Actualidad del ciudadanismo
Breve análisis
Mucho se ha hablado en nuestros medios sobre el ciudadanismo, y sus nocivos efectos sobre las luchas revolucionarias. En este texto pretendemos realizar una breve introducción sobre dicha ideología, realizar un análisis de su significación en el contexto actual y finalizar advirtiendo de lo peligroso que puede resultar para el Movimiento Libertario asumir ciertos postulados propios del ciudadanismo.
Breve análisis del ciudadanismo
“Por ciudadanismo, entendemos en principio una ideología cuyos rasgos principales son:
• La creencia de que la democracia es capaz de oponerse al capitalismo.
• El proyecto de reforzar al Estado (o los Estados) para poner en marcha esa política.
La finalidad expresa del ciudadanismo es humanizar al capitalismo, volverlo más justo, proporcionarle de alguna forma, un suplemento de alma.
Partiendo de esta breve definición de Alain C. realizada en el texto “el impasse ciudadanista. Contribución a una crítica del ciudadanismo”, ahondaremos brevemente en el ser de esta ideología.
El ciudadanismo pretende ser un triste sustituto de una clase obrera prácticamente aniquilada como clase revolucionaria y desclasada como conjunto. La lucha de clase es sustituida entonces por las movilizaciones ciudadanas. De este modo se pretende ejercer presión sobre las instituciones y que éstas cedan a las exigencias realizadas por los diversos movimientos ciudadanos.
Pero, ¿quién da forma y masa social al ciudadanismo? La mal llamada clase media. Una gran masa asalariada más o menos precarizada que disfruta de las delicias que el capitalismo le ofrece a través de la sociedad de consumo. Clase que se desarrolla y alcanza su climax a lo largo de la segunda mitad del s.XX en el transcurso de la consolidación del Estado del Bienestar, y en las últimas décadas afectadas por los ajustes económicos y sociales que marca el capital. La nostalgia por un pasado de falso bienestar moviliza a esta clase.
De la negación de un conflicto entre clases, se desprende que inevitablemente el ciudadanismo sea interclasista. No tiene reparos en aceptar entre sus filas a pequeños empresarios y politicuchos de segunda fila, también molestos por no recibir suficientes migajas del pastel.
Grupo en la honda de ATTAC, Los Verdes, Ecologistas en Acción, organizaciones antiglobalización, ONG’s, SOS Racismo, grupos feministas, las viejas burocracias sindicales – CCOO y UGT-, partidos de izquierda como IU y una infinidad de colectivos dan en conjunto variedad y siglas a las sopas de letras que sustentaban las convocatorias ciudadanas. Pudimos verlas en el estado español por primera vez con bastante poder de convocatoria en las movilizaciones antiglobalización de Barcelona en 2001.
El ciudadanismo nunca y bajo ningún concepto pretende cuestionar la función de las instituciones y, por lo tanto, ni mucho menos su abolición. El análisis del ciudadanismo sobre la problemática social no va más allá de considerar como negativos los excesos del capitalismo, y aporta como solución el fortalecimiento de las instituciones democráticas y el fortalecimiento de un supuesto antagonista al capital, el Estado.
No resulta muy difícil deducir que el ciudadanismo pretende reforzar el actual sistema. A pesar de una supuesta y débil oposición a sus excesos, otorga legitimidad a las estructuras desde las cuales se nos gobierna y subyuga. Pretende ser un lavado de cara del sistema.
Por lo tanto podemos concluir que el ciudadanismo es parte del sistema, dado que otorga validez a sus instrucciones y de paso, pretende fortalecerlas. Actúa dentro de los márgenes de protesta que el sistema consiente porque no supone una amenaza para el mismo. De hecho, el ciudadanismo representa una magnífica vía para canalizar el malestar correspondiente a un capitalismo cada vez más voraz.
En tanto ideología del sistema, el ciudadanismo entra en su lógica y acepta a los interlocutores del capital, es decir, a los medios de comunicación. Su lenguaje y sus acciones quedan totalmente condicionados a su nivel de “mediatismo”. Los medios de comunicación marcan la hoja de ruta de las movilizaciones ciudadanistas y de hecho, los medias izquierdistas – El País y Público- suponen un poderoso aliado para este movimiento.
La utilización de eufemismos en constante cambio, el empleo de palabras reforzadas positivamente – ciudadano, cívico, democrático- o negativamente – violencia, antisistema-, la valoración de las luchas por lo cuantitativo y no lo cualitativo, modas mediáticas, una estética determinada dentro de los cánones de la “normalidad”… son distintas muestras que deja la evidente relación entre el lenguaje del ciudadanismo y el de los medios de comunicación, es decir, los “altavoces” del sistema.
