Autor : C. Arteche
Edita: Gráficas Atlántida
Año: 1936
La España de finales del siglo XIX se caracteriza por ser un sistema político frágil que conllevó el desarrollo de una cultura política ajena a los derechos políticos y libertades de los ciudadanos. No nos sorprende por tanto, que las mujeres al igual que los hombres estuvieran al margen de este ámbito político, y que ni siquiera se planteara la posibilidad de concederles el derecho a sufragio o de concederles siquiera ningún derecho político.
Con la llegada de las Restauración esta situación no experimentó cambio alguno, y el rol social de la mujer continuó en la sombra a través de una serie de restricciones de carácter legal. Esta situación se mantuvo hasta 1931, cuando se comenzaron a romper, aunque poco a poco, los roles sociales tradicionales, aumentaron las oportunidades de acceder a una educación elemental y superior, se llevaron a cabo reformas constitucionales que legalizaban el divorcio y el aborto.
Las mujeres con el estallido de la revolución y las tensiones que esta creó, asumieron roles que anteriormente ostentaban los hombres, como producir productos industriales, transportarlos, distribuirlos, fabricación de armas, alimentos…
Estas funciones no sólo permitieron la incorporación de la mujer al espacio público, sino que, gracias a ellas, comienzan a asumir roles que antes solamente estaban ocupados por hombres. Anterior al estallido de la revolución ya encontramos diversas organizaciones femeninas y feministas que se organizan en pos de la lucha por sus derechos, su dignidad y su visibilidad social y política. Muchas de ellas, con la Guerra Civil, clamaban que la revolución sería feminista.
Los cambios de roles de género aparecieron entre las organizaciones antifascistas, entre ellas, las anarquistas, sin embargo, pocas imágenes presentaban a la mujer como combatiente directa. Un ejemplo es este cartel del dibujante Arteche titulada “Les milicies us neccessiten” (1936), donde distinguimos a una mujer combatiente, provocadora, emprendedora. La figura de la miliciana fue muy utilizada en los carteles transmitiendo coraje, esperanza y resistencia.
Los cambios de roles de género aparecieron entre las organizaciones antifascistas, entre ellas, las anarquistas, sin embargo, pocas imágenes presentaban a la mujer como combatiente directa. Un ejemplo es este cartel del dibujante Arteche titulada “Les milicies us neccessiten” (1936), donde distinguimos a una mujer combatiente, provocadora, emprendedora. La figura de la miliciana fue muy utilizada en los carteles transmitiendo coraje, esperanza y resistencia.
En este cartel la figura de la mujer es el punto focal visual principal, representada en un tamaño mayor que los combatientes milicianos masculinos que figuran a su espalda. Vemos a la mujer vestida de miliciana, apuntando con su dedo a la audiencia, un gesto provocador que capta de inmediato su atención. Esta técnica no es nueva, sino que se utilizó ya en un cartel de Alfred Leete (“Your Country need you” de 1914), en el que aparece el secretario de Estado inglés, Lord Kitchener, exhortando: "Britons wants you. Join your Country’s Army. God Save the King", instando al espectador a alistarse en el ejército británico.
En referencia al cartel realizado por Cristobal Arteche, la figura de la miliciana aparece firme, segura y decidida, levemente inclinada hacia delante, su brazo izquierdo completamente extendido, llama a las armas al espectador. El uniforme ceñido marca sus pechos y sus caderas que resaltan gracias a la policromía del atuendo en contraposición con los tonos ocres del fondo. Esta imagen de la miliciana difiere de las proyectadas por los carteles soviéticos, en los que aparecen mujeres que además de mostrar una actitud decidida, tienen una complexión fuerte y levantan una herramienta de trabajo en un contexto bien agrícola o bien industrial. Viste un mono de trabajo de color azul, una camisa con las mangas remangadas, tal y como visten sus compañeros en el frente (observamos un miliciano con la misma vestimenta justamente tras ella) y un cinturón en el que guarda la munición. El uniforme masculino hace referencia a las normas culturales de masculinidad que suscitan firmeza, valentía, protección…y que le confieren esa autoridad para llamar al frente a los milicianos, que no a las milicianas. Es una imagen de un impacto indudable, no sólo por los recursos estilísticos utilizados, sino por tener un carácter subversivo y rompedor. Para las mujeres adoptar este atuendo masculino significaba un desafío a la apariencia, una reivindicación a favor de la igualdad de condiciones. Pese a estar dominado por una figura femenina, el mensaje del cartel es un desafío dirigido a los hombres para que se unan a la milicia y luchen contra el fascismo. Se juega con un sentimiento patriarcal no superado, y trata de provocar al hombre que está en la retaguardia. No se trata de un mensaje estético, sino imperativo.
La representación pictórica está delimitada por una línea continua de color rojo en la parte inferior y el texto a modo de línea superior encuadra que el espacio del cartel y lo mantiene los dos planos unidos. El color es el mismo rojo que el utilizado para las banderas. En estos carteles que llaman a las armas, los colores dominantes son siempre el rojo y el negro, debido a su fuerza visual y, en este caso concreto, a la vinculación del mismo con el bando anarquista, así observamos la bandera de la CNT-FAI.
La miliciana representada concuerda más con un prototipo físico extranjero que con el de una mujer española de clase obrera de aquella época. Una mirada seductora, penetrante y rasgos afilados que captan la atención del espectador deseado, y dirigen obligatoriamente la vista hacia el dedo acusador que le señala e incita directamente. Analizando otros ejemplos de carteles posteriores y los discursos y actitudes de los componentes masculinos del bando antifascista, descubrimos, que la figura de la miliciana no constituía un nuevo prototipo de mujer, sino que constituía simplemente un símbolo de la guerra y de la revolución. Esta nueva imagen de género, no es debida al contexto socio-político, sino que responde a una necesidad puntual por parte de la lucha antifascista para solventar las necesidades de la guerra. En un primer momento era necesario llamar al frente a la población y, la imagen de una mujer llamando al frente despertaba un sentimiento de identidad patriarcal en los hombres. En cuanto hicieron falta en la retaguardia, se prohibió por parte del gobierno republicano burgués su presencia en el frente, alegando una mala preparación.