La decisión de los ministros de Trabajo de la Unión Europea de ampliar la jornada laboral hasta las 65 horas semanales, en caso de que haya acuerdo entre el empresario y el trabajador, es la vuelta al pasado.
Es una nueva concesión a los empresarios y, desde luego, borra el apellido «social» de Europa. Hace 138 años la jornada laboral se situaba entre las 65 y las 70 horas semanales. Se ha retrocedido en el tiempo y, desde luego, queda en manos de la clase trabajadora la vuelta a la lucha por la mejora de las condiciones de trabajo. Hace poco más de diez años, el Estado francés y algunos sectores alemanes introdujeron la jornada de 35 horas, aunque está retrocediendo. En partes del Estado se avanzó en ese sentido, pero no se logró que calara en el sector privado, que ha estado «intoxicando» para romper la fuerza que los trabajadores hicieron por un modelo de reparto de la jornada laboral para poder trabajar todos.
Euskal Herria vivió una huelga general por este motivo hace diez años, pero la patronal ha jugado sus bazas y ha extendido sus tentáculos hasta los lobbys poderosos de la UE para conseguir aumentar el tiempo de trabajo hasta niveles similares a los del siglo XIX.
El crecimiento económico moderno comportó cambios fundamentales en el concepto de trabajo y, en especial, de la duración de la jornada de trabajo. Montserrat Llonch y Jordi Maluquer de Motes, de la Universidad Autónoma de Barcelona, en el capítulo de «Trabajo y Relaciones Laborales» del estudio estadístico histórico de la Fundación BBVA, explican las mejoras sociolaborales acaecidas desde el pasado siglo XIX e indican que «desde una perspectiva secular, la disminución del tiempo de trabajo y la mejora de los salarios son el resultado de los incrementos de productividad que genera el propio proceso de modernización económica. Pero la reducción de la jornada -desde el siglo XIX al XXI- no ha sido sólo un componente de redistribución, sino que también ha actuado como factor de crecimiento, ya que ha conllevado cambios hacia una organización más eficiente del trabajo y ha contribuido a generar más puestos de trabajo».
En la actualidad es evidente que ya no es así. La precariedad laboral avanza en Europa a ritmos insospechados y los salarios crecen muy por debajo de la economía. En los últimos 16 años, caracterizados por fuertes crecimientos en los resultados empresariales y de la economía, los salarios reales apenas crecieron en un 1,5%. Por lo tanto, el retroceso en esas conquistas sociales y económicas nos sitúan en el siglo XIX y comienzos del XX. Los datos estadísticos indican que la jornada laboral en 1870 estaba en 64 horas para los obreros de la industria manufacturera y superaría las 70 horas en el caso de los trabajadores del sector terciario.
Referencias
1890
Los mineros vizcainos realizan una huelga prolongada y consiguen rebajar de 12 horas diarias a 10 horas diarias la jornada de trabajo. Supuso un gran avance.
1919
En un Real Decreto del 3 de abril, se estableció la jornada máxima legal de 48 horas semanales en todos los trabajos, aunque exceptuó a trabajadores agrícolas.
1935
La OIT establece el 22 de junio la jornada de 40 horas semanales. No fue ratificado por el Estado español, porque estaba en estudio en los días previos a la Guerra Civil.
1980
El Estatuto de los Trabajadores establece las 42 horas semanales, aunque tres años después se reduce a las 40 horas.
Según los datos de Eurostat, la jornada media trabajada en el Estado español se encuentra en 41,1 horas, por encima del máximo legal, que está fijado en 40 horas semanales. El Estado francés, sin embargo no sobrepasa las 39 horas, aunque no superan las 35 legales. Sin embargo este límite está en proceso de desintegración.
También la precariedad laboral avanza. Aunque se modifica la legislación en materia laboral precisamente para estabilizar el empleo, no ocurre así según los datos estadísticos del INEM.