sábado, 3 de julio de 2021

Carlo Vive, uno di Noi. Veinte años del asesinato en Génova de Carlo Giuliani





Este año se cumple el vigésimo aniversario del criminal asesinato del joven Carlo Giuliani, disparado por un carabinieri italiano en el marco de la contracumbre antiglobalización en Génova contra la reunión de los países más poderosos del mundo en julio de 2001. Carlo era un ragazzo de 23 años de edad que creía en otro mundo posible, y encontró una muerte prematura que le convirtió en símbolo de los muchos que han quedado en el camino. Un verano de sangre que a algunas de nosotras nos despertó de la inocencia adolescente con un crimen retransmitido en todos los medios de comunicación del momento. Además de un homenaje a Carlo, que forma parte ya de la memoria y la cultura viva de los movimientos anticapitalistas, queremos hacer un recorrido sobre las luchas populares internacionales en estas dos primeras décadas del siglo XXI.

Resistencia por la vida, contra la globalización capitalista

En los años 90 tras la caída del bloque soviético se produce un avance arrollador de la globalización capitalista; surgían las teorías del fin de la historia que pretendían poner punto y final a las grandes transformaciones sociales, mientras las recetas privatizadoras ultraliberales sentaban las bases del sistema insostenible que padecemos en la actualidad. Las comunidades sociales y movimientos herederos de una tradición anticapitalista comenzaron a tomar conciencia frente al modelo agresivamente depredador que con paso firme estaba extendiendo sus garras en todo el territorio planetario. Especialmente en los umbrales de ese sistema se habían forjado paulatinamente en los años 70 y 80 políticas sociales independientes de los dos grandes bloques de la Guerra Fría. Algunos movimientos comenzaban a reconocerse y hablar de política sin los códigos institucionales habituales, e impulsaban sus discursos en los márgenes de ese sistema que desde el comienzo les dejó claro que estaban fuera de juego.

El EZLN fue un buen precursor de esta línea desde su levantamiento en enero de 1994, que se alejaba del concepto clásico de la toma autoritaria del poder. Se establecía una vía de confrontación al capitalismo huyendo del riesgo experimentado de generar un movimiento de oposición reflejo de este mismo, y que se viera impregnado de sus mismos valores morales por el efecto espejo. Los grupos antiglobalización comenzaron a extenderse por los cinco continentes advirtiendo de las nefastas consecuencias de este capitalismo depredador del medio ambiente y de las comunidades humanas. Lo relevante de esta vía antiglobalización es que, a pesar de su diversidad heterogénea e incluso reformismo, propone una coordinación de carácter igualmente global a modo de red de apoyo de las luchas y contextos particulares de cada realidad social en resistencia.

En julio de 1996 se reunieron más de tres mil personas de todo el mundo en Chiapas (México) en el Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Se plantearon las principales líneas en clave antimilitarista, ecologista, libertario y autónomo, y la apertura de espacios de debate que sentaran las bases de modelos de desarrollo humano sostenible que combatieran la globalidad capitalista. Un movimiento descentralizado y horizontal para afrontar las luchas sociales del siglo XXI, entre los que se integrarán Acción Antifascista.

En noviembre de 1999 la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que se desarrollaba en la ciudad de Seattle, fue bloqueada por la Acción Global de los Pueblos cuya preparación se gestó durante más de un año. Al mismo tiempo se produjeron movilizaciones en más de setenta ciudades del mundo. Fue la primera aparición social del movimiento antiglobalización que, animado por su primera gran movilización convocó nuevamente en abril del año 2000 en Washington ante una cumbre del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) logrando congregar a más de 30 mil manifestantes. Se repitió esa misma dinámica en septiembre del mismo año en Praga, donde se llegó a paralizar el último día de la cumbre a pesar de la masiva presencia policial. Y en junio de 2001 también hubo manifestaciones en Barcelona ante una nueva reunión del Banco Mundial. Estaban sentados importantes precedentes justo a las puertas de una anunciada cumbre del G-8 en Génova, Italia.
Génova, capital del terrorismo de Estado en los albores del nuevo siglo XXI

