Las cárceles españolas no están preparadas para el envejecimiento de la población reclusa. En España hay medio centenar de pres@s de más de 80 años. El número de pres@s mayores de 60 no deja de crecer. A la vuelta de unos años, muchas cárceles se habrán convertido en una suerte de geriátricos
La larga lista de mayores de sesenta años que ocupan las cárceles españolas, ha pasado del 0,9% en 1985 al 3,8% este año, y que apunta a que, en un futuro no muy lejano, algunas cárceles se habrán convertido en una suerte de geriátricos en las que las revisiones de próstata y los pañales estarán a la orden del día. A eso, y a que es posible que, de no tomar medidas, a España todo este asunto le coja con el pie cambiado.
Cierto es que el gobierno de Rodríguez Zapatero confeccionó un estudio sobre el que se armó en 2011 un protocolo de atención integral a la ancianidad en el medio penitenciario.Sin embargo, hace tiempo que se ha entrado en un periodo de inacción. Todo se está dejando morir: los programas para las unidades de madres, los módulos de respeto y, por supuesto, la atención a las necesidades específicas de los ancianos reclusos.
Cierto es que el gobierno de Rodríguez Zapatero confeccionó un estudio sobre el que se armó en 2011 un protocolo de atención integral a la ancianidad en el medio penitenciario.Sin embargo, hace tiempo que se ha entrado en un periodo de inacción. Todo se está dejando morir: los programas para las unidades de madres, los módulos de respeto y, por supuesto, la atención a las necesidades específicas de los ancianos reclusos.
Existen multitud de problemas con los que se encuentra el sistema penitenciario español a la hora de atender a los reclusos mayores. El primero, las estructuras arquitectónicas de las cárceles: Solo hay que aplicar el sentido común para darse cuenta de que, tal y como están concebidas, es imposible. Que por mucho que uno quiera, un señor de 85 años no puede subir y bajar treinta y tantos escalones tres veces al día.
A la existencia de barreras arquitectónicas allá por donde uno vaya, se le suma la ausencia de profesionales sanitarios especializados en gerontología y la certeza de que los carceleros no están formados para atender a personas mayores. Estamos hablando de muchas cosas, desde la necesidad de tener un baño cerca, al hecho de que por ser mayor de 60 o 70 años uno no deja de tener derecho a tener sexo, etc...
El hecho es que, según los últimos datos publicados por el Ministerio del Interior, de los 50.364 presos que ocupaban en junio de este año las cárceles españolas, 2.046 (1.906 hombres y 140 mujeres) tienen más de sesenta años.
Condenados fundamentalmente por haber cometido delitos contra la salud pública (un 37% en 2015), seguidos por los homicidios (un 15%), lo realmente sorprendente es que, según los analistas, se producen variaciones en la tipología de delitos entre los mayores de 60 y los mayores de 70: los primeros son más dados a atentar contra la salud pública mientras que los que han cumplido setenta son responsables de haberle quitado la vida a alguien.
Algunos de esos presos están en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), la única prisión española que en algún momento de estos últimos años aspiró a convertirse en un centro especializado para condenados que hace tiempo que peinan canas.
A la existencia de barreras arquitectónicas allá por donde uno vaya, se le suma la ausencia de profesionales sanitarios especializados en gerontología y la certeza de que los carceleros no están formados para atender a personas mayores. Estamos hablando de muchas cosas, desde la necesidad de tener un baño cerca, al hecho de que por ser mayor de 60 o 70 años uno no deja de tener derecho a tener sexo, etc...
El hecho es que, según los últimos datos publicados por el Ministerio del Interior, de los 50.364 presos que ocupaban en junio de este año las cárceles españolas, 2.046 (1.906 hombres y 140 mujeres) tienen más de sesenta años.
Condenados fundamentalmente por haber cometido delitos contra la salud pública (un 37% en 2015), seguidos por los homicidios (un 15%), lo realmente sorprendente es que, según los analistas, se producen variaciones en la tipología de delitos entre los mayores de 60 y los mayores de 70: los primeros son más dados a atentar contra la salud pública mientras que los que han cumplido setenta son responsables de haberle quitado la vida a alguien.
Algunos de esos presos están en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), la única prisión española que en algún momento de estos últimos años aspiró a convertirse en un centro especializado para condenados que hace tiempo que peinan canas.
En 2011 se pretendió hacer de Alcázar de San Juan una cárcel especializada en presos mayores, pero que la época de recortes dejó el proyecto aparcado. Aunque de los cerca de cien reclusos que hoy viven entre aquellas paredes veinte tienen más de sesenta años y cerca de diez han cumplido ya los 80, no hay celdas adecuadas para ellos. ¿Qué dice el sentido común? Que debe haber una cárcel geriátrico en donde puedan ser atendidos, aunque eso cueste dinero. ¿Que por qué lo que tenemos no sirve? Un ejemplo: En esta prisión existe un solo médico para atender a la población reclusa aunque corresponderían tres. Ese profesional tiene su jornada de trabajo y sus días libres como cualquiera. Simplemente, cuando un viejete se cae, se arma una considerable.
Solo una de las celdas que tienen en la prisión está adaptada y que, aunque las de la planta baja son individuales, el resto no. Es fácil entender que un señor mayor no puede dormir en una litera alta, y la falta de medios se suple con la entrega y la colaboración de algunos reclusos que están pendientes de sus compañeros.
Los mayores de 70 años, por más que una leyenda urbana nos haya convencido de lo contrario, van a prisión como cualquier otro hijo de vecino convertido en delincuente.
Aunque es verdad que el artículo 92 del Código Penal y las normas penitenciarias establecen que el juez puede concederles la libertad provisional anticipada aunque no hayan cumplido dos terceras partes de la pena si atienden a una serie de requisitos, también lo es que queda a criterio del juez y que en la práctica solo sucede cuando el condenado ha cometido un delito menor. La prueba de que se trata de una idea muy extendida es que hace unos años las mafias de la droga convencían a ancianos para que transportaran mercancía asegurándoles que, aunque los pillaran, nunca entrarían en la cárcel.
Las cárceles no son un lugar para viejos, aunque muchos ya no quieran salir de allí, y no sepan vivir en la calle. Muchos reinciden delinquiendo para volver dentro. Les ocurre a muchos reclusos mayores en todo el mundo. Después de pasar años entre rejas, cuando las puertas de la libertad se abren de par en par nadie espera fuera.
Los mayores de 70 años, por más que una leyenda urbana nos haya convencido de lo contrario, van a prisión como cualquier otro hijo de vecino convertido en delincuente.
Aunque es verdad que el artículo 92 del Código Penal y las normas penitenciarias establecen que el juez puede concederles la libertad provisional anticipada aunque no hayan cumplido dos terceras partes de la pena si atienden a una serie de requisitos, también lo es que queda a criterio del juez y que en la práctica solo sucede cuando el condenado ha cometido un delito menor. La prueba de que se trata de una idea muy extendida es que hace unos años las mafias de la droga convencían a ancianos para que transportaran mercancía asegurándoles que, aunque los pillaran, nunca entrarían en la cárcel.
Las cárceles no son un lugar para viejos, aunque muchos ya no quieran salir de allí, y no sepan vivir en la calle. Muchos reinciden delinquiendo para volver dentro. Les ocurre a muchos reclusos mayores en todo el mundo. Después de pasar años entre rejas, cuando las puertas de la libertad se abren de par en par nadie espera fuera.