La palabra prostitución, proviene del latín “prostitutio”, que a su vez proviene de otro término látino “prostituiere”, que significa literalmente exhibir para la venta.
Esto es la prostitución, mujeres exhibidas como un mero producto carente de humanidad, sentimientos y/o voluntad. En toda venta, existe un comprador, en este caso el putero que elige la “mercancía” de entre las ofertadas por el vendedor (el proxeneta). Esta es la realidad, por mucho que la intenten desvirtuar, no es un trabajo, no son clientes, no son empresarios.
Los partidarios de la regulación de la prostitución, defienden que se trata de un trabajo. Como tal las personas que lo desarrollan, son trabajadoras y, deben contar con derechos y obligaciones inherentes a esta condición. Esta postura, parte de la base de que las mujeres son prostituidas libremente y no por necesidad, coacción o violencia. Ante una realidad que considera inevitable, sería más conveniente otorgarle un marco normativo. Este argumento trasladado a otras realidades, nos llevaría a legalizar por ejemplo el trabajo infantil o cualquier otra forma de esclavitud, que por desgracia pervive en nuestros días. Por otro lado, justifica que el hombre tiene derecho a “demandar” estos servicios y no debe ser criminalizado por ello. Considerar que ser prostituida es un trabajo como cualquier otro es, cuando menos, un delirio Patriarcal. No se vende tu capacidad para producir o crear algo, sino que el producto es tu propio cuerpo, tu sexualidad. Si se defiende que es un trabajo, habría que hablar de los riesgos laborales inherentes, secuelas físicas y psíquicas que en muchas ocasiones les acompañarán toda la vida: enfermedades de transmisión sexual, desgarros vaginales y anales, embarazos no deseados, depresión, ansiedad, traumas…Los proxenetas serían con este modelo honrados empresarios, creadores de miles de puestos de trabajo, que contribuirían a la riqueza del país. Venderían su producto, mayoritariamente niñas y mujeres, sin reproche legal ni social.
La prohibición de la prostitución, supondría ilegalizar por completo esta actividad. La penada, la culpable sería la mujer prostituida y la victima pasaría a ser el putero. Esta postura parte más de posiciones morales y éticas, que de respeto a los DDHH. Considera a las putas un “mal social” a erradicar, sin tener en cuenta la estructura social Patriarcal que lleva a millones de mujeres a esta explotación. Sin hombres dispuestos a traficar y pagar por sexo, prevaliéndose de la superioridad que se les otorga por el mero hecho de haber nacido hombres, no existiría la prostitución (sin puteros, no habría mujeres prostituidas)
La abolición de la prostitución, considera que los criminales de la industria prostituyente son proxenetas y puteros. Los primeros, por enriquecerse del cuerpo de mujeres y niñas. Los segundos, por comprar estos cuerpos. No se puede entender la prostitución, sin tener en cuenta la desigualdad estructural entre hombres y mujeres: la pobreza tiene nombre de mujer y la concepción del sexo en la sociedad Patriarcal: las putas y las otras. Los hombres compran sexo, porque creen que tienen derecho a ello. Si en su casa no reciben lo que necesitan, lo buscan fuera (cuantas veces habremos oído esta frase). Lo que persigue el abolicionismo es erradicar la prostitución, eliminando la demanda y resolviendo la raíz del problema que la provoca: la desigualdad. Una sociedad democrática e igualitaria, no es compatible con que la mitad de la población (hombres), puedan comprar el cuerpo y el consentimiento sexual de la otra mitad. Las mujeres prostituidas, son las víctimas a las que se le debe facilitar la ayuda integral necesaria, para recuperar su libertad: formación, ayuda psicológica, económica… La prostitución es una forma extrema de violencia contra las mujeres y niñas, es un negocio millonario (sólo en España genera 5 millones de euros diarios) que convierte a las mujeres en una “mercancía”. Trata y prostitución son realidades indisociables, la primera existe para nutrir a la segunda de niñas y mujeres. Utilizar el argumento de la libre elección, es una falacia, no hay libertad en un marco de desigualdad y sometimiento.
Porque queremos la desaparición del Patriarcado, como estructura social que perpetúa la desigualdad por razón de sexo, somos abolicionistas. No seremos libres, mientras exista una mujer sometida y esclavizada.
Fuente: Rebeca Torres, Contrainformación.es