Las actividades organizadas por el movimiento antiglobalización entre los días 19 y 22 de julio de 2001 en la ciudad italiana de Génova; fueron detalladamente estudiadas por la policía italiana y los diversos países implicados en la cumbre para generar terror ejemplarizante. Solo de esa manera puedan explicarse los acontecimientos represivos durante la contracumbre, preparados anteriormente con un dispositivo para convertir Génova en una enorme ratonera. La convocatoria de esta cumbre de los ocho países más poderosos del mundo en la región mediterránea, conociendo la tradición histórica de lucha obrera, y sabiendo los antecedentes de las reuniones predecesoras suscitó graves polémicas. Las autoridades italianas querían dar una sensación de temor, incluso solicitando a los habitantes de Génova que esos días abandonasen la ciudad; pretendían generar un verdadero shock y el rechazo de la contracumbre de los movimientos sociales, y querían preparar el terreno para justificar cualquier violencia. Se enviaron a 20 mil policías y militares a la ciudad, y se delimitó su trazado en tres zonas: la primera un anillo en el que se podía transitar libremente, una zona giallia (amarilla) con acceso limitado, y la zona rossa (roja) cuyo acceso estaba restringido totalmente salvo a vecinos tras sobrepasar varios check points, la denominada Fortezza di Genova. Se cerraron accesos a la ciudad colocando puestos de control de viajeros, el puerto marítimo y el aeropuerto se clausuraron, e incluso se colocaron baterías tierra-aire de naturaleza militar. Más de setencientos colectivos internacionales habían convocado la contracumbre, que reunió a más de 150 mil personas instaladas en diversos puntos a las afueras de la ciudad y en el estadio de fútbol Carlini del club Sampdoria. El gobierno italiano decidió continuar adelante con la cumbre a pesar de las críticas que recibió y de estar vulnerando libertades fundamentales.

El jueves 19 de julio se iniciaron las movilizaciones con reivindicaciones de organizaciones migrantes reclamando derechos que eran negados a personas extracomunitarias de Europa. Mientras tanto miles de personas llegaban para las dos próximas jornadas donde había convocadas movilizaciones en las que se desarrollarían los sucesos más criminales por parte de la policía italiana. El viernes 20 de julio estaban convocadas numerosas acciones descentralizadas en toda la ciudad protagonizadas por trabajadores sindicales en lucha, la marcha de las mujeres, movilizaciones de Greenpeace, de ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana), y además, el bloque negro, una táctica de autodefensa organizada en acciones directas contra intereses multinacionales y sedes bancarias. La marcha más multitudinaria fue la manifestación de los denominados Tute Bianche (monos de trabajo blancos), un grupo de acción que ataviados de cascos, protecciones de gomaespuma y escudos de plexiglás, que confluyeron tratando de acceder a la delimitada zona rossa. Si bien desde el mediodía la policía atacó en diversos puntos de la ciudad a las manifestaciones con gases lacrimógenos y con armas de fuego, la resistencia se organizaba contundentemente contra esa violencia policial.

La marcha de los Tute Bianche quedó bloqueada en la Via Tolemaide por trescientos carabinieri a pie y en blindados, iniciando de manera inmediata el lanzamiento de gases lacrimógenos y cargando tanto contra manifestantes como contra periodistas que cubrían la contracumbre. Una acción que sería cuestionada posteriormente a la jefatura policial italiana como acto de provocación para sembrar el caos y la confusión. La policía se repliega pero poco después nuevamente cargan pasando con los furgones blindados a toda velocidad, los manifestantes deben prender fuego a contenedores para construir barricadas que impidan estas cargas policiales. En este contexto, en la Piazza Alimonda, un numeroso grupo de carabinieri carga violentamente a primera hora de la tarde contra manifestantes que estaban descansando tranquilamente. La acción supone el encierro de cientos de manifestantes acorralados por las cargas que se estaban produciendo también en la Via Tolemaide, que comienzan a defenderse de las agresiones policiales. Un vehículo policial de los carabinieri que había cargado velozmente contra las personas congregadas, queda parado en mitad de la vía y expuesto a los ataques defensivos de los manifestantes. Un joven con pasamontañas, Carlo Giuliani, es disparado por un carabinieri desde el vehículo Land Rover a pocos metros de distancia en su ojo izquierdo. Cae inmediatamente al suelo, y el vehículo, que consigue arrancar, pasa dos veces por encima de su cuerpo. Las fuerzas policiales retoman la plaza, y hasta media hora más tarde no es atendido por una ambulancia, que certifica su muerte.

