domingo, 9 de mayo de 2021

"El Obrero de Granada": El primer periódico de la Internacional en Granada




El primer periódico obrerista en Granada estaba dirigido y realizado por Mariano Rodríguez, un importante internacionalista granadino, sombrerero de profesión. El primer número salió el 6 de Abril de 1873. Se publica todos los domingos, a un precio de 5 céntimos, paquetes de 25 números a una peseta. El precio es el mismo en el extranjero pero se cobra el importe del franqueo. Las suscripciones y reclamaciones se debían enviar a la dirección de Mariano Rodríguez, director, en la Cuesta de Montero, nº 8. Es en el barrio del Realejo. Se imprime en la imprenta de La Idea, en el Horno de la Marina nº 9, cerca de la Catedral. Solo conocemos dos números, conservados en el Museo de la Casa de los Tiros. Es probable que en realidad no salieran muchos más, ya que ambos son del mes de Abril de 1873. Su contenido era principalmente doctrinal y moral.

El primer número

El lema del periódico es “Igualdad, Verdad, Justicia”. Su presentación se muestra en el artículo “Nuestro programa”: dejando falsas modestias o grandilocuencias, propias de la prensa granadina de la época y de los años anteriores, pretenden ser breves. Lo primero: “Somos obreros”. A partir de ahí se desarrollan sus aspiraciones y mentalidad. Es evidente que es el primer caso que se conoce en Granada de unos obreros que se atreven a tomar la pluma para expresarse. Hasta entonces los trabajadores se limitaban a quejarse de sus fatigas y “reñir con sus compañeros en un lugar de prostitución”. Y empieza a mencionar lo segundo más importante y destacable: la toma de conciencia, que expresan en sus palabras: “hoy ya empezamos a comprender que nuestra misión es despertar del largo sueño de nuestra ignorancia y romper por nosotros mismos los lazos que tanto nos han esclavizado envileciéndonos.” Vemos aquí una tercera característica: la ruptura. La revolución. Y no cualquier revolución: esa ruptura se romperá “por nosotros mismos”, un claro eco de la frase de la Primera Internacional: “La emancipación de los trabajadores se hará por los trabajadores mismos, o no será”. Por tanto, tenemos un periódico de ideología internacionalista, obrerista y revolucionaria.

A continuación otras palabras muy definitorias del periódico: “Dedíquense en hora buena otros hombres, si así les place a la lucha política.” Es decir, hacen una declaración de apoliticismo, esto es, no participación en los medios electorales políticos, de gestión de los poderes públicos y de las competencias de partidos. “Nosotros pensamos de distinto modo, porque distinto también es el criterio que de la actual sociedad tenemos formado.” Se declaran humanistas, amantes de la humanidad, y están en contra de la explotación, “la felicidad de unos pocos a costa de la eterna desgracia de otros.” Es en estas líneas cuando contestan a la pregunta si pretenden ocupar los altos puestos del Estado y aplastar así y gobernar a quienes les han gobernado hasta entonces: “No y mil veces no.” Quieren conquistar su propia educación y formación, conocer sus propios derechos para hacer uso adecuado de ellos: “A la ignorancia que nos arruina y esclaviza se combate con la ciencia, y aunque poseemos muy poca, porque nos han cerrado las puertas de las universidades, abiertas tan solo al privilegio, y los sabios han dicho que no entendíamos sus palabras, creemos que algo practico sabemos, y esto tenemos un deber de compartirlo con nuestros semejantes que saben menos.” Reivindican el anonimato y rechazan la importancia de los autores: lo que importan son las palabras en sí mismas y si valen de por sí. “Nos valemos del anónimo porque ni pretendemos ser vuestros jefes o maestros, ni queremos que nos llevéis a ningún puesto del Estado. Somos simplemente trabajadores como vosotros, con las mismas necesidades vuestras y con la misma sed de libertad y emancipación.”

