“Con el fin de obligar a las clases dominantes a aquellos cambios fundamentales del sistema que garanticen al pueblo el mínimo de condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus actividades emancipadoras, se impone que el proletariado español emplee la huelga general, sin plazo definido de terminación, como el arma más poderosa que posee para reivindicar sus derechos”.
Manifiesto de CNT llamando a la huelga de marzo de 1917.
Uno de los mejores ejemplos de lucha a través de la huelga lo podemos obtener de La huelga de La Canadiense en 1919, que obligó al Gobierno a conceder la jornada de ocho horas en el Estado español. Todo empezó a finales de enero de 1919 en la empresa Riegos y Fuerza del Ebro, S.A., empresa asociada a la Barcelona Traction Light and Power, llamada La Canadiense, la mayor productora de energía europea.
El desencadenante de la huelga fue el despido de ocho trabajadores de la unidad de facturación, que habían intentado formar un sindicato ante el continuo empeoramiento de sus condiciones laborales. Al día siguiente, la unidad entera se declaró en huelga por el despido, lo que fue respondido por la empresa con 140 huelguistas despedid@s. En unos días, la huelga en solidaridad con l@s represaliad@s se extendió por toda la empresa y al poco tiempo el Sindicato Único de Agua, Gas y Electricidad de la CNT declaró la huelga a todo el sector y a las empresas asociadas a La Canadiense.
Esto provocó que toda Barcelona quedara paralizada, al afectar el paro a la electricidad, gas y el sector ferroviario. La respuesta del Estado fue la militarización de la generación y difusión de electricidad, pero la impericia de los militares, unida a los constantes sabotajes obreros mantuvo durante días la ciudad sin luz, extendiéndose los cortes a toda Catalunya. La patronal de la energía amenazó con despedir a l@s obrer@s que no se presentaran a su puesto de trabajo, pero en la difusión de su mensaje, al igual que le ocurrió al Gobierno a la hora de publicar un bando que intentaba militarizar a los trabajadores de la electricidad, se toparon con la censura con la que el Sindicato Único de Artes Gráficas, en solidaridad con l@s huelguistas, impedían la publicación de noticias contra éstos y llegando incluso a multar con mil pesetas al Diario de Barcelona por haber publicado el bando que decretaba el estado de guerra y al delegado obrero del sindicato en la empresa con cincuenta por no haberlo impedido. Los despidos fueron en aumento, llegando a los dos millares, mientras el gobernador declaraba el estado de guerra y tres mil obrer@s eran detenid@s. Ante esto, la huelga se extendió a la industria textil y poco después se declaró la huelga general en toda Barcelona, que sostenía económicamente a l@s huelguistas gracias a la creación de una caja de resistencia.
A las exigencias de l@s huelguistas de la libertad de l@s detenid@s, la readmisión de l@s represaliad@s y la reapertura de los sindicatos clausurados, se unió una reivindicación clásica de la clase trabajadora: la jornada de ocho horas para todos los sectores del Estado. El Gobierno, ante la fuerza y determinación de l@s obrer@s, tuvo que rendirse y, además de todo lo exigido, obligó a l@s empresari@s a abonar a l@s huelguistas la mitad de los salarios descontados por los paros.
El ofrecimiento del Gobierno fue aceptado por una asamblea obrera que contó con veinte mil asistentes.
Moraleja: No hace falta remontarnos a las huelgas revolucionarias de 1934, a la huelga que paró al fascismo en la mayoría de ciudades de Iberia en 1936 o a las de los años 60 en las cuencas mineras... o la huelga indefinida que en 2006 llevaron los trabajador@s de CNT-AIT de Barcelona en Mercadona (la huelga más larga de Cataluña) etc, etc,... para recordar que las huelgas se pueden ganar.
El Miliciano