Se asume y se le da legitimidad a los valores del sistema y a las connotaciones que este le da a dichos términos. Pongamos como ejemplo un fragmento del texto "el asesinato de las ideologías” de las Juventudes Anarquistas de León a propósito de la significación de la palabra violencia.
La propia concepción del movimiento como no violento asume, en nuestra opinión, el concepto de violencia utilizado por el Poder. Dentro de esa concepción, se encuentra indisoluble la aceptación del monopolio de la violencia del Estado. Violencia es, de este modo, toda actividad que atente contra el Orden actual impuesto, impidiendo el normal desarrollo de las actividades cotidianas del conjunto de “ciudadanos” ya sea actuando contra individuos u objetos, sin la correspondiente autorización de quien legalmente corresponda. El concepto de violencia manejado es algo totalmente subjetivo y contemporáneo a una realidad concreta. Por ejemplo, no es violento sentarse en una plaza sin interrumpir el tránsito de las personas, pero sí lo es sentarse en una avenida concurrida por personas y vehículos; o no es violento tirar rosas de papel al aire, pero si lo es tirar piedras contra la cristalera de un banco; todos ellos objetos inanimados (como barrera de carbono).
Esta concepción de violencia asume el papel de inferioridad que el individuo juega en las sociedades jerarquizadas. En nuestra opinión, violencia es todo acto que, a través de cualquier medio, sea físico o psíquico, busca el sometimiento del individuo a una serie de intereses ajenos a él. De este modo, nosotros no podemos entender como violento ningún acto que partiendo de un individuo sometido se ejerce contra el sujeto o idea bajo la cual está sometido. Si bien tampoco somos defensores de aquello de que “el fin justifica los medios” y tampoco estamos de acuerdo en eso de que todo lo que sea hacer vale. En cualquier caso, los continuos llamamientos a la resistencia pacífica, aún con policías cargando agresivamente, nos parecen, en ciertas circunstancias, no sólo un error estratégico sino además una verdadera proclama a la estupidez humana”.
El ciudadanismo acepta y reproduce la ideología dominante. Y como tal, es totalitaria, excluyendo y atacando a todo aquello que rompa con la verdad y los límites que el sistema consiente. No sólo da legitimidad a las estructuras de dominación, sino también a su lenguaje y su lógica.
El principal error que el ciudadanismo comete pasa por considerar que sus valores forjados en los años locos de bonanza consumistas son universales e insustituibles. Es incapaz de ver que todas aquellas patrañas de bienestar, desarrollo sostenible, democracia y demás imaginario simbólico sólo eran una fase del Capitalismo. Tras lograr aniquilar –practicamente- a la clase obrera bajo esas falsas promesas, disolver sus vínculos de clase y borrar su pasado, al sistema ya no le sale rentable mantener esas migajas. En definitiva: el ciudadanismo es un movimiento de nostálgicos de un pasado que se desvanece. Un pasado que no fue más que un sueño, un letargo donde sumir las conciencias y que algunos ilusos aún pretenden rescatar.
Una vuelta de tuerca del ciudadanismo: el 15 – M y el lobo con piel de oveja.
El ciudadanismo sirvió a los intereses de la izquierda progresista (PSOE) para debilitar a la derecha post-franquista (PP) en el poder durante ochos años. Los masivos actos del movimiento antiglobalización, las movilizaciones contra la guerra de Irak y las protestas frente a la patética gestión del gobierno del PP con las crisis del Prestige a la Moncloa. El ciudadanismo había sido un instrumento de los “socialistas” para desgastar al pasado Gobierno.
A pesar de la oleada de recortes que trajo consigo la crisis y la ya más que evidente desacreditación de los sindicatos burócratas (CCOO y UGT), los actos de resistencia eran poco menos que testimoniales. El bipartidismo se asentaba con cada vez más fuerza en el circo parlamentario, desplazando a las fuerzas minoritarias como IU.
El ciudadanismo no era más que una herramienta abandonada en el suelo, pero entonces algo cambió un 15 de Mayo. Ya desde meses antes, iban surgiendo ciertos colectivos que cuestionaban el bipartidismo reinante y la nula respuesta por parte de los agentes sociales ante la oleada neoliberal de recortes que desde Europa se imponían. Juventud sin futuro y ¡Democracia Real Ya! calentaban el viejo ciudadanismo con un toque de radicalidad bajo el lema de “no nos representan”.
