han ido dirigidos sobre un elemento que utilizan muchas mujeres, en este caso muchas mujeres musulmanas: el pañuelo. A esta simple prenda le atribuimos tantas o más connotaciones nosotros -la sociedad blanca y occidental- que la que le atribuyen las propias mujeres que lo utilizan. Vemos llevar pañuelo como una representación gráfica de la opresión, como una falta de respeto, como una provocación a nuestros valores, como una forma de "esparcir" el Islam, como una manera de querer imponer una religión .... cada uno según lo que le conviene para llenarse la boca. Juzgamos y valoramos el llevar pañuelo hasta puntos ridículos y rebuscados, cuando nunca nos hemos parado a juzgar y valorar muchos otros elementos que impregnan nuestra sociedad y nos afectan a todas nosotros, y que serían, al menos, cuestionables como sinónimo de una sociedad "libre" y abierta.

Este ataque frontal hacia el vestir con hiyab se ha visto traducido, entre otros, con ordenanzas de civismo y normativas que regulan o prohíben. Y ha abierto la puerta para ir aún más allá, para que personas, organismos o instituciones aleguen motivos varios y pintorescos para vetar a las personas que lo llevan, expulsarlas y apartarlas. 
 
Uno de los casos más representativos han sido diferentes escuelas e institutos que han prohibido que las alumnos asistan a los centros con esta prenda, y que incluso han expulsado a niñas y chicas para seguir llevándolo.
 
Nosotros que tanto nos llenamos la boca de los derechos de los menores, y nos comparamos constantemente con países de donde decimos que todo se regula en función de la religión y las leyes sagradas, somos capaces de expulsar niños y jóvenes de los centros educativos, sin que nos importe lo más mínimo su derecho a la educación y su bienestar emocional. Preferimos que una chica deje las clases que verla sentada tomando apuntes con un pañuelo en la cabeza. Y esto lo hacemos los mismos que luego afirmamos sin complejos que los "moros no dejan estudiar a sus hijas". 
 
Y después de todo esto, ahora se está dando un paso más en este ataque racista hacia la comunidad musulmana. Ataque racista que se quiere disimular de laicidad, de tolerancia o incluso de feminismo. Ahora parece que toca prohibir y arremeter contra los llamados popularmente "Burkini", que en definitiva no son más que un bañador de cuerpo entero, típico para muchas mujeres de esta comunidad. El principal país impulsor de estas prohibiciones es Francia, donde más de 10 mujeres ya han sido multadas para utilizarlo, y donde - de momento- 15 localidades ya han prohibido su uso, haciendo referencia a que prohíben llevar vestimenta "ostentosa "y" religiosa "en las playas y zonas de baño. En Cataluña, al menos 3 parques acuáticos de Girona ya han prohibido que las mujeres se bañen con esta vestimenta. 
 
Es evidente que esta medida va dirigida directamente a las mujeres musulmanas, porque no creo que nadie se hubiera planteado nada si una persona blanca y occidental decidiera bañarse con un traje puesto o con un traje de neopreno, ya sea porque quiere hacer submarinismo , por problemas en la piel, para protegerse del sol o porque le da la gana. Esta es una medida más que atenta contra la libertad de las personas, que oh! casualidad! además son mujeres. Obligar a una mujer a vestir o no vestir de una determinada manera es una actitud machista. 
 
Las mismas personas, algunas autodenominadas feministas, que no tienen complejos en apoyar este tipo de prohibiciones, están reproduciendo los mismos esquemas y mentalidades machistas y conservadoras, creyéndose con el derecho y potestad de decir cuando una mujer está o no está oprimida , y qué es lo que oprime o no oprime a una mujer, y que está bien que una mujer vista o deje de vestir. 
 
Resulta que ahora sólo puedes ir a refrescarse en la piscina o disfrutar de la playa si vas desnuda. Sólo puedes ir a la playa si vas a ofrecer tu cuerpo como un trozo de carne, a las miradas y babejos de tíos que precisamente en la playa por ello, para ver piernas, culos y tetas. Vivimos inmersas en una sociedad asquerosa, patriarcal y sexista, donde un cuerpo no es un cuerpo, sino una posibilidad de tocatejar, de follar, de criticar, juzgar y despreciar. Nos molesta que la mujer musulmana de nuestro lado decida -por el motivo que sea, y seguramente no es uno solo- ir a la playa y bañarse "tapada". Nos escandalizamos y pensamos que está oprimida, y que los hombres de su cultura le dicen y le marcan como debe ir, y que ella debe soportado el calor y la ropa mojada sobre su cuerpo. 
 
