miércoles, 17 de octubre de 2007

Neonazis.... En Alemania ?


Una discusión en una feria veraniega en la pequeña localidad de Muegeln, situada entre Leipzig y Dresden, acabó con un grupo de quince jóvenes borrachos blandiendo cuchillos y otras armas y gritando '¡Extranjeros fuera!' mientras perseguían por la plaza del pueblo a ocho hombres de origen indio, residentes desde hace mucho en Muegeln. Los indios, algunos seriamente heridos, encontraron refugio en una cafetería propiedad de uno de ellos. La policía apareció justo antes de que la multitud echara la puerta abajo.
Unos pocos días después, al norte de Berlín, una multitud similar atacó al propietario paquistaní de una pequeña cafetería. También fue salvado por los pelos por la lenta policía.
En junio, en Thuringia, las víctimas de la multitud no fueron gente de color, sino un grupo de teatro itinerante, con una obra que se oponía al odio racial. Varios actores resultaron heridos, algunos de gravedad.
Estos son unos pocos casos recientes. Muchos incidentes pasan desapercibidos. Cuando son lo suficientemente serios como para llegar a los medios los políticos responden con rapidez. A nivel nacional, cuando la reputación internacional de Alemania puede ser dañada y las inversiones de la industria turística pueden verse afectadas, hay una sonora indignación que se diluye en unos cuantos días o semanas. A nivel provincial hay clamorosas expresiones de alarma extrañándose de que tales cosas puedan pasar aquí, en nuestra tierra. A nivel local hay sobre todo negación y una variedad de excusas. El alcalde de Muegln aseguró presuroso que los que estaban en la multitud eran seguramente gente de fuera del pueblo y que no tenía constancia de extremistas de derechas organizados, al mismo tiempo, en una entrevista en una revista extremista de derechas recalcó que estaba '¡orgulloso de ser alemán!' y que todo el incidente había sido 'exagerado en demasía'.
Algunos aspectos de tales eventos se repiten una y otra vez. La policía llega tarde, normalmente después de que las víctimas hayan sido golpeadas, generalmente, antes de que se haya matado a nadie. Toman los nombres de uno o dos de entre la multitud antes de dejarles marchar con los demás, pero detienen a las víctimas para un largo interrogatorio, algunas veces durante horas, a menudo antes de proporcionar cuidados médicos.
El castigo a los miembros de las bandas, si lo hay, no suele exceder un año o dos en libertad condicional.
La Alemania occidental y los medios extranjeros destacan sin cesar que la mayoría de los ataques ocurren en la Alemania oriental, sin duda por las sucias tradiciones de la RDA, el estado de Alemania del Este que estuvo en el poder aquí hasta 1990. Por supuesto, pocos de los miembros de estas bandas eran lo suficientemente mayores como para ir ni siquiera a primer o segundo curso en la RDA, así que no se puede culpar al antiguo sistema educativo. Además muchos de esos ataques ocurren también en la Alemania occidental.
No obstante, son más frecuentes en las provincias del Este. La razón principal está clara: en la Alemania del Este, donde casi toda la base industrial fue desmantelada durante los primeros años tras la unificación (o anexión, como dicen muchos), la tasa de desempleo ha sido siempre aproximadamente el doble que la de la Alemania Occidental. En muchos pueblos y ciudades pequeñas con una o dos fábricas, su cierre condenó a los habitantes al desempleo y la desesperanza. Los trabajadores más antiguos trataron de luchar para obtener una pensión anticipada (y reducida). Los chicos más listos y la mayoría de las chicas fueron a buscar trabajo a la Alemania Occidental, Austria o Suiza. Los chicos con menos estudios y a menudo sin el aprendizaje tan necesario en Alemania, arañan los subsidios de desempleo, pierden el tiempo por los bares, y son presa fácil para los acomodados organizadores neonazis que pululan por la Alemania del Este desde que cayó el muro.
Se pueden distinguir tres grupos racistas principales, aunque sus miembros cambian con frecuencia de unos a otros. Bandas organizadas de matones nazis, que suelen coleccionar banderas nazis, reliquias y armas de todo tipo y hasta ahora eran llamativos, con cabezas rapadas, botas y ropa de uniforme, cazando, golpeando y en ocasiones matando gente de color, por lo general pequeños empresarios, pero también turistas, gente sin hogar, discapacitados, y jóvenes que no cuadran con sus estándares: punks, gente con el pelo teñido o emblemas antinazis en su ropa.
Un segundo grupo mucho más grande no pertenece a ninguna organización sino que las respalda y apoya su sonora oposición a un sistema social en decadencia, algo de lo que pueden culpar a los judíos o, si no hay muchos alrededor, a los más comunes turcos, vietnamitas, africanos o polacos.
El tercer grupo incluye a los más listos, que utilizan a los dos primeros grupos y la decepción o la apatía del público en general para ganar posiciones políticas. Pueden escribir espeluznantes letras a canciones populares, haciendo llamamientos a cortar las gargantas de los judíos y a nuevos asesinatos como los de Auschwitz, que son rugidos en alcohólicos conciertos y distribuidos gratis en CD en los colegios por todo el país o en las ferias regionales. Cada vez más, visten de un modo más normal, son más cuidadosos con lo que dicen en público, a menudo tratando de las necesidades sociales a las que se enfrenta mucha gente, incluso oponiéndose a las guerras en Afganistán o Irak, pero sin olvidar nunca su empeño en que los trabajos sean 'para los alemanes'. Y ésta es la gente cuyo principal partido, el Partido Demócrata Nacional o NPD, o sus partidos afines, está logrando nuevas victorias en elecciones provinciales, como Sajonia, donde se encuentra Muegln. Esto les proporciona la gran cantidad de dinero que el gobierno ofrece a todos los partidos que obtienen escaños en las elecciones.
Los políticos debaten sin fin sobre prohibir el NPD. Un intento de hace cuatro años fracasó cuando la Corte Suprema encontró que muchos de los peores panfletos estaban escritos y distribuidos en parte por espías, enviados a los grupos neonazis por el equivalente alemán del FBI, que habían conseguido posiciones predominantes. La democracia cristiana advirtió de otro fracaso similar, pero se opuso a la retirada de estos dudosos espías.
En muchos pueblos y ciudades, especialmente en la Alemania del Este, muchos gobiernos locales y jueces o temen o simpatizan con los nazis, que llaman a estas áreas 'zonas liberadas'. Unos pocos muestran más coraje, junto con la Iglesia y grupos sindicales. Pero cuando los jóvenes antifascistas desafían las numerosas marchas del NDP cada fin de semana en una ciudad tras otra por toda Alemania, se encuentran a menudo a sí mismos siendo detenidos y arrestados, mientras que los nazis tienen protección policial.
El NDP espera conseguir el cinco por ciento en 2009, lo que les daría asientos en el Bundestag. Incluso si la economía mejora, los nazis pueden aumentar su fuerza. Si la economía empeora, el aumento es casi inevitable. Muchos en una Alemania preocupada miran los libros de historia sobre los años que precedieron al ascenso de Hitler al poder.