Es obvio que vivimos en una sociedad organizada en base a la opresión sistemática en distintas formas. Una de estas formas de opresión es la división social por géneros (masculino y femenino) y las atribuciones de determinadas características, comportamientos, actitudes y roles a cada uno de los géneros. Cualquier desviación de las atribuciones asignadas en función de su género será deslegitimada, estigmatizada, patologizada y castigada.
Así pues, a los hombres de las clases sociales altas se les atribuye, entre otras cosas, el raciocinio, la abstracción, la altura intelectual al igual que a los hombres de clases inferiores se les ha atribuido la fuerza y la agresividad. Esta frontera se fue borrando: con la profesionalización del ejército se fue haciendo innecesario propugnar la fuerza como valor positivo para hombres de clase baja que debían estar dispuestos a matar y morir por la patria; de hecho, se convertía en un valor negativo al haberlo enarbolado los movimientos obreros para la lucha social. Por ello, se traspasa a la clase obrera mediante la escuela y distintos medios de construcción de la subjetividad los valores que tiempo ha fueron sólo de las clases altas: EL ciudadano debe ser razón y no brutalidad, HOMBRE y no animal y es esencial para la desmovilización de las luchas que todos se identifiquen con ESE ciudadano.
¿Dónde queda la mujer en esta historia? A la mujer, lejos de ser razón o fuerza, se le reserva como única función positiva la de madre. La mujer es sólo corporalidad, es sólo materialidad, es Eva y su manzana y su única virtud está formulada en términos negativos: es huir del vicio y de la lujuria, es preservar en su cuerpo la moralidad de la sociedad ya que en sus manos (o más bien en sus tetas) está destruirla. De este modo, el cuerpo, el vicio o la sexualidad del hombre son algo secundario, de lo que el hombre, ocupado en menesteres más importante, no se tiene por qué preocupar (¡cuántos “grandes hombres” de los que se reconoce abiertamente su maltrato a mujeres o su pederastia sin que eso le suponga a nadie un problema!); en cambio, es de lo que se debe encargar exclusivamente la mujer: es una cuestión de Estado. Impensable sería legislar sobre la sexualidad masculina, imperativo si se trata de la mujer.
Para el Estado y el Capital sólo somos parte de su engranaje; deshumanizados/as, aquellos/as que formamos la clase obrera hemos sido siempre piezas en el juego de la guerra, herramientas de usar y tirar en los trabajos, cámaras que vigilan a nuestros propios/as compañeros/as y cuencos para incubar a las futuras piezas, las futuras herramientas, los/as futuros/as policías de nosotros/as mismos/as.
El Estado, sea quien sea quien lo gobierne, sin necesidad de influencia de la Iglesia, no es más que la gestión de nuestras vidas, atribuyéndose poderes sobre ellas: sobre nuestra mente, nuestra expresión, nuestra educación y nuestro cuerpo, reduciéndose esto último sólo al caso de la mujer en esta sociedad patriarcal. Recuperar nuestras vidas (frente a aquellos/as que se arogan la capacidad ilegítima tanto de otrogarnos o quitarnos derechos) para construir un mundo nuevo es el día a día de nuestra lucha. Un mundo nuevo donde nadie decida por nosotros/as.
No reivindicamos ni pedimos ninguna ley nueva que legisle sobre nuestras vidas o sobre nuestros cuerpos. No queremos ninguna ley que reglamente ningún aspecto de nuestro vida. Rechazamos cualquier tipo de Ley al considerar a esta como un instrumento de las clases dominantes para legitimar y otorgar orden a la dominación. La Ley que reglamente este o cualquier sistema y pretenda legislar sobre nuestros cuerpos bajo cualquier forma es enemiga de la libertad.
Ante los/as que nos condenan a la vida de miseria del trabajo asaliado o el paro, a perder la vida en accidentes laborales, al adoctrinamiento sistemático, al ocio dirigido y ahora nos obligan a elegir entre una maternidad no deseada (y muchar veces ni siquiera posible materialmente, condenando también a nuestros/as hijos/as a la miseria) o arriesgar la vida en abortos realizados en condiciones insalubres; ante los/as que nos condenan a sus cadenas intentando controlar mediante legislaciones nuestros cuerpos y nuestras vidas: acción directa y rabia organizada.
Contra el Estado, el Capital, la Iglesia, el patriarcado y cualquier forma de autoridad:
Lucha sin dirigentes para recuperar tu vida y tu cuerpo.
Juventudes Libertarias de Madrid- F.I.J.L