Y esto lo decimos tan tranquilos y tranquilas, lo regulamos y lo prohibimos. Pero en cambio seguimos aceptando y viendo como "anécdotas" todo el peso de la bota que cae sobre las que vamos allí semi desnudas (que por cierto, esto lo hemos decidido nosotros? O ya desde pequeñas se ha dado por supuesto que a la playa se va como mínimo con el equivalente a la ropa interior?). Aceptamos las miradas cuando entramos y salimos del agua, aceptamos los comentarios en voz baja cuando pasamos junto a un grupo de hombres que lucen paquete a las toallas, aceptamos que con una falsa inocencia nos digan "hola, que tal ... ? "personas que no conocemos de nada y tampoco queremos conocer, aceptamos que den un paso más y vengan a hablarnos, opinando de cómo nos queda el bañador, preguntando si tenemos novio o si queremos sentarse más cerca de ellos. Aceptamos que se rían de nuestra barriga, que comenten como tenemos los muslos, que nos miren las tetas y valoren si son suficientemente grandes o demasiado pequeñas, aceptamos todas las conversaciones que no sentimos pero sabemos. Y esto aparte de la presión estética que todas cargamos con más o menos sufrimiento a las espaldas. Si en el día a día ya tenemos que hacerle frente y es una lucha constante para que no nos atrape y nos pudra el cerebro, en verano y en estos espacios es aún más salvaje y despiadada. 
 
Personalmente, hay muchos momentos que me sentiría más cómoda bañándome con ropa, que teniendo que pasar por todo un ritual enfermizo (y doloroso física y económicamente) de arrancarme los pelos de las piernas, las cejas, el bigote y las axilas, para no ser fijamente observada, criticada, juzgada y ridiculizada. Pero ahora resulta que en esta nuestra sociedad todos y todas somos feministas y nos preocupamos por el bienestar de las mujeres. Ahora resulta que incluso personas y partidos que directamente han atentado contra nuestra dignidad y se esfuerzan día a día para que seamos dóciles y obedientes, correctos y católicas, siempre dentro de los roles deseados, se permiten hablar insultantemente de nuestros derechos y libertades.
 
No podemos o no queremos aceptar que una mujer lleve velo o se tape porque quiere, porque lo ha decidido libremente. Aunque sean muchas las mujeres, jóvenes o mayores, con estudios o sin, que así nos lo dicen no las creemos. Y no las creemos que las despreciamos, porque las infantiliza, porque no las vemos como iguales. No las vemos capaces de pensar, de elegir, de actuar y organizarse para decidir sobre sus vidas y sus cuerpos. Pensamos, desde nuestra posición colonial, inmersa en una sociedad de consumo y hipersexualizada, que ellas nos necesitan para emanciparse y para ser más libres. 
 
Que deben seguir el mismo camino que hemos seguido -y seguim- nosotros, las mujeres blancas y occidentales, para poder "avanzar" hacia la propia autonomía. Y hablamos como si nosotros ya lo tuviéramos todo hecho, como si en nuestra cultura no estuviéramos ligadas hasta la asfixia a un sistema de dominación. Nos atrevemos a decir que aquí somos libres para hacer lo que queremos, para vestir como queremos, para decidir lo que queremos sobre nuestros cuerpos. 
 
Y entonces parece y casi que nos lo creemos, que el aumento brutal de las operaciones de estética o los trastornos alimentarios, no tienen que ver con ningún tipo de opresión patriarcal y que no atentan contra nuestra dignidad. No veo ni de lejos la repulsa a este tipo de clínicas, a que discotecas sorteen como un gran premio poder modularse los labios al 50%, a que las mujeres vayan a concursos de la tele para invertir el premio en aumentarse las tetas o que los hombres vayan para regalar precisamente eso a sus parejas. Me imagino todo la curva que se ocasionaría si un hombre, dice que le compra hiyab a su mujer porque le gusta más cuando lo lleva, que encuentra que está más bonita y que se siente mejor. Pero en cambio continuamente vemos ejemplos de hombres que nos regalan aspiradoras, aumentos de tetas, kits de maquillaje o zapatos de tacón, y nos parece divertido, inocente o incluso romántico.
 