Del asesinato de Carlo Giuliani, al asalto de la Escuela Díaz

En la jornada del 21 de julio se decide continuar la contracumbre con una manifestación de 300 mil personas, quienes se manifestaron con lazos negros y al grito de ‘Assassini!’ (asesinos) dirigido contra las fuerzas policiales. Fue una marcha en recuerdo de Carlo Giuliani, una jornada de rabia que dejó cientos de heridos y decenas de detenidos, ya que las fuerzas policiales (que cantaban desde sus megafonías himnos fascistas de la época de Mussolini como provocación) partieron la manifestación en dos a la altura del paseo marítimo en la esquina con Corso Torino, en el barrio de Foce. Los manifestantes debieron hacer barricadas cruzando vehículos para defenderse de la violencia policial, que incluso lanzaban gases lacrimógenos desde un helicóptero. Sin embargo, el terror de Estado provocado por la policía italiana escalaría varios niveles más con el asalto a la Scuola Díaz. Este centro educativo en el barrio Albaro, fue cedido al Foro Social de Génova para alojar a manifestantes y a los diversos medios de comunicación que cubrían la contracumbre. A primera hora de la noche una patrulla policial pasa delante de esta escuela viendo a decenas de integrantes de la contracumbre en actitud tranquila antes de dormir. De madrugada se ordena el registro inesperado de la Escuela Díaz y la vecina Escuela Pascoli, el asalto deja más de sesenta heridos, todas las personas fueron detenidas sin comunicarles el motivo de su detención, algunas de ellas sufrieron graves contusiones, hematomas, y fracturas. Las manchas de sangre salpicaban las paredes de la escuela, ni siquiera podían dejar de verlas girando la cabeza. Incluso un periodista inglés testificó que fingió estar muerto y aún así seguían agrediéndole; una joven estudiante alemana sufrió fractura craneoencefálica y un joven italiano estuvo tres días en coma.

La policía italiana realizó una rueda de prensa sin opción a preguntas donde mostraban las supuestas armas que habían confiscado en el asalto, y que era su única coartada para declarar un estado de excepción y violencia de tal calibre que pretendía justificarles. Sin embargo, unas imágenes de la televisión local de Génova, mostraron a la propia policía trasladando al interior de la escuela cócteles molotov y otras pruebas falsas. Todas las personas arrestadas fueron puestas en libertad. Además, varios discos duros de periodistas desaparecieron, lo que hacia pensar que la acción policial estaba encaminada a borrar pruebas de las acciones de terror cometidas en esas jornadas, y sobre todo, en relación al asesinato de Carlo Giuliani. En el año 2017 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó a Italia por tortura en la brutal represión de Génova en 2001, debiendo pagar algo más de 50mil euros a la cuarentena de demandantes por los sucesos de trato inhumano y grave tormento. Por otro lado, la justicia italiana absolvió a más de treinta policías, y condenó a quince de ellos a penas de entre cinco meses y cinco años de prisión simbólicamente, no se depuraron realmente responsabilidades y se ocultó mucha información para proteger a la policía. El carabinieri que asesinó a Carlo salió absuelto por la justicia tras sentenciar que se defendía de un ataque. Su madre Haidi Giuliani ha luchado durante todo este tiempo por la memoria de su hijo, innumerables colectivos sociales y musicales se han encargado que su nombre no se pierda en el olvido impuesto de quien escribe bajo sus intereses la historia. Por eso mismo, podemos afirmar sin equivocarnos que, Carlo, vive intensamente en nuestros corazones.

¿Hacia dónde fue el movimiento antiglobalización?

Si bien no puede hablarse de un punto y final del movimiento antiglobalización, después de un impetuoso comienzo del siglo XXI, y tras las movilizaciones multitudinarias en todo el mundo contra la Guerra de Iraq en 2003; la siguiente década hemos asistido a un auge de los movimientos sociales en lo local y regional. Aunque pueden seguirse las huellas de movilizaciones internacionales o coordinadas con ese carácter que pretenden traspasar fronteras, los conflictos en Oriente Próximo, las coyunturas latinoamericanas en continuado levantamiento y el desengaño reformista socialdemócrata en Europa, han diluido esa intensidad global articulada. Sin embargo, esa fuerza incontrolable de los movimientos antiglobalización se vivió nuevamente en Hamburgo en 2017 ante la cumbre del G-20, y también en el 2019 en Biarritz en el marco de la cumbre del G-7, en el punto álgido del movimiento de los chalecos amarillos franceses.

La pandemia mundial del Covid-19 este último año ha traído una nueva normalidad global mucho más asfixiante, con mayores sufrimientos para las clases populares, precariedad laboral y enfermedades mentales. En este 2021 la gira zapatista europea que se inicia en este mes y que se alargará durante gran parte del verano con el recorrido por unos treinta países, reviven ese espíritu de las resistencias por la vida. Unas luchas que aún reconociendo los contextos particulares de cada territorio, aspiran en ese reconocimiento a impulsar un internacionalismo necesario. No nos conocemos pero nos necesitamos para sentar las bases de otro mundo posible, un mundo que suponga el fin del capitalismo actual.

Fuente: "Todo por Hacer"