Fueron ochenta las mujeres ejecutadas, todas ellas por fusilamiento, en la tapia del madrileño cementerio del Este entre 1939 y 1944 una cifra muy alta si se la comprara con la de otras ciudades con perfil de represión de posguerra como Barcelona. Cuando había condenadas a muerte, los camiones que trasladaban a los presos desde Porlier a la tapia sur del Cementerio de La Almudena pasaban por la prisión de Ventas para recoger a las mujeres condenadas a muerte.
Se llamaba María de la Salud Paz Lozano Hernández, y había nacido en Valladolid el 11 de octubre de 1909. Sus padres se llamaban Ramón Lozano y Encarnación Hernández, y pertenecía a la SIA (Solidaridad Internacional Antifascista), creada por la CNT-FAI en Valencia en abril de 1937.
Ingresó en la madrileña prisión de Ventas el 1 de diciembre de 1939. Al final de la guerra - concretamente el 15 de junio - había dado a luz un bebé, de nombre Florentino, que en ese momento tenía cinco meses de edad. Se llamaba como su padre, Florentino Salcedo Abascal, nacido en Valladolid el 19 de junio de 1904.
El martes 16 de enero de 1940 a las once de la noche, según figura en el certificado médico expedido por el médico de la prisión, fallecía el niño a causa de una bronconeumonía. Su padre, que había sido detenido y encerrado en la cárcel de Santa Rita el mismo día que María, fue fusilado en el cementerio del Este al día siguiente, miércoles 17.
Horas después, en la madrugada del viernes 19, la joven libertaria -conocida como "La gitana"- salió de la prisión para no volver jamás. El testimonio de Josefina Amalia Villa (citado aquí) abre el segundo tomo del libro "Cárcel de mujeres" (1985), de Tomasa Cuevas, y relata un caso muy semejante al de María Lozano. Posiblemente sea el mismo:
La gitana
"Formaban parte de un mismo expediente anarquista ella y una mujer que ingresó embarazada -y a eso debió su vida-, y los maridos, fusilados ambos. La pobre gitana tenía consigo a un niñito. La criatura enfermó y murió: aquella tarde estaba la mujer al lado del cuerpecillo como muerta también. Por la noche llegó la orden de ejecución. Se pidió, y se consiguió, que la dejasen vivir aquella noche. ¡Sólo una noche más al lado del cuerpo del hijo muerto! Cuando vinieron a buscarla, veinticuatro horas más tarde, iba como muerta, arrastrada, empujada, sin voluntad, sin vida ya".
El nombre y el expediente procesal de María Lozano ya habían sido localizados hace años en el archivo del Centro Penitenciario Victoria Kent. Ahora, el informe elaborado por un grupo de expertos para el Ayuntamiento de Madrid la señala como una de las primeras mujeres ejecutadas en Madrid al finalizar la guerra civil, dato que ya aparecía en el Mujeres encarceladas: la prisión de Ventas, de la República al franquismo, de Fernando Hernández, a su vez coordinador del informe.
Los presos varones procedentes de las numerosas cárceles de la capital (Torrijos, Santa Rita, Yeserías, etc.) eran trasladados a la provincial de Porlier y concentrados en la capilla. Allí escuchaban la lectura de la diligencia de ejecución -que debían firmar, aunque algunos se negaran a hacerlo- y eran entregados al piquete de ejecución formado por militares o guardias civiles.
Los camiones se dirigían entonces al cementerio, pasando por el puente de Ventas, hacia la tapia Sur. Cuando había condenadas a muerte, los camiones daban un rodeo de camino para recalar en la prisión de Ventas y así recogerlas. Ese debió de ser el caso de María Lozano, condenada a muerte en consejo de guerra. Según el informe, "una vez efectuado el fusilamiento, y confirmadas las muertes con el tiro de gracia del jefe de la fuerza, los cadáveres eran transportados al depósito del cementerio, donde eran colocados en cajas de ínfima calidad, al parecer de material de cartón, forradas con una tela negra. Un oficial del cuerpo de Sanidad Militar firmaba el acta de defunción, documento que era remitido por el Juzgado militar de Ejecutorias -letra Z- al Registro Civil, en un proceso que podía durar desde días hasta años".
Por lo general, ese mismo día las autoridades del cementerio rellenaban y firmaban de manera automática una orden de inhumación para “sepultura de cuarta”, de carácter temporal, reutilizando el modelo-plantilla anterior con membrete de la República, tachado la mayor parte de las veces, como se ve en la orden de María Lozano:
Solo a partir de enero de 1940 comenzó a utilizarse un modelo propio de orden con membrete de la nueva administración, de color sepia, esta vez con la denominación de “sepultura de caridad”, pero que continuaría conviviendo con las hojas reutilizadas del periodo republicano. En la inmensa mayoría de los casos de fusilamiento, sobre todo a partir de junio de 1939, la fecha de la orden de inhumación coincide con exactitud con la de muerte, como en este caso, lo que indica que la rutina de fusilamiento de madrugada y enterramiento a lo largo del día se fue asentando.
Según el informe, casi 3.000 personas fueron fusiladas o agarrotadas en Madrid entre 1939 y 1945. Además de las Trece Rosas, otras sesenta y siete mujeres. Todas, asesinadas en las inmediaciones de la tapia del cementerio del Este.