domingo, 14 de noviembre de 2010

Lesbianas en el franquismo


Peligrosas, borrachas y patológicas eran algunas de las denominaciones que recibían las lesbianas durante la dictadura franquista, tiempo en el cual la homosexualidad estaba penada por ley y los únicos roles apoyados por el Estado, la sociedad y la Iglesia que las mujeres podían desempeñar eran los de madre abnegada y esposa sumisa.
Peligrosas, patológicas y borrachas

Madres y esposas. Sumisas y serviciales. Religiosas y abnegadas. Tales eran los parámetros por los que podía moverse una mujer en los años de la dictadura fascista. Se dibujaban como verdaderas fronteras que delimitaban lo correcto de lo incorrecto, lo moral de lo amoral.
En una sociedad femenina vestida de madres y esposas, la mujer lesbiana no solo no encontraba un referente, sino que tampoco tenía la posibilidad de existir sin ser considerada un elemento extraño e indeseable.

Las instituciones, como la Iglesia católica, el Gobierno y la psiquiatría seguían la misma línea de represión.

La Sección Femenina, institución creada en 1934, por la que debían pasar las mujeres, era un intento de crear un solo modelo de mujer patriota, subordinada al hombre, católica y hogareña.
En la Sección Femenina se temía, por ejemplo, la masculinización de la mujer, tanto en su vestimenta como en sus actitudes. Por eso se llegó a prohibir la realización de ciertos deportes, como el atletismo, ya que además de considerarse una práctica de hombres, existía la creencia de que en el mundo deportivo se corría el riesgo de encontrar más lesbianas.
Para la psiquiatría, las mujeres eran inherentemente patológicas, de una naturaleza inferior, seres infantiles, y así se hace necesaria la regulación de sus instintos y comportamientos. Requieren de unos frenos que han de proveer tanto los varones como el Estado, para poder manejarse con un ser que será siempre menor de edad e inmaduro.

Una mujer que no necesitaba de un hombre y que además desafiaba el modelo impuesto se convertía inmediatamente en un ser peligroso. A la hora de buscar una explicación al lesbianismo encabezaban la lista causas como el alcoholismo, la inmadurez sexual, las seducciones, las enfermedades venéreas, las decepciones, las influencias sociales y las aspiraciones de ser hombre, entre otras.

El lesbianismo no solo era considerado un acto criminal por la persona, sino porque estabas pudiendo seducir a una perfecta ama de casa, madre y esposa. Es la terrible idea de que van a robar a las mujeres y sacarlas de lo que deben ser. Hay un párrafo de un libro de Antonio Sabater acerca de la alarma que causaban las relaciones entre mujeres:" Las relaciones femeninas residen en lo afectivo; por ello su erotismo es más violento que el de los varones; sus relaciones son más duraderas e intensas, lo que da lugar, con cierta frecuencia, a que mujeres casadas y con prole abandonen su hogar".

Existía una importante distinción del tipo de represión sufrida por hombres y mujeres homosexuales durante el franquismo. La represión sufrida por ellos era más bien una agresión física, como podía ser la cárcel, el destierro, la tortura. En 1954 se sumó a homosexuales en la lista de personas peligrosas para la sociedad en la Ley de Peligrosidad Social, junto con los proxenetas, asesinos y rufianes.
La homosexualidad masculina se castigaba con el encierro, terapias represivas y de electroshock. En una institución en Huelva se encerraba a los gays activos y en una de Badajoz a los pasivos. Ante la creciente cantidad de internos, los gays fueron finalmente encerrados en cárceles comunes.
La represión de la homosexualidad femenina era más bien ideológica, ejercida desde las instituciones, la educación, la cultura, el Gobierno y la Iglesia. Las mujeres que deseaban y se enamoraban de otras mujeres vivieron en la más absoluta represión de su sexualidad, que las condenaba al silencio y clandestinidad. Estaban a menudo sumidas en una situación que carecía de inteligibilidad, carentes de redes, términos y referencias. A diferencia de ellas, los varones eran perseguidos y castigados de forma explícita con medidas y castigos que estaban contenidos en las leyes vigentes, lo cual les otorgaba un lugar y una identidad inequívocos para el imaginario colectivo, aunque ésta fuera una representación negativa. Los únicos espacios de referencia eran aquellos que patologizaban, señalaban y etiquetaban a las mujeres que rompían las normas como malas, pecadoras, borrachas o patológicas.