jueves, 18 de octubre de 2007

400 homosexuales ejecutados en Irán


Según el colectivo iraní de derechos de los homosexuales Homan, el gobierno iraní ha condenado a muerte desde 1980 a alrededor de 4000 homosexuales. Según Scott Long, director del programa de derechos de los homosexuales de Human Rights Watch, los iraníes sospechosos de ser homosexuales comunmente afrontan torturas. Esto se cumple no solamente en Irán, sino en casi todas las zonas del mundo islámico. En la Universidad de Columbia la semana pasada, el Presidente iraní Mahmud Ahmadineyad anunciaba: 'No tenemos homosexuales como en vuestro país. No sufrimos eso en nuestro país. No sufrimos este fenómeno; no sé quién os ha informado de que lo sufrimos”.

Si hubiera alguna verdad en esto — y no hay ninguna — se debería a que el régimen islámico de Irán los habría matado, puesto que la homosexualidad puede ser un crimen capital en ese país. Un caso célebre tenía lugar el 19 de julio de 2005, cuando dos adolescentes, Mahmud Asgari, de 14 años, y Ayaz Marhoni, de 16, eran ajusticiados de una manera particularmente brutal en Irán por el crimen de actividades homosexuales. Aunque los funcionarios iraníes insistían en que la sentencia de muerte se debía a la violación de un tercer chico, el Consejo Nacional de la Resistencia de Irán se pronunciaba en otro sentido. Asgari y Marhoni no fueron un caso aislado. Según el colectivo iraní de derechos de los homosexuales Homan, el gobierno iraní ha condenado a muerte desde 1980 a alrededor de 4000 homosexuales. Según Scott Long, director del programa de derechos de los homosexuales de Human Rights Watch, los iraníes sospechosos de ser homosexuales comunmente afrontan torturas. Hossein Alizadeh, de la Comisión Internacional de Derechos Humanos Homosexuales, afirmaba que en Irán los homosexuales viven con 'el miedo constante a la ejecución y la persecución y también el estigma social asociado a la homosexualidad”.

Esto se cumple no solamente en Irán, sino en casi todas las zonas del mundo islámico. El Corán caracteriza a aquellos que 'practican sus actos lujuriosos con hombres antes que con mujeres' como 'transgresores de cualquier frontera” (7:81). Un hadith lanza 'la maldición de Alá' sobre aquellos que se implican en actividades homosexuales. Un escritor musulmán contemporáneo, Shaykh Abdul-Aziz Al-Fawzaan, llamaba 'uno de los actos más pecaminosos conocidos de la humanidad' a la homosexualidad y afirmaba que 'es prueba de los instintos pervertidos, el total colapso de la vergüenza y el honor, y la extrema podredumbre del carácter y el alma”.

Las opiniones legales en materia del castigo varían. Entre las escuelas de jurisprudencia islámica sunita (madhahib), la escuela Hanafi dictamina una severa paliza por la primera ofensa, y la pena capital si el delincuente reincide. La escuela Shafi ’i dictamina 100 latigazos para el homosexual soltero y la pena de muerte por lapidación si está casado. La escuela Hanbali exige la lapidación en cualquier caso. Mahoma, el profeta del islam, ordenaba a sus seguidores 'matar al que sodomiza y al que se deja sodomizar” (’Umdar al-Salik, p17.3).

En muchas zonas estas ordenanzas son seguidas aún. El Código Penal Islámico de Irán contra los Homosexuales pide la pena capital por sodomía y un centenar de latigazos por prácticas lésbicas en las tres primeras ofensas, con la pena de muerte en caso de una cuarta. La homosexualidad es la ofensa capital no solamente en Irán, sino también en Arabia Saudí, Sudán, Yemen y Mauritania. En Malasia, puede conllevar una pena de cárcel de 20 años, y también es ilegal en Afganistán, Argelia, Bahrein, Bangladesh, Bosnia, Egipto, Jordania, Kuwait, el Líbano, Libia, Malasia, Marruecos, Omán, Pakistán, Somalia, Siria, Túnez, Turkmenistán, los Emiratos Árabes Unidos y Uzbekistán, entre otros sitios. Por supuesto, el Afganistán del régimen de los Talibanes atrajo la atención internacional por matar homosexuales derribando muros sobre ellos.

El código penal paquistaní dictaminados años de prisión por actividades homosexuales, pero las sentencias islámicas tradicionales de latigazos y lapidaciones siguen siendo tremendamente populares. Cuando las autoridades de los Emiratos Árabes Unidos detenían a 26 varones a los que acusaban de participar en una boda homosexual masiva — 12 vestidos de novio y 12 vestidos de novia, mas un disc-jockey y un hombre que debía oficiar la ceremonia — en noviembre de 2005, las autoridades anunciaban planes de someter a los varones no solamente a latigazos y penas de cárcel, sino también a tratamientos hormonales.

A la luz de todo esto, el silencio de los colectivos de derechos de los homosexuales y la izquierda presuntamente 'progresista' a propósito de los esfuerzos globales de los yihadistas islámicos por imponer la ley sharia es espantosamente miope. Mientras que atacan a los cristianos, que no son los que piden que los homosexuales sean encarcelados o asesinados con cualquier excusa, no dicen nada sobre la amenaza real a su supervivencia. Mientras que atacan a Israel, un país gay-friendly, permanecen en silencio a propósito de los asesinatos de homosexuales en el Irán islámico.

La difunta columnista Cathy Seipp recordaba un revelador incidente en marzo de 2006 cuando un amigo suyo entró en una librería City Lights de San Francisco y pidió un ejemplar del libro de la difunta y tan echada de menos Oriana Fallaci La fuerza de la razón. 'No tenemos libros de fascistas', respondió de malas el cajero, dejando a Seipp musitando: 'Lo más extraño de todo es el escenario de una persona así a la que le desagrada una autora por defender a la civilización occidental frente al islam radical — cuando una de las primeras cosas que harán esos pobres y oprimidos islamistas si alguna vez llegan al poder en Estados Unidos (que Alá lo prohíba) es aplastar bajo muros a los sospechosos de ser homosexuales”.