Finalmente hace una nueva declaración de sus convicciones y posturas: “No llevamos mas bandera que la de la humanidad; nuestro lema es justicia y paz entre todos los hombres; nuestra Patria el mundo, nuestra familia y nuestro Dios la especie humana; nuestro templo el taller, nuestra religión, el respeto mutuo. Y nuestra moral, no hacer a otro lo que no queramos que nos hagan. Este es nuestro Programa.” Debemos destacar los ataques que se realizan al liberalismo democrático clásico que se realiza en estas palabras. Así por ejemplo la referencia a la Patria no solo es un ataque al nacionalismo, sino sobre todo al interclasismo. Efectivamente, este concepto, derivado del Tercer Estado del Antiguo Régimen, que englobaba tanto burgueses como artesanos, científicos y campesinos, era la “asociación” de todos los habitantes de un país en la ideología burguesa. Cuando se afirma la humanidad como Patria común, rompe tanto con el concepto nacionalista y excluyente de la identidad nacional, como el propio interclasismo ciudadanista por una humanidad genérica que está dividida artificialmente.

El siguiente artículo, que empieza en la página dos del primer número, se titula “A la clase obrera”. Parte de una base propia del pensamiento ilustrado: sin la investigación, el conocimiento y la ciencia, el ser humano no sería más que otro animal. Su actual estado, su emancipación, se ha debido a la superación de la ignorancia y la superstición. El conocimiento es fuente de liberación. La historia, manchada de sangre, sin embargo avanza hacia la verdad y la superación. Es el progreso. Pero la humanidad no ha llegado aún al final de su progreso y liberación, aún sigue siendo una teoría. Aún persiste sobre la Tierra una masa de hombres que no han gozado jamás ninguna clase de privilegio: los trabajadores, que todo lo han producido a lo largo de los siglos. En unas palabras que recuerda al discurso de La Boétie, se dice: “no habría ido tiranos si no hubiera habido esclavos ignorantes que los hubieran sostenido. La ignorancia, pues, ha engendrado y fomentado la esclavitud entre los hombres.” Por eso se clama: “Trabajadores, no hay más solución que esta al gran problema social, LA INSTRUCCIÓN. (…) Jamás podrá ser libre, verdaderamente libre, el ignorante.” Reconociendo que no ha sido culpa de los propios obreros, y que es una tarea muy difícil, insiste sin embargo que tampoco es imposible resolverlo, pero: “individualmente nada podemos hacer, pero podemos asociarnos, podemos leer o hacer que nos lean, podemos reunir nuestros pocos y conseguiremos un mucho de gran importancia para nosotros y mucho más para nuestros hijos.”

El artículo defiende que es un trabajo que se debe hacer inmediatamente, y no resignarse: “Diréis que esto es muy largo; no, compañeros, no tan largo, si todos vamos a una, si todos nos penetramos de que nuestra salvación está en nuestras manos; más largo, inmensamente más largo será el sufrimiento, si nos contentamos con lamentar nuestras desgracias y llorar nuestra miseria.”

El siguiente artículo se titula “Profecía” con el subtítulo “La Liquidación Social”. Es un artículo contra el concepto de Patria. Comienza con un relato donde un barco que navega por el Polo Norte, en un punto del mar entre Escandinavia e Islandia, hay una isla volcánica donde encuentran a un grupo humano, que resultan ser descendientes del príncipe Napoleón y su tripulación, que navegó y naufragó hasta allí, asentándose en la pequeña roca, hasta entonces.

Terminado el relato, comienza el análisis de la Patria, con lo que es un país, los extranjeros y otras cuestiones relacionadas. Entiende que el egoísmo de los hombres los ha empujado hacia sus ansias de conquistas y adquirir lo que tenían otros. Esto, que es un crimen, ha sido cantado por los poetas y artistas como una virtud, reivindicando la superioridad de las gentes de una determinada zona, y fomentando la preocupación por la división de los pueblos y aún entre los pueblos de una misma comarca, “llevando este perjudicial espíritu hacia una misma población, excitando la rivalidad de barrio a barrio, de calle a calle. Divide y vencerás, ha sido el lema de todos los tiranos, de todos los interesados en la enemistad social.” Por ello, para los autores del artículo “para nosotros, no hay Patria, no hay más que humanidad; (…) somos hombres trabajadores, que hemos nacido en diferentes partes, que estamos cada uno dedicados a un trabajo, pero que nuestro trabajo es social, todos para cada uno, y cada uno para todos. Abajo las fronteras, es nuestro grito, abajo las nacionalidades. ¡Viva la humanidad!”

