Los trabajadores de Mooring logran la readmisión de tres compañeros que la empresa había despedido por negarse a realizar tareas peligrosas y ajenas a sus funciones.
La semana pasada sonaba el teléfono de Dani Valero, director de Mooring Port Services SL. Al otro lado de la línea se oyeron voces conocidas de la comunidad portuaria. En el muelle se decían cosas sobre el despido de tres amarradores, y querían saber cómo se iba arreglar el asunto. Valero fue tajante: “Imposible. No van a volver”.
Se equivocaba. Dos semanas después de que los tres amarradores fueran despedidos por desobedecer una orden que consideraron que les ponía en riesgo, la empresa se ha visto obligada a recular y readmitirlos a todos. La mañana del viernes pasado el comité de huelga y la dirección de Mooring llegaban al acuerdo que sella --al menos provisionalmente-- la paz social en el amarre barcelonés. Los tres portuarios serán reincorporados a sus puestos de trabajo y amonestados con una sanción consistente en la suspensión de empleo y sueldo por 31 días, sin que la empresa les niegue la posibilidad de recurrir la sanción ante la Justicia, extremo que representaba el principal escollo durante la negociación.
Para los afectados, esta exigencia de la parte patronal ha resultado reveladora. “La propia empresa se ha retratado”, razonaba el ahora readmitido Cristian Pérez. “Implícitamente ha reconocido que estaba actuando contra nuestros derechos, porque si tú me quieres impedir que yo te denuncie ante la Justicia, es porque sabes que algo estás haciendo mal, ¿no?”.
A juicio del comité de huelga y de los despedidos, aceptar la propuesta de la empresa habría sentado un precedente negativo para el conjunto de la plantilla, ya que habría dado poder a a la dirección para imponer sanciones arbitrariamente y desposeer a los trabajadores de la posibilidad de recurrir los tribunales para defender sus intereses. “No quiero volver al trabajo a cambio de hipotecar el futuro de todos mis compañeros”, declaró Pérez a la prensa.
Huelga-Relámpago
A la dirección de Mooring la huelga le intranquilizaba, pero no lo bastante. Había fiado su suerte a los altísimos servicios mínimos fijados para el amarre –-sólo dos amarradores y un patrón podían secundar el paro-- y calculó que la huelga no le haría daño a nivel operativo. Calculó mal. A primera hora de la mañana, nada más empezar la huelga, sus coches estaban inservibles por pinchazos, unos desperfectos inesperados en los botes requerían la intervención del mecánico y un nutrido piquete encabezado por trabajadores de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y apoyado por la USTP (Union Sindical de Trabajadores Portuarios) impedía cualquier movimiento que sobrepasase los servicios mínimos. Poco después, una operativa que trataba de usar empleados en período de formación fue detenida y hacia las 8hel piquete interceptó en la terminal de Transmediterránea a un encargado que estaba intentando transportar amarradores en su vehículo particular.
Apiñados frente a la base de Mooring, los huelguistas seguían atentamente el movimiento en el puerto a través del canal 12 de la frecuencia UHF y de las aplicaciones para móviles que muestran en tiempo real las maniobras de los barcos. Se había logrado paralizar la actividad de la empresa y los primeros servicios sufrían retrasos. El portacontenedores Benedikt Rainbow tuvo que volver a la zona de fondeo, donde echan el ancla los buques que esperan para entrar en el puerto. Ante la perspectiva de más sabotajes, Mooring trasladó su flota de botes al muelle de Lepanto, justo donde estuvo atracado el tristemente conocido GNV Rhapsody y ordenó a los trabajadores que permanecieran allí durante todo su turno. Al final de la jornada los portuarios apenas habían amarrado algún buque, y cuando lo hicieron fue bajo la mirada vigilante de una pareja de la Guardia Civil.
Mientras tanto, el piquete a las puertas de la empresa se mantuvo durante todo el día, y acogió la presencia solidaria de otros trabajadores del puerto y personas provenientes de diversas organizaciones sindicales, vecinales, políticas o independientes que venían a apoyar la huelga y que fueron recibidos por café y pasteles preparados por los huelguistas. El único momento tenso de la jornada tuvo lugar hacia las 12h, cuando un par de agentes de la Guardia Civil se acercó al piquete identificando a una militante de CNT y un abogado, según ellos buscando al autor de una supuesta agresión contra un encargado de Mooring. Al margen de este incidente, la jornada transcurrió con normalidad hasta la noche, pero la presión ya había hecho efecto. Tras empezar a perder barcos y a recibir llamadas del puerto y las empresas consignatarias, a mediodía la junta de accionistas de Mooring constató que había perdido el control de la situación y dio la orden de negociar.
Contra viento y marea
El acuerdo de readmisión es la culminación de esta huelga-relámpago, pero viene de un proceso más largo, de semanas. Un camino difícil, rocoso, que los huelguistas han tenido que transitar peleando a la contra, y en el que la empresa ha jugado todas sus cartas para aplacar a los trabajadores. En un primer momento, la dirección se cerró en banda a cualquier tipo de diálogo y afirmó que los expedientes eran irreversibles. Empezó a correr el rumor de que iban a por la CNT, de que echarían a todos los trabajadores afiliados. Algunos miembros dejaron la sección. Se intentó marear al sindicato, mandaban a negociar a gente que decía no tener capacidad de decisión. Después del preaviso de huelga, Valero, el director, se comprometió con los despedidos a un acuerdo razonable, y luego faltó a su palabra tratando de imponer nuevas contrapartidas. Fomentaron la división de la plantilla aprovechando la enemistad entre CNT y la Organización de Trabajadores de Empresas Portuarias (OTEP), que no sólo no apoyo la convocatoria de huelga, sino que trató activamente de debilitarla y llegó a sugerir públicamente a los afectados que aceptasen “un despido digno”.
Nada de esto ha servido para hacer desistir al comité de huelga, que el miércoles validó definitivamente en asamblea de trabajadores su propuesta de paros con 20 votos a favor y 6 en contra. Poco más de 24 horas después, los afectados sostenían en las manos, sonrientes, el compromiso firmado de la readmisión, poniendo punto y final a dos semanas de días frenéticos y noches sin dormir. Hoy en el muelle se sigue hablando de los tres amarradores. De cómo se ganó la huelga.
Artículo extraído de:
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