La celebración del "Día del Trabajo" en EEUU, el próximo lunes, invitan a la reflexión sobre la pobreza y marginación en la que viven entre tres y cuatro millones de trabajadores migrantes en Estados Unidos.
Ellos constituyen el espinazo de una potente industria agrícola que genera anualmente 28.000 millones de dólares en Estados Unidos: son los que cultivan y cosechan las frutas y verduras en California, Texas, Washington, Florida, Carolina del Norte, Oregón, Michigan, Idaho, Arkansas, Oklahoma o Luisiana, entre otros estados.
Pero, con demasiada frecuencia, lo hacen en condiciones peligrosas y de baja remuneración: su ingreso está por debajo del nivel de pobreza pero, a cambio, están expuestos durante largas horas al sol, la deshidratación, y con el riesgo de accidentes y contaminación con plomo, nitrato y diversos pesticidas.
Si no lo pagan con su vida, muchos afrontan condiciones más propias de un país subdesarrollado: viven en casuchas, trabajan con poca protección solar ante temperaturas que superan los 37 grados centígrados y, debido a su transitoriedad, tienen poco acceso a servicios médicos y de beneficencia pública.
Con frecuencia necesitan la ayuda de algún sindicato u organismo cívico solidario en busca de indemnización.
Ese fue el caso con vendimiadores que cuidan de los viñedos en el valle central de California. Los trabajadores, denunciaron en julio pasado "muchas" violaciones a las leyes laborales, principalmente la falta de suficiente agua o sombrillas.
También demandaron a la agencia encargada de la seguridad en el trabajo, Cal-OSHA, a la que acusaron de ser incapaz de proteger a los 650.000 trabajadores que trabajan la tierra en 35.000 granjas en California.
La demanda dice que seis trabajadores murieron en 2008 debido a la inclemencia del sol, pero Cal-OSHA insiste en que fueron tres y que ha incrementado las inspecciones y los esfuerzos para proteger a los trabajadores.
Que aún en su pobreza y precarias condiciones laborales los trabajadores viven relativamente mejor que en México o en Centroamérica, de donde proviene la mayoría de ellos, sirve de poco consuelo a quienes militan por una reforma migratoria integral en EEUU.
La novela clásica "Las uvas de la ira", del estadounidense John Steinbeck, sirvió en 1939 como radiografía de la situación de los trabajadores migrantes durante la Gran Depresión, mientras que en 1960, el documental de CBS, "Cosecha de la Vergüenza" ("Harvest of Shame"), expuso ante el mundo las persistentes deplorables condiciones en las que continuaban trabajando.
En la continua crisis económica de 2009, que ha golpeado con severidad a la comunidad inmigrante, pareciera que Steinbeck y el documental siguen siendo relevantes. Las condiciones laborales han mejorado muchísimo desde la Gran Depresión, claro está, pero los asuntos de subsistencia y seguridad laboral son igual de apremiantes, pero la realidad es que los trabajadores agrícolas siguen marginados, con poco acceso a techo, agua potable y comida a diario.
Ellos constituyen el espinazo de una potente industria agrícola que genera anualmente 28.000 millones de dólares en Estados Unidos: son los que cultivan y cosechan las frutas y verduras en California, Texas, Washington, Florida, Carolina del Norte, Oregón, Michigan, Idaho, Arkansas, Oklahoma o Luisiana, entre otros estados.
Pero, con demasiada frecuencia, lo hacen en condiciones peligrosas y de baja remuneración: su ingreso está por debajo del nivel de pobreza pero, a cambio, están expuestos durante largas horas al sol, la deshidratación, y con el riesgo de accidentes y contaminación con plomo, nitrato y diversos pesticidas.
Si no lo pagan con su vida, muchos afrontan condiciones más propias de un país subdesarrollado: viven en casuchas, trabajan con poca protección solar ante temperaturas que superan los 37 grados centígrados y, debido a su transitoriedad, tienen poco acceso a servicios médicos y de beneficencia pública.
Con frecuencia necesitan la ayuda de algún sindicato u organismo cívico solidario en busca de indemnización.
Ese fue el caso con vendimiadores que cuidan de los viñedos en el valle central de California. Los trabajadores, denunciaron en julio pasado "muchas" violaciones a las leyes laborales, principalmente la falta de suficiente agua o sombrillas.
También demandaron a la agencia encargada de la seguridad en el trabajo, Cal-OSHA, a la que acusaron de ser incapaz de proteger a los 650.000 trabajadores que trabajan la tierra en 35.000 granjas en California.
La demanda dice que seis trabajadores murieron en 2008 debido a la inclemencia del sol, pero Cal-OSHA insiste en que fueron tres y que ha incrementado las inspecciones y los esfuerzos para proteger a los trabajadores.
Que aún en su pobreza y precarias condiciones laborales los trabajadores viven relativamente mejor que en México o en Centroamérica, de donde proviene la mayoría de ellos, sirve de poco consuelo a quienes militan por una reforma migratoria integral en EEUU.
La novela clásica "Las uvas de la ira", del estadounidense John Steinbeck, sirvió en 1939 como radiografía de la situación de los trabajadores migrantes durante la Gran Depresión, mientras que en 1960, el documental de CBS, "Cosecha de la Vergüenza" ("Harvest of Shame"), expuso ante el mundo las persistentes deplorables condiciones en las que continuaban trabajando.
En la continua crisis económica de 2009, que ha golpeado con severidad a la comunidad inmigrante, pareciera que Steinbeck y el documental siguen siendo relevantes. Las condiciones laborales han mejorado muchísimo desde la Gran Depresión, claro está, pero los asuntos de subsistencia y seguridad laboral son igual de apremiantes, pero la realidad es que los trabajadores agrícolas siguen marginados, con poco acceso a techo, agua potable y comida a diario.