domingo, 4 de mayo de 2008

La contrarrevolución

Enrique Líster, entre otros, fué el máximo exponente de la traición a las ideas revolucionarias


El 19 de julio del 36, el Estado español, vencido par el golpe de Estado fascista y por la réplica revolucionaria, se ha desmoronado: el proletariado coge su destino entre sus propias manos y, lo hemos visto, edifica un mundo nuevo. Sin embargo, solapadamente, los políticos de ayer, en un primer tiempo aislados y desbordados por la iniciativa popular, siguen tejiendo la red de los reglamentos, obligaciones y censuras. En una palabra, amparados en el partido más importante de la izquierda, el Partido Socialista, cuyo jefe, Largo Caballero, da el ejemplo del oportunismo, y el mundo de la politica, los Alvarez del Vayo, los Prieto, los Negrín, etc., intentan restaurar el Estado.

Pero para poder atacar de frente al movimiento revolucionario les falta algo: la fuerza. Es la Unión Soviética, mediante el Partido Comunista de España, quien la va a suministrar.

Rápidamente, a la restauración de la burocracia administrativa de los socialistas y de sus aliados va a sumarse la potencia militar comunista.

Apoyándose en el chantaje con la ayuda militar soviética y en un reparto muy selectivo del armamento, van a alcanzar los puestos clave de la jerarquía militar republicana, al mismo tiempo que proclaman, claro está, las necesidades de la unión.

El desarrollo de este partido coincide con el ingreso en sus filas de la pequeña burguesía, prisionera en el bando republicano y que busca el respaldo de un partido capaz de detener la revolución que está triunfando ante ellos. Fiel reflejo de su representación sociológica, la política del Partido Comunista será descaradamente pequeño-burguesa, como lo demuestran sus declaraciones.

Santiago Carrillo, entonces secretario de las Juventudes Socialistas Unificadas, declara la revolución imposible porque no sigue los esquemas soviéticos:

"No hará falta que hablemos de cómo, en el único país del mundo que ha hecho la revolución, la Unión Soviétioa, después de 9 años de poder proletario es cuando se ha comenzado a socializar la tierra. ¿Cómo vamos a hacer nosotros en plena república democrática lo que ha hecho la Unión Soviética después de 9 años de poder obrero? Nosotros decimos que nuestra línea, por mucho tiempo, es la línea de la defensa del pequeño campesino, de la defensa de los intereses legítimos del pequeño propietario del campo."

El 4 de agosto de 1936, André Marty, miembro del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, declara:

"En un país como España, la clase obrera y el pueblo entero tienen como tarea inmediata y urgente, la única tarea posible -y todos los recientes escritos del Partido Comunista lo repiten y lo demuestran-, no la de realizar la revolución socialista, sino la de defender, consolidar y desarrollar la revolución democrática burguesa."

Por su parte, en Francia, Le Populaire, periódico de los socialistas, declara el 27 de noviembre de 1936:

"Cuando se haya aplastado al fascismo, es posible que la FAI y la CNT anarcosindicalista sigan luchando para aplicar su programa social. Pero en este caso, el bloque social-comunista se opondrá."

Pero si hay que denunciar al conjunto de los partidos que ostentan el poder en el bando republicano por haber saboteado y entorpecido la revolución, tampoco hay que pasar por alto los errores del Movimiento Libertario. Ya el 20 de julio, cuando la CNT deja en pie en Barcelona el fantasma de un poder político totalmente desbordado y que, intentando crear un frente antifascista, organiza con los diversos grupos de la izquierda el Comité de Milicias, se condenaba, a corto o largo plazo, a tener que pactar o colaborar.

La colaboración gubernamental y la militarización de las milicias, así como el decreto de colectivización promulgado por el gobierno catalán para recuperar, en la medida de lo posible, un movimiento que no puede controlar, son las etapas esenciales del estancamiento de la revolución. ¡Ministros anarquistas! ¡Generales, tenientes y cabos anarquistas! El peso de la guerra y en algunos casos, el deseo sincero de defender la revolución desde el aparato estatal, no pueden explicarlo todo.

En el seno mismo de la CNT y de la FAI nace la contradicción: por una parte, seguir impulsando la revolución en campos y talleres, y por otra colaborar, en mayor o menor escala, con lo que queda del aparato político republicano, llevando a cabo una labor contrarrevolucionaria.

Y no se trata aquí de enjuiciar a personas. Algunos prefirieron la muerte a la claudicación; otros reconocieron públicamente en 1945 que se había cometido un tremendo error; y con ellos gran parte de la CNT y de la FAI supo asumir y superar los errores...

El Poder, pensando haber neutralizado la principal fuerza obrera, puede examinar la posibilidad de una lucha frontal contra el movimiento revolucionario. Los comunistas, que controlan el aparato policial de la República, consideran disponer de apoyos suficientes para provocar los enfrentamientos armados de mayo del 37 en Barcelona, y la intervención de las tropas de Líster contra las colectividades de Aragón, en aplicación de una politica planeada en Moscú, como lo demuestra Pravda del 16 de diciembre de 1936:

"En Cataluña, la liquidación de los trotskistas y de los anarquistas ha empezado. Se llevará a cabo con la misma energía que en la Unión Soviética."

La réplica obrera conseguirá, en cierto modo, limitar y obstaculizar la aplicación de este plan.

Entre las muchas víctimas, Camilo Berneri, asesinado por los comunistas, es uno de los espiritus más lúcidos de esta época turbia. Escribe en Guerra di clase:

"El dilema guerra o revolución ya no tiene ningún sentido. El único dilema es éste: o victoria contra Franco mediante la guerra revolucionaria o derrota".