domingo, 28 de noviembre de 2010

Casas Viejas: El gobierno estuvo al tanto de los hechos


Con el título de ‘Informe inédito sobre Casas Viejas. Testimonio de un guardia de Asalto acerca de los sucesos que cambiaron la Historia de España’ (Sevilla, Facediciones, 2010), ha visto la luz recientemente el manuscrito que un testigo de los hechos dejó para la posteridad, sin pensar nunca que vería la luz.
Su autor, José Luengo Camacho, narra con minuciosa escrupulosidad, como escrito de primera mano sólo unas jornadas después de los asesinatos, cuanto vio u oyó en aquella aldea gaditana: «Allí –escribe- estuvimos hasta el final de la toma, que fue a las cuatro y cinco de la madrugada que se sintieron los últimos tiros», pues Luengo no desaprovecha ocasión para incluir hasta lo que entonces podría considerarse detalle irrelevante y hoy, por falta de testimonios similares, constituye un pilar fundamental para cuantos historiadores se afanan en reconstruir los sucesos. En ese sentido, el escrito del entonces guardia de Asalto contiene cientos de datos precisos que enriquecerán la nutrida bibliografía sobre Casas Viejas, basadas, sobre todo, en la tradición oral, por tanto en la, a veces, huidiza memoria, cuando no en las interesadas testificaciones del juicio contra los responsables. Considerando que no fue redactado para servir de prueba, tiene la frescura y objetividad de quien libremente escribe, sin ataduras engañosas.

Casas Viejas, localidad denominada hoy Benalup, en la provincia de Cádiz, paradigma de lo que después fue la represión franquista, es lugar frecuentado por los historiadores que se ocupan de interpretar los prolegómenos de la guerra civil. Esta localidad pagó anticiparse a un futuro que, probablemente, nunca llegue, donde ejemplifican la utopía ácrata, la ejecución de un plan posibilista o la desmemoria sobre hechos y personas que vivieron, tal vez, en tiempo y lugar equivocados. Posee resonancias internacionales como ejemplo de la iniciativa libertaria. El holocausto debía servir de freno a otras localidades que idearan acciones semejantes, todo en perjuicio de una república incapaz de reformar el panorama de la propiedad y dar solución a los sin tierra.
En ese intento de buscar la verdad ha de encuadrarse el testimonio personal que -hasta ahora inédito- transcribe este libro, completado con anotaciones del historiador Juan José Antequera, con el triple valor de que el narrador, testigo directo de los sucesos, pertenecía como profesional (guardia 1º del Cuerpo de Seguridad y Asalto) al bando que se aprestó a sofocar la intentona, a que su redacción se debió al deseo de dejar por escrito su testimonio, sin que se lo requiriesen, y a su irreprochable trayectoria militar y vital. Titulado «Al margen de un viaje en auto», rezuma franqueza y aporta datos que enriquecen las versiones hasta ahora circulantes. Sobresale la presencia, casi desde el primer momento y, por supuesto, durante la quema de la casa de Seisdedos y -ya más dudoso- de los fusilamientos que siguieron, de un delegado del gobernador civil de Cádiz, dando idea que el gobierno de la nación estaba al tanto de cuanto ocurría y que, si el asunto se le fue de las manos, el grado de responsabilidad debía comenzar por las autoridades políticas, quienes lograron al principio persuadir a la opinión pública y a los jueces de que el capitán Rojas -el mando militar de mayor graduación allí desplazado- debía ser el único en cargar con la culpa, quedando demostrado que su salvajismo fue en connivencia o complicidad con la autoridad política provincial y nacional.