Entrevista al Cardenal Rouco Varela, referente de la Iglesia católica en España, dejando claras sus coincidencias ideológicas con el Ibex 35, el Partido Popular, Ciudadanos, PSOE... entrevista dada a un medio de la prensa burguesa, entrevista que no vamos a reproducir, pero, entrevista de la cual extraemos perlas como estas...
¿Por qué dice usted que España es un bien moral superior?
Porque es la forma histórica, concreta, en la que se configura la comunidad política que asegura a los que formamos parte de ella bienes fundamentales y esenciales: la garantía de la Justicia en su elemento más fundamental de neutralizar la violencia, de evitar, en frase famosa de un filósofo muy conocido del derecho de la Ilustración, que la sociedad se convierta en un teatro fatal de la lucha de omnium contra omnes [de todos contra todos], la seguridad de la convivencia y de la cooperación solidaria para una obtención justa y humanamente fecunda del bien común. El pertenecer o no pertenecer a la comunidad política no es un asunto moralmente libre. Es decir, el anarquismo, considerado y valorado con los criterios propios de la conciencia cristiana, no es aceptable. Por lo tanto, si España es el nombre de la realidad histórica concreta o, lo que es lo mismo, de la comunidad política en la que vives, debes de cuidar su unidad en la justicia, en la solidaridad, en el amor y en la paz. Y no puedes decir que te vas, que rompes unilateralmente con ella porque estás rompiendo un bien muy decisivo para ti y para los demás.
¿Qué le parece la ley de memoria histórica?, que se vayan a cambiar calles y todo eso…
No es lo más oportuno que se haya podido hacer en el arranque del siglo XXI en España. No se debe olvidar que hemos pasado en la década de los 70 de una situación histórica, dramática y complicada, a una reconciliación efectiva entre los españoles con el proceso no sólo político-jurídico, que significó y significa la Constitución vigente del 78, sino también, con el trasfondo social, cultural y espiritual que lo inspiró y lo sustentó. Deberíamos dar por finiquitada esa visión de una historia de España, partida en dos Españas, que no se reconocen mutuamente, alumbrada por la Ilustración, crecida y debatida intelectualmente al socaire de nuestras dolorosas experiencias históricas de los siglos XIX y XX. Pues no tener en cuenta suficientemente lo que supuso la Transición, su valor -un valor que trasciende lo sociológico y lo político y que alcanza a los fundamentos mismos culturales y éticos de nuestro común camino en el presente y hacia el futuro- o querer revisarlo, de algún modo, ni es oportuno, ni bueno.
¿Por qué dice usted que España es un bien moral superior?
Porque es la forma histórica, concreta, en la que se configura la comunidad política que asegura a los que formamos parte de ella bienes fundamentales y esenciales: la garantía de la Justicia en su elemento más fundamental de neutralizar la violencia, de evitar, en frase famosa de un filósofo muy conocido del derecho de la Ilustración, que la sociedad se convierta en un teatro fatal de la lucha de omnium contra omnes [de todos contra todos], la seguridad de la convivencia y de la cooperación solidaria para una obtención justa y humanamente fecunda del bien común. El pertenecer o no pertenecer a la comunidad política no es un asunto moralmente libre. Es decir, el anarquismo, considerado y valorado con los criterios propios de la conciencia cristiana, no es aceptable. Por lo tanto, si España es el nombre de la realidad histórica concreta o, lo que es lo mismo, de la comunidad política en la que vives, debes de cuidar su unidad en la justicia, en la solidaridad, en el amor y en la paz. Y no puedes decir que te vas, que rompes unilateralmente con ella porque estás rompiendo un bien muy decisivo para ti y para los demás.
¿Qué le parece la ley de memoria histórica?, que se vayan a cambiar calles y todo eso…
No es lo más oportuno que se haya podido hacer en el arranque del siglo XXI en España. No se debe olvidar que hemos pasado en la década de los 70 de una situación histórica, dramática y complicada, a una reconciliación efectiva entre los españoles con el proceso no sólo político-jurídico, que significó y significa la Constitución vigente del 78, sino también, con el trasfondo social, cultural y espiritual que lo inspiró y lo sustentó. Deberíamos dar por finiquitada esa visión de una historia de España, partida en dos Españas, que no se reconocen mutuamente, alumbrada por la Ilustración, crecida y debatida intelectualmente al socaire de nuestras dolorosas experiencias históricas de los siglos XIX y XX. Pues no tener en cuenta suficientemente lo que supuso la Transición, su valor -un valor que trasciende lo sociológico y lo político y que alcanza a los fundamentos mismos culturales y éticos de nuestro común camino en el presente y hacia el futuro- o querer revisarlo, de algún modo, ni es oportuno, ni bueno.