Decir que ir con bañador de cuerpo entero, dicho de manera intencionada Burkini, o que llevar hiyab, o incluso velo integral, atenta contra los derechos y libertades de las mujeres, es una excusa barata y arrogante por no decir que no queremos que vistan así porque parecen "demasiado moras". Es una excusa barata y arrogante para no decir que somos unos racistas de mierda y que nos molesta la diferencia, y cuanto más diferente, más nos molesta. Por no decir que no estamos dispuestos a cambiar un pelo nuestros valores y mentalidades, y que esto de la sociedad multicultural y diversa que vendemos a veces es una farsa. Para alejarnos de estas comunidades y estas personas, de intentar desesperadamente tenerlas como más lejos posible. Por no decir que los tenemos una mezcla de miedo y asco. 
 
Porque si no fuera así, veríamos que los argumentos que pretendemos dar caen por ellos mismos, simplemente analizando el mundo y sus comunidades, leyendo y informándonos con un poco de criterio, hablando de manera sana con personas diversas y de diversas procedencias que viven con nosotros.

En el caso del velo islámico, quiso identificarlo con una cuestión de opresión y machismo y / o una imposición de su religión, es querer cerrarse expresamente a mirar un poco más allá y seguir aferrados a un falso argumento para seguir vertiendo toxicidad y odio. no nos interesa para nada comprender que árabe y musulmán no tienen nada que ver -el primero no tiene que ver para nada con la religión, sino que hace referencia a la cultura, las tradiciones, el idioma -, por tanto, se puede ser árabe y no ser musulmán, o ser musulmán y no ser árabe. En África por ejemplo, hay una cantidad enorme de países musulmanes, pero que no son árabes. Cada uno con sus diferencias en cuanto a la manera de relacionarse, de vestir, de pensar, de comunicarse. Otros países son árabes, pero se practican varias religiones. Hay que remarcar, para romper esquemas, que el país del mundo con más población musulmana es Indonesia, en Asia. 
 
Y que precisamente allí no son tan abundantes las mujeres que utilizan hiyab, y tampoco se ve a mucha gente parando su actividad para rezar. Por lo tanto, llevar o no llevar pañuelo, vestirse o no vestir de una determinada manera, no tiene porque ser sinónimo o equivalente al grado de religiosidad que uno o unPoden ser muchos los motivos que se entrelazan para que una mujer decida llevar hiyab o cubrirse más o menos su cuerpo. Más allá de la religión, usar el velo islámico también es algo identitario y cultural. Una manera de sentirse parte de una comunidad, vinculada a unas raíces y unas tradiciones. Por otro lado hay miles de mujeres musulmanas que no llevan pañuelo, o lo llevan a veces, de la misma manera que otra puede decidir pintarse los labios a veces, cuando le apetece, o según a dónde va. Lucir un pañuelo en la cabeza puede ser, incluso, una muestra de rebeldía contra el colonialismo. 

Parece que aquí sólo defendemos la libertad de las mujeres en relación a seguirlas manteniendo dentro unos esquemas concretos de ideología patriarcal. Queremos mujeres libres, pero libres para decidir si trabajan en casa, o fuera y, además, casa. Queremos mujeres libres, pero libres dentro del esquema de mujer objeto, mujer sexualizada, mujer dentro de cánones corrosivos de belleza, mujer como elemento de venta y para vender en el capitalismo salvaje. Hacernos creer que somos libres. Pero libres para decidir si te pones más tetas, si quieres maquillarte más, o llevar tacones más altos. Libres para decidir si te depila sólo las piernas, las ingles y las axilas o, si quieres, puedes depilarte también el coño. Libres para decidir si en vez de ir con bragas y sostenes en la playa, quieres ir sólo con bragas. Libres para criticar y hablar de la opresión que sufren otras mujeres, de otras culturas. 
 
Con esto si que recibimos el apoyo de todos los hombres que nunca se han interesado por el feminismo ni están dispuestos a renunciar o cuestionarse sus propios privilegios de género y las opresiones que ellos aplican o perpetúan sobre "sus" mujeres. 

24/08/2016.. Laia MM, Barcelona años 90.
Texto extraído de la web de CNT-AIT, Tarragona