A continuación se entra en un nuevo apartado, sin quedar claro si es continuación del anterior artículo, o uno nuevo, en forma de epílogo de este primer número. Desde el luego el tema es muy distinto. Señala primeramente de cómo hombres instruidos y capaces no entienden las reivindicaciones obreras y la cuestión social, negando al socialismo por no aportar propuestas y a la vez que no es bueno realizar promesas porque luego no se pueden cumplir, etc.

Pero ellos sí quieren tratar estos problemas, pues “somos socialistas, tratamos la cuestión social (…), nuestra aspiración, nuestro deseo, nuestro trabajo revolucionario es acortar la distancia que nos separa del día de la justicia; queremos, deseamos anticipar la hora de la redención social por cuantos medios estén a nuestro alcance, y el más eficaz que creemos no está el de callar (…) Porque únicamente tratando esa cuestión [la social] principalmente entre los Obreros es como estos obreros llegarán a tener conciencia de lo que son y empezarán a dejar de ser máquinas inconscientes de ambiciones más o menos bastardas y de servir de escalón para que suban a elevados puestos a individualidades que nada hacen por ellos.” Es una labor necesaria para la causa obrera y que, aún con sus limitaciones, es un deber ocuparse y expresar la problemática obrera, que no puede limitarse a la especialización de los doctos e instruidos: “¿Hemos de callar nosotros y que solamente sean los filósofos, los sabios los que traten y dispongan el día que hemos de ser pagados con arreglo a nuestro trabajo, que sean esos señores del saber los que acuerden cuando nos hemos de instruir, cuándo han de ser educados nuestros pobres hijos, cuándo hemos de trabajar y a qué precio, etc.?” Y la respuesta es clara: “Somos hombres libres como no pueden menos de confesarlo en sus declaraciones políticas: pues por lo mismo, queremos obrar como hombres libres, queremos arreglar nuestras cosas por nosotros mismos, ‘la emancipación del trabajador será obra del trabajador mismo’ o no se hace.” Aclara que “nosotros apoyamos a la sociedad actual relativamente, porque no estamos organizados todavía, nos organizaremos y diremos entonces si la solución que demos al problema social se ha de poner en práctica inmediatamente o hemos de esperar la venía de nuestros explotadores”, señalando no hacer caso a las acusaciones que les hacen de ilusos que quieren cosas irrealizables. Así termina el primer número.

El segundo número

El segundo número, fechado el 13 de Abril de 1873, una semana después del anterior, empieza con un artículo titulado “La Escuela”, donde indican que “la escuela es una de las grandes necesidades sociales, si se quiere que los hombres sean honrados y laboriosos. (…) no puede jamás el ignorante ser libre; sin instrucción no puede haber moralidad. La escuela es a la inteligencia, lo que el alimento es a las fuerzas físicas del hombre. No eduquemos a la creciente generación, y se obtendrá una sociedad enfermiza, depravada, llena de preocupaciones y dedicada a infinidad de vicios y crímenes, que dará por resultado la esclavitud en unos, la tiranía en otros.” Sin embargo, “hay que distinguir muy particularmente qué clase de escuela hace falta” para que la humanidad “cumpla su misión” y la instrucción no sea contraproducente, tal como que “para alimentar el cuerpo, es necesario no tomar indistintamente todo lo que se encuentre a mano.” El artículo menciona que en sus días se ha hecho muy poco por la escuela, y lo que se ha enseñado ha sido bajo imposición y sin crítica, teniendo como base “la preocupación y el error”, subordinado a “principios en extremo discutibles pero que se han tomado por verdades ante las que no había otro medio que bajar la cabeza y aceptarlas sin discusión ni la menor duda.”

