El pasado mes de noviembre se presentó en Madrid el proyecto de colocación de hasta 32 placas en calles de la capital para honrar a figuras y colectivos republicanos (también a algunos fascistas) en un intento del Ayuntamiento por "cerrar" la memoria histórica.
Tras años de proyectos y contraproyectos, se han dejado en el tintero bastantes cosas. Quizá la más importante se deriva de los pactos de la Transición, es decir, de esa ley de punto final que una oposición domesticada firmó con los cómplices del franquismo. Nos referimos a que todavía no se ha reconocido oficialmente que el golpe militar de 1936 acabó con la legalidad existente e implantó, tras tres años de guerra, una horrorosa dictadura que, lejos de ser abatida, fue transformada en esa democracia parlamentaria -con rey incluido- en la que nos encontramos.
Un golpe militar que no fue otra cosa que una contrarrevolución preventiva de los amos del país (burguesía y nobleza terrateniente, incluyendo al clero) ante la inevitable revolución de los trabajadores, revolución que acabaría con una sociedad basada en el privilegio y la explotación.
Ahora que ya han pasado muchos años se pretende honrar la memoria de quienes se opusieron a ese golpe militar fascista. Pero la alcaldesa de Madrid ha decidido dejar fuera de la memoria a los principales protagonistas: los trabajadores revolucionarios que se opusieron a los militares no para defender la legalidad republicana sino para construir una sociedad sin gobernantes ni gobernados, sin explotadores ni explotados. No se cambiaron en su día los nombres de ciertas calles y plazas, y se sigue sin hacer; faltan homenajes a ciertos luchadores (anarquistas en su mayoría, ¡qué casualidad!) y se mantienen placas y monumentos fascistas. Pero, sobre todo, notamos que la "reconciliación" lo impregna todo. Y con un Ayuntamiento gobernado por Manuela Carmena, de la coalición Podemos, ex jueza y antigua (¿antigua?) militante del Partido Comunista.
¿Tendrá algo que ver que su primer acto oficial fue ir a presentar sus respetos al obispo? Sí, decimos bien; nada más ser investida como alcaldesa, nuestra inefable regidora fue a presentar sus respetos al obispo de Madrid, que la esperaba encantado en el Palacio Episcopal. Relación entre ambos que debe ser estupenda, pues cenan juntos en Nochebuena, eso sí, acompañados de pobres a los que invitan a través de Mensajeros de la Paz, una organización que tiene mucha experiencia en cenas de caridad: en tiempos de Franco era su mujer (con sus collares) quien solía presidir el ágape.
Esta supuesta izquierda que sustituye la solidaridad por la caridad y el culto a la razón por otros cultos más mundanos, también demuestra la validez de la máxima de Lampedusa ("cambiar todo para que todo siga igual"), entre otras cosas privatizando actividades municipales. Las tradicionales Cabalgatas de Reyes son ahora organizadas por empresas que cobran alrededor de 19.000 euros en cada distrito municipal. Algo que antes salía sensiblemente más barato, ya que eran organizadas por las asociaciones de vecinos.
¿Acaso la Iglesia ha prometido a Podemos que no solo irá al cielo, sino que lo hará en coche-cama? No lo sabemos a ciencia cierta, pero lo que sí sabemos es que entre tanto se hacen favores mutuos. Y si no, ¿por qué cierta librería-editorial madrileña del entorno podemita ocupa unos estupendos y bien situados locales propiedad de las monjitas de nosequé? Es una pregunta inocente. La respuesta, como diría Bob Dylan, "está en el viento".
Artículo extraído del periódico anarquista "Tierra y Libertad". Enero 2018