El trabajo en el banco de alimentos es continuo. Aquí no  entienden de vacaciones ni de festivos, es necesario llegar a toda la  provincia para cubrir las necesidades de las familias gaditanas. Mateo  Sánchez, presidente de esta organización, lleva siempre el móvil  encendido, «nunca sabes cuándo te pueden llamar para avisarte de que hay  un camión listo», y hay que responder rápido «porque si no puedes ir a  por él, pasan al siguiente de la lista». En pleno mes de agosto, la  actividad en el almacén que tiene el Banco de Alimento en la Zona Franca  es intensa. «Tenemos que acabar con un paquete que nos ha llegado de la  Unión Europea antes de septiembre y ahora nos acaba de llegar otro de  salchichas», afirma Mateo. Este es solo uno de los muchos cargamentos  que reciben a lo largo del año. Durante el año 2010 llegaron a repartir  más de dos millones de kilogramos de alimentos entre más de 300  asociaciones de la provincia, una cantidad a la que ya se ha llegado en  el primer semestre de 2011 por lo que a final de año esperan haber  superado las tres toneladas de alimentos repartidos.
Son buenas cifras que animan a los voluntarios a seguir  trabajando día a día, pero esconden tras de sí una realidad trágica.  «Tenemos más alimentos que ofrecer pero porque hay más familias a las  que llegar». Actualmente, el banco gaditano es el tercero que más  alimentos reparte en toda España, por detrás de dos grandes territorios  como son Madrid y Cataluña, aunque si se hiciera una comparativa  teniendo en cuenta el tamaño de cada lugar, seguramente Cádiz llegaría  al primer puesto. «Es normal», cuenta Mateo, «las cifras del paro son  más altas y por tanto la necesidad es mayor». Desde que la crisis  golpeara con mayor dureza a la provincia gaditana, el número de  colectivos que solicitan los servicios del banco de alimentos se ha  disparado. «Ahora tengo sobre mi mesa más de una veintena de solicitudes  que tenemos que revisar», cuenta Mateo Sánchez. «No todas podrán  recibir, ya que tenemos que hacer un análisis y ver cuáles son las más  necesitadas». Un ejemplo de los colectivos que tienen preferencia son  los comedores sociales, que llegan a ofrecer entre 500 y 600 almuerzos  diarios «y deben de tener un buen almacén con provisiones».
Este incremento de la demanda obligó a la asociación a  salir a al calle en busca de nuevas manos voluntarias. Publicaron un  anuncio en el que se pedía colaboración ciudadana y la respuesta fue  masiva. «En solo dos semanas recibimos más de 30 llamadas, aunque alguno  se creía que ofrecíamos un puesto de trabajo... pero no podemos pagar».  La mayoría de los que colaboran son profesionales prejubilados y  jubilados que llevan tareas de dirección, contabilidad, almacén,  transporte y aprovisionamiento. Ahora, entre los voluntarios también hay  parados que prefieren ocupar su tiempo libre ayudando a los demás. «Es  conmovedor ver como padres de familias que no tienen trabajo se ofrecen a  ayudar».
De momento, las necesidades del Banco de Alimentos están  cubiertas, sobre todo a partir de septiembre que llegará un nuevo  cargamento de la Unión Europea, aunque «si la crisis sigue así no  sabremos cuántos alimentos nos hará falta repartir».