En cuanto a la clase obrera, “no ha tenido la ocasión de ser instruida ni aún de esta manera errónea”, recibiendo en cambio solo quejas, cuentos absurdos y malos ejemplos. Se reflexiona sobre las causas de la falta de instrucción y la primera es que no se ha fomentado la educación ni su estímulo. Muchos obreros creían que bastaba con enseñar lo que ellos sabían. Una segunda razón, de todas formas, es que los trabajadores carecen de medios para ejercer esa instrucción y educación. “Y si no tiene para pan ¿cómo ha de tener para escuela y libros, mayormente cuando desconoce su gran importancia, y cuando él tampoco ha ido a la escuela, ni tenido libros en su niñez?” En una época donde la pensión no existe y la palabra “proletariado” se refiere a la “prole”, la gran cantidad de niños que se tenía para cuidarlos en espera de que en el futuro ellos les cuiden, es obvio que el “pobre jornalero ansía, que su hijo o hija crezca un poco para llevarlos a alguna parte donde puedan ganar aunque sea una corta cantidad que ayude al sostenimiento suyo.” Por eso, el obrero se limita a trabajar, y no a formarse.

Se menciona la existencia de escuelas gratuitas: “Hoy podrá objetarnos que lo que decimos no es exacto, porque por todas partes hay escuelas gratuitas, donde pueden ir los hijos de los pobres; que si no van es por que no quieren etc, etc.” pero que tal cosa no es cierta, pues en España no hay bastantes escuelas, y “el trabajador necesita que el hijo le gane algo”. Las escuelas gratuitas, que ciertamente existen, son, sin embargo, “focos de superstición y semilleros de maldades y errores”, en referencia a las escuelas católicas, “que no enseñan otra cosa que a rezar y a odiar a sus semejantes”, siendo el “remedio (…) peor que la enfermedad.” Lo que se necesita es una escuela no religiosa, que enseñe lo que es el hombre, sus naturales derechos y sus deberes sociales. De estas hay pocas, y son necesarias establecerlas, especialmente por los trabajadores, los “interesados en la regeneración social”.

Vemos en estas líneas un firme rechazo al catolicismo, que se reproduce, en un tono anticlerical muy claro, en el siguiente párrafo, que cita al periódico La Idea en un suelto publicado “del martes próximo pasado” en la que recogen la petición de un concejal que pide que se eche abajo los conventos de “Capuchinas y Recogidas” de Granada. El Obrero de Granada se suma a la petición y añade también “los demás conventos, iglesias y capillas, sin olvidar a la Catedral” que de tal manera “se desahogará mucho más la ciudad, y no tendrá el Arzobispo donde vomitar tanto veneno y tanto absurdo como profirió el domingo último.” La Iglesia mantuvo una postura política partidaria de las élites sociales y crítica con las posturas laicas y socialistas que propugnaba periódicos como El Obrero de Granada. Se consideraba una institución parasitaria que se fundaba sobre supersticiones y engaños.

El siguiente artículo se titula “Juventud Española”, escrito en un tono triste, por la frivolidad y superficialidad que ven en la juventud de sus días, dedicada al juego, la prostitución y los placeres, “ni se puede hablar en serio con ellos media hora de ningún asunto.” Pasa revista por los jóvenes de las diferentes clases sociales, empezando por la clase alta, cuyos jóvenes “nada entienden sino de caballos, queridas y otras cosas por el estilo”, gastando más de lo que tienen y sumergiéndose en deudas, y siempre buscando muchachas humildes, que, según se afirma, abandonan a su suerte tras dejarlas embarazadas. Mientras tanto, la clase media se esfuerza en ser como la clase noble, esforzándose con privaciones, aumentando aún más sus vicios. Y finalmente, por su parte, el hijo del obrero vuelve a casa cansado “de un trabajo superior a sus fuerzas. (…) no come bastante, anda mal vestido y no ha gozado en su vida.” Por ello el periódico quiere dirigirse a la juventud para decirles “que pensaran algo y que se dedicarán a ser útiles a la sociedad, en vez de escandalizarla con sus depravadas costumbres”, sin embargo se abstienen de ello, sabiendo que no serán escuchados ni tomados en serio. En cambio, sí ven esperanzas en los hijos de los trabajadores, que aunque tienen mucho que mejorar, sí prestan oídos a la regeneración social que promete la revolución. Realizando el mismo esfuerzo que ejercen en sus centros de trabajo, pueden hacer una gran labor revolucionaria, por lo que evitando seguir el ejemplo de la juventud de las otras clases sociales, lograrán su porvenir. Podemos ver en todo momento una fuerte ética y moral de carácter austera, social y obrerista, con matices utilitaristas. Hay un fuerte clasismo y una reivindicación revolucionaria.