Lo que pasó es de sobras conocido. Las plazas se llenaron de consumidores descontentos con el actual rumbo de las cosas. El bipartidismo no contentaba a un sector de la población que veía en los dos grandes partidos dos marionetas del capital. Las instituciones estaban a merced de los designios de los “mercados”. El desmantelamiento del “Estado de Bienestar” se aceleraba a pasos agigantados sin que nadie chistara.
Ante esta radicalización de los excesos del capitalismo, el ciudadanismo actuó en consecuencia. Decidió recuperar, sólo en aspecto, el viejo asamblearismo. A pesar de lo variopinto de la multitud que poblaba las plazas, esas asambleas se convirtieron en una especie de terapia colectiva de consumidores y votantes frustrados, integrantes de la clase media descontentos con la pérdida de las delicias de la sociedad de consumo.
Se cuestionaba el bipartidismo, no el parlamentarismo como sistema de dominación. Se cuestionaba el actual papel de los Estados como marionetas del Capital, y se exigía que estos volvieran al papel intervencionista y protector de los intereses de la clase media que el keynesianismo le había otorgado. Se era incapaz de ver al Estado con una óptica diferente, es decir, aquella que lo juzga como un instrumento de dominio al servicio de los intereses de la clase dominante bajo una forma u otra. Se cuestionaba que los cuerpos de seguridad del Estado no estuvieran “al servicio del ciudadano”, no su labor esencialmente represiva. Se cuestionaba el abandono por parte de los Sindicatos de Estado de su función de representantes de los intereses de los trabajadores, no la necesidad de dotarse de herramientas propias – o sea, Sindicatos- que desde la acción directa y la horizontalidad plantasen cara a los ataques capitalistas.
¿No os suena esto ya de antes? Es el enemigo de siempre: el ciudadanismo. Radicalizado para canalizar las frustraciones de la población ante una evidente crisis de legitimidad de interlocutores sociales y para ser presentado como algo “novedoso”, pero ciudadanismo al fin y al cabo. Sumando esto al eco mediatico que desde los medios progresistas como Publico o El País producían y la función difusora a través de las redes sociales, obtenemos como resultado una movilizaciones masivas.
Por lo demás, lo de siempre: la búsqueda de la llamada de atención de los media, espectáculo, la no-violencia legitimadora del monopolio de la violencia estatal … nada nuevo. Incluso los actos de “desobediencia civil” no eran un fin en sí mismo que negase la legitimidad de la autoridad, sino para un medio hacerla reaccionar y ponerla de parte de los ciudadanos. Nostalgia nuevamente, de un pasado en el que la policía protegía el orden y la tranquilidad del consumo.
Breve comentario sobre las influencias del ciudadanismo en el anarquismo
Parece ser que en los últimos tiempos, el ciudadanismo estila la okupación y la desobediencia. La careta de radicalismo parece estar dándole sus frutos, pues muchos militantes libertarios parecen haber caído en su engaño.
Muchos, llevados por el ímpetu de sumar más, llegar a la gente y salir del ghetto acaban reproduciendo en el Movimiento Libertario las ideas – fuerza del ciudadanismo. La búsqueda del número, aparente y engañoso, sobre la militancia real y trabajosa; la suma a la ola de las modas mediáticas; el recelo a nuestra propia ideología como si el anarquismo fuera cosa de un selecto grupo minoritario, incapaz de ser comprendido por la masa; el inmediatismo, que deriva en esperar de la noche a la mañana la formación de un movimiento anarquista de masas con una varita mágica; la manía de no decir las cosas con la pretensión de querer sonar bien a la gente…
Como bien refleja un texto antes citado ser más de lo mismo no nos ayuda en absoluto, salvo a aportar por el ciudadanismo nuevas siglas en su habitual gazpacho de organizaciones. La fórmula de crecimiento pasa por asumir lo que somos y a qué contexto social nos enfrentamos, desterrando delirios de grandeza. Desde el trabajo diario, la autoformación, la capacidad crítica y de análisis con todo aquello que nos rodea lograremos un crecimiento cualitativo de un movimiento anarquista que sufre demasiado las influencias del “mundillo alternativo”. Del trabajo constante y militante se desprenderá necesariamente un crecimiento cuantitativo si somos capaces de demostrar a la sociedad ser una alternativa real, y no maquillada. Es necesario arrancarles las caretas a los brazos del capital y el Estado, vengan de donde vengan, aunque estos se disfracen de libertarios.
Artículo extraído de la revista "Adarga" : El número 1, subtitulado “Nace lo que renace. El Horizonte de la CNT”, está dedicado especialmente a la crisis que vivimos hoy, por una parte, y también al debate entre sindicalismo y anarquismo, y las derivas socialdemócratas en el anarcosindicalismo.