viernes, 26 de febrero de 2021

Núcleo Confederal de Cieza: Desidia


Puede decirse que la pandemia del SARS-CoV- 2, que se inició hace un año y sigue sin remitir, ha sido el suceso que nos ha iniciado en el siglo XXI. Va a marcar un antes y un después en la historia, por muchas razones. Por su alcance global, su potencial de contagio y de saturación de los sistemas sanitarios, junto a sus consecuencias económicas en el gasto público, en el empleo, y en el corte de las ayudas de las que, por la propia lógica del sistema, depende para subsistir la población más pobre del planeta. 

Por el impacto psicológico y en la vida social que ha supuesto tanto el virus, como las medidas de contención para evitar contagios, que no han sido conocidas nunca por las generaciones vivas. También por cómo los derechos y libertades, se ven afectados por los sucesivos estados de alarma, y por el confinamiento de la población, lo que también puede afectar a su capacidad de respuesta ante los abusos del capital, que aprovecha la ocasión para el despido indiscriminado de personal, y del estado, que dirige la crisis hacia mayores cotas de poder para la élite política estatal y sus fuerzas represivas.

La delegación de la soberanía popular, un rasgo sistémico del modelo parlamentario de democracia, genera las condiciones para su autodestrucción. Y ha sido la propia dinámica regresiva de la democracia parlamentaria en descomposición hacia el populismo más asqueroso, la que manteniendo a la población en la minoría de edad política, ha sentado las bases de una pasividad que podría derivar hacia el fascismo puro y duro. El virus ha dado la oportunidad de observar el rendimiento político que puede obtener la ultraderecha ante una crisis como la actual, cuán vulnerables somos a la manipulación informativa por parte de sus elementos. Han sabido explotar la desconfianza que la población siente hacia sus dirigentes políticos, las instituciones internacionales, las empresas, e incluso hacia la ciencia como institución. También el individualismo y el egoísmo propio de una sociedad que delega su responsabilidad social en el estado y en el mercado. Así, cuando más hemos necesitado de la responsabilidad de cada uno en la contención del virus y en la solución a los problemas que está agravando, se ha perdido el tiempo negando su gravedad o incluso su existencia, atribuyéndosela a tal o cual conspiración secreta sin tener pruebas de ello. Se han defendido alternativas a la vacuna o a la sanidad pública a las que no podemos recurrir porque actualmente no existen. Se han manifestado a cara descubierta contra la molestia de llevar una mascarilla, faltando al respeto a nuestros muertos y abandonando a nuestros sanitarios y cuidadores en primera línea de fuego. Igual que se cayó en la trampa de provocar un vandalismo y una violencia gratuita en los jóvenes, que en nuestra población ha estado produciendo daños y molestias a los vecinos, llegando a la quema de varias hectáreas de olivo incluyendo la evacuación de un colegio de primaria. Es el resultado de muchos años de fracaso del sistema educativo estatal, pero sobre todo, de la desidia general de un pueblo sin dignidad, desclasado e ignorante de su propia capacidad de autogobierno.

Lo único seguro sobre el origen del virus es que estamos rompiendo los equilibrios naturales y que esto nos va a traer consecuencias, por lo que deberíamos asumir que el año 20 ha sido un punto de inflexión y de no retorno a la “normalidad”, que estas crisis se van a repetir porque vivimos bajo un sistema insostenible que está llegando a su límite. Mejor que ignorar el virus, sería entender este mensaje. El tiempo vuela y es importante dirigir nuestros esfuerzos a retomar las riendas de nuestras vidas, asumiendo la responsabilidad que nos toca: organizarnos y luchar por el control popular de la ciencia, la tecnología, y los medios de producción en su conjunto, y por su adaptación ecológica, en un régimen de autogestión y democracia directa asamblearia. Cada día es más evidente que fuera del camino libertario, solo queda el caos y más allá, la nada.

Por los más vulnerables, que son los que más están sufriendo la crisis. Por los que han muerto y por los que van a nacer. Vamos a darle la vuelta a esta deprimente “nueva normalidad” impuesta por los que nos dominan y explotan. Organiza, teje la red popular, educa, cultiva, lucha por lo que te pertenece, y CREA alternativa desde allí.

¡Pueblo trabajador, que no te equivoquen, el futuro sigue estando en tus manos: si tú paras, el mundo para!