El siguiente artículo proviene de otro periódico, El Condenado, famoso por su fuerte anti-autoritarismo, y por ser dirigido por Tomás González Morago, uno de los primeros internacionalistas españoles, calificado como bakuninista, de gran fama entre todas las secciones de la Primera Internacional. Debe mencionarse también que El Condenado tenía un fuerte carácter polémico, especialmente contra el sector español partidario de Marx, en su enfrentamiento contra Bakunin. Es curioso, porque Mariano Rodríguez, durante un tiempo, parece que creyó las calumnias marxistas contra la Alianza Internacional por la Democracia Socialista, la organización clandestina que Bakunin fundó, que según Marx y sus partidarios, obraran en conspiración contra sus compañeros, con un carácter autoritario. En el III Congreso de Córdoba de Diciembre de 1872, se aclararon estas acusaciones, y Rodríguez, como delegado de Granada (antiautoritario y anarquista, pero ajeno a la Alianza, y por tanto receloso por su supuesto autoritarismo) pudo comprobar que se trataba de una serie de calumnias y malentendidos en el marco de la polémica entre bakuninistas y marxistas. Debemos señalar que, poco antes, en el Congreso de La Haya de 1872, Bakunin y Guillaume habían sido expulsados de la Primera Internacional, arrastrando a la mayoría de las secciones, y dejando a Marx con un pequeño sector, y obligado a disolverla poco después, en Estados Unidos.

Volviendo al texto, el artículo se titula “Los Caballeros… de Industria”, dedicado al periódico “Los Descamisados”. En un relato que, aseguran, se puede aplicar a cualquier círculo conservador, escenifica a un grupo de burgueses ricos hablando de los peligros de la Internacional, mientras gozan de distintos lujos propios de su clase social y de su posición. Uno de ellos habla que no le asusta tanto los hechos de la Comuna de París (ocurrido pocos años antes), sino la aplastante lógica de la Internacional y de su causa, imposible de rebatir (según el relato), y que por ello deben recurrir a medios originales y extremos. Así, idean fundar un periódico con las “formas demagógicas más exageradas y escrito con buen estilo (…) y veremos si de esta manera asustamos a los conservadores y provocamos la reacción y hasta la intervención, si es necesaria”. A este periódico lo titulan “Los Descamisados”. Es evidente el ataque directo en estas líneas a ese periódico; tanto El Condenado, como El Obrero de Granada que reproduce el texto con notable conformidad, consideran enemigo a este periódico, que entienden que no es realmente obrero, y que muy posiblemente sea creación de los enemigos de la Internacional y de la Clase Obrera. “Los Descamisados” fue dirigido y creado por Eloy Perillán y Buxó, que efectivamente no era obrero ni pobre, y, en la misma línea, publicó una serie de periódicos muy efímeros por sus continuas denuncias, sin ser encarcelado, tales como El Petróleo. Sin embargo, no es probable un contubernio con la burguesía y sus palabras parecen ser sinceras, pero muy contraproducentes para el movimiento obrero y la propia Internacional, a la que no pertenecía. No confundir el periódico de Buxó con el fundado en Argentina años después, titulado El Descamisado.

