El joven líder de Corea del Norte, el niñato Kim Jong-un, habló ayer por primera vez ante las masas para ensalzar al régimen comunista y a su fundador y abuelo, Kim Il-sung, cuyo centenario se celebró con un espectacular desfile militar en Pyongyang. Este tipo de ensalzamientos multitudinarios tienen asegurado el éxito por el miedo y la represión, cuando son dentro de sus fronteras, y por el pago de los servicios prestados, como en el pasado mundial de fútbol, cuando son en el exterior.
Tras los Juegos Olímpicos de Seúl (Corea del Sur) durante el verano de 1988, el presidente vitalicio de Corea del Norte, Kim Il-sung, iba a utilizar la celebración en Pyongyang del decimotercer Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, durante 8 días en julio de 1989, para vender la excelencias de su país y contrarrestar el éxito de su vecino del sur. El lema del festival “Por la solidaridad antimperialista, la paz y la amistad“. Para ello se embarcó en grandes proyectos arquitectónicos como el estadio Primero de Mayo, el mayor del mundo con capacidad para 150.000 personas, además de engalanar la ciudad y limpiar todo lo que diese mala imagen. Dentro de esta limpieza también se incluían las personas de pequeña estatura o con algún tipo de discapacidad que pudiesen afear el espectáculo.
Seis meses antes del evento, y en medio de la noche, la policía hizo una redada en las calles y casas de Pyongyang. Sin mediar ningún tipo de explicación, todos las personas con algún tipo de discapacidad fueron enviadas a remotas aldeas donde ya nada se volvió a saber de ellos. Otro grupo que sufrió la limpieza selectiva fueron las personas de baja estatura. Con el cuento de que los científicos norcoreanos habían descubierto un tratamiento para crecer rápidamente se reclutaron miles de voluntarios. Para ser eficaz se debía suministrar en un entorno propicio y bajo unas condiciones ambientales que, casualmente, se daban en unas apartadas islas del mar del Japón. Se fletaron dos grandes barcos, una para mujeres y otro para hombres, y fueron enviados a unas islas deshabitadas lejos de la civilización. Nada se volvió a saber de ellos.
El gobierno de Corea del Sur prohibió que los estudiantes de su país participasen en el festival, pero la líder estudiantil surcoreana Sukyung Lim, conocida como la Flor de la Unificación , consiguió asistir. A su regreso a Corea del Sur fue acusada de violar la Ley de Seguridad Nacional y encarcelada durante tres años y medio. Desde su salida de la cárcel, ella ha trabajado como periodista involucrándose en la lucha por los derechos humanos y la paz en la península de Corea.