El último artículo es la continuación de “Profecía. La Liquidación Social” con el relato de los “indígenas” descendientes de franceses. El aislamiento de cuatro generaciones ha permitido la ignorancia total del desarrollo histórico en el Viejo Mundo, y relata el más anciano a los más jóvenes la verdad de dónde vienen, en la reproducción de los modos de leyenda en las “tribus primitivas” muy llamativa, pero invertido, pues las formas de autoridad y nacionalismo son incomprensibles para los que no nacieron en Francia, sino en esa roca. Se concibe el origen del Estado como el momento de la destrucción de la “armonía” entre los habitantes de la Tierra; entienden por Patria como el término inventando por los tiranos para designar sus genealogías, del que surgen las naciones, que son “bestias feroces de variedades distintas”; eran “tiempos de tinieblas y opresión”. En contraposición a todo ello y los privilegios que derivaban de todas esas formas de patrias y naciones, surgió la Internacional, para liberar la Humanidad de todos esos males, transformando ese mundo. La Asociación Internacional de los Trabajadores tenía “por objeto aniquilar la parte perjudicial de la sociedad y llamar a todos los pueblos a la producción y a la solidaridad, destruyendo toda esa grotesca ostentación de privilegios y preocupaciones.” Por ello la Internacional se encontró con una feroz resistencia de los espantados privilegiados, que se dedicaron a perseguirla por la fuerza y la ley.

El artículo critica lo que entiende que eran las grandes virtudes de esa terrible época: el egoísmo, la ambición, la hipocresía y los celos. Esa combinación era la envidia de todo habitante, y quien más tuviera de esas cuatro virtudes, llegaba al Poder, los jefes. Al lado de los jefes habían “cortesanos”, que habían “cortesanos de reyes” y “cortesanos del pueblo”. De los distintos partidos que aspiraban al poder, el más astuto era el republicano, “este era el que menos fijaba sus formas y sus doctrinas.” Los monárquicos querían un potentado y su correspondiente séquito y la sujeción del movimiento científico. Los republicanos querían llegar al Poder por medio de los trabajadores a los que intentaba fascinar y seducir. Pero, todos, eran iguales. “Según ellos, hacerse republicano y aceptarlos como jefes, era pasar al paraíso terrenal. Ser hábil republicano había venido a ser un oficio bastante lucrativo”. Estos, cuando llegaban al Poder, continuaban persiguiendo a los “proletarios” y protegiendo “a las castas parasitarias (…) perpetuando así el crimen que el capitalismo cometía contra el trabajador”. El relato no concluye y promete continuar en el siguiente número de El Obrero del Obrero. Sin embargo, no conocemos más números y no podemos consultar la conclusión de este relato, que vemos un matiz antirrepublicano muy fuerte en esta segunda parte, en un marco invertido de la Utopía.

Solo tenemos dos ejemplares de este periódico, probablemente muy influenciada por el criterio de su director, Mariano Rodríguez, si bien no debemos olvidar que detrás de él había toda una Federación Local de trabajadores en Granada y el resto de la provincia de una importancia considerable, seguramente mutuamente influenciados. El contenido de estos dos números deben reflejar en gran parte las ideas generales tanto de Rodríguez como de la Internacional granadina. Los elementos fundamentales, a nuestra interpretación, son un fuerte obrerismo, un internacionalismo entendido como un fuerte antinacionalismo, elementos de una ética austera y un profundo amor al saber y al conocimiento, conciencia de la lucha de clases, revolución como regeneración social, crítica al poder desde un antiautoritarismo moral, y la acción directa entendida como el protagonismo de los propios trabajadores sin intermediarios, jefes ni especialistas.

Descripción de El Obrero de Granada

Fechas de los números:

Nº 1: 6 de Abril de 1873

Nº 2: 13 de Abril de 1873.

Artículos:

Nº 1:
Nuestro programa
A la clase obrera
Profecía. Liquidación Social. Parte Primera

Nº 2:
La Escuela
(Sin título) Petición de derribos de edificios religiosos
Juventud Española
Los Caballeros… de Industria
Profecía. Liquidación Social. Parte Segunda.

"El Obrero de Granada": El primer periódico de la Internacional en Granada
Artículo de Fran Andújar. Extraído de "Ser Histórico".