A la hora de realizar investigaciones sobre lo que fue la Guerra Civil española (1936-1939), no se puede dejar de lado la figura de la miliciana. El número de mujeres que marcharon al frente para combatir por el bando republicano fueron llamadas 'milicianas' su numero no fue muy elevado, pero forjaron un mito bélico. La mayoría de ellas permanecieron en la retaguardia realizando los trabajos que los hombres habían dejado para marchar a la guerra. Aun así, resulta muy significativa la presencia de aquellas mujeres en el frente.
Las milicianas representaron una nueva imagen de la mujer, distinta a la tradicional, fruto de las necesidades bélicas. Las mujeres que empuñaron las armas surgieron en la zona republicana de manera espontánea durante los primeros días de la guerra.
Primero fueron mitificadas por las autoridades republicanas y más tarde desprestigiadas. En la zona controlada por las tropas sublevadas las milicianas estuvieron consideradas como la antítesis de lo que debía ser la mujer decente (cuidar a los heridos, amparar a los soldados y alimentar a sus hijos, etc,.), y cuando fueron capturadas sufrieron la represión.
Las milicianas se convirtieron en un referente para las organizaciones de izquierdas de muchos países europeos antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Aunque las mujeres no permanecieron en los frentes de combate más que unos meses, son un exponente para el estudio de las relaciones de genero en España y para el estudio de la Guerra Civil.
Surgimiento
El golpe militar del 18 de julio de 1936 provocó una gran inestabilidad política y social en la zona republicana.
Los rápidos avances de las tropas nacionales y la incapacidad del régimen republicano de organizarse decididamente para hacerles frente, provocaron el desbordamiento de tensiones sociales acumuladas durante años.
En algunas ciudades como Barcelona y Madrid, hombres y mujeres obtuvieron armas para poder hacer frente a militares que se declararon a favor de los golpistas. Esto provocó una situación revolucionaria en la que algunas organizaciones sindicales y partidos políticos jugaron un papel importante. Esta situación comprendió desde julio de 1936 hasta la llegada al gobierno de Juan Negrín en mayo de 1937. La aparición de las milicianas es fruto de las acciones desesperadas que se dieron en el verano de 1936 para evitar que las fuerzas sublevadas ganaran la guerra. El estrecho del cerco a Madrid por las tropas nacionales provocó la aparición de improvisadas milicias para combatir, en las que también participó el género femenino.
Las milicias populares eran grupos armados que no respondían a la disciplina de un ejército tradicional, ni a la jerarquía militar. Gran parte de las mujeres que entraron en las milicias eran jovenes de alrededor de dieciséis años, reclutadas en muchos casos por organizaciones comunistas y anarquistas.
Las motivaciones que las llevaron a combatir fueron diversas: por convicciones propias, o bien por vengar la muerte de algún familiar. Fueron al frente acompañadas de sus amigos, maridos o novios. Se han llegado a documentar casos incluso de madres que llegaron a acompañar a sus hijos a los frentes de batalla.
Labor en el frente
Cuando las tropas nacionales atacaron Madrid en noviembre de 1936, entre las fuerzas que les hicieron frente se encontraban un gran número de milicianas. En el frente de Segovia luchó con buenos resultados un batallón de mujeres.
En Cataluña, en agosto de 1936 se creó un batallón femenino, el cual fue enviado junto a otras tropas para defender Mallorca. Incluso en Asturias se ha podido documentar la existencia de un pequeño grupo de milicianas, una de las cuales llegó a ser capitana en una compañía de ametralladoras.
A pesar de existir constancia sobre la presencia de las milicianas en los frentes, es dificil precisar el número de mujeres que desarrollaron una tarea militar o auxiliar en las posiciones de combate. Aunque el número de mujeres que combatieron en las milicias no fue elevado.
La labor de las milicianas en el frente no se limitó exclusivamente a combatir. Estas también desempeñaron tareas auxiliares de soporte y asistencia. En muchas ocasiones eran las encargadas de controlar los abastecimientos de víveres, armas y municiones.
La división sexual del trabajo también permaneció en el frente. A las mujeres se les asignaban tareas como preparar la comida, lavar la ropa a los soldados y labores sanitarias. Aunque muchas milicianas quisieron romper con las tradicionales asignaciones de tareas domesticas, las diferencias de genero estuvieron presentes.
Desaparicion
La figura de la miliciana fue uno de los símbolos de la lucha contra los militares sublevados durante los primeros meses del conflicto. Pero a partir de octubre de 1936 el panorama comenzó a cambiar. Largo Caballero llevó a cabo una serie de disposiciones militares para retirar a las mujeres del frente y trasladarlas a la retaguardia. Se produjo un cambio radical, se pasó de glorificar a las mujeres combatientes a ridiculizarlas y desacreditarlas. Los sindicatos, los partidos políticos, e incluso las organizaciones femeninas coincidieron en la necesidad de obligar a las mujeres a trasladarse a la retaguardia.
En diciembre de 1936 los voluntarios extranjeros fueron avisados de que no se admitirían a las mujeres en las milicias. Solo unas pocas milicianas continuaron combatiendo hasta bien entrado 1937.
Para justificar la retirada de las milicianas del frente, se utilizaron diversos argumentos como la falta de preparación de las mujeres, su efectividad en la retaguardia en el desempeño de otras tareas. Pero quizás, uno de los argumentos más importantes que se utilizaron para retirar a las milicianas fue la vinculación de su figura con la de la prostituta. Esta opinión se comenzó a extender desde el otoño de 1936 y se generalizó desde el otoño de 1937. Se extendió la opinión popular de que estas mujeres provocaban enfermedades venéreas entre los soldados. Incluso en el bando franquista se llegó a confundir la imagen de las milicianas con la de las prostitutas. Estas acusaciones eran demasiado simplistas y generalizadas, ya que solo una pequeña parte de las mujeres que combatieron habían sido con anterioridad prostitutas.
En 1937 los comunistas logran crear un ejército regular, esto conllevó la progresiva eliminación de las milicias y con ella la presencia de las mujeres que todavía permanecian en el frente. La militarización de las tropas del bando republicano no contempló en ningún momento la presencia de mujeres.
La impotencia inicial del gobierno republicano para hacer frente a las tropas fascistas provocó una situación revolucionaria que afectó también a las relaciones de genero. Durante un tiempo se flexibilizaron, permitiendo la aparición de mujeres que combatieron en las calles o marcharon en camiones hacia los frentes para combatir.
A pesar de que la mayoría de ellas intentaron equipararse a los hombres, tuvieron problemas al serles asignadas tareas complementarias relacionadas con las labores tradicionales del hogar. Esto unido a la progresiva degradación de su imagen fue provocando el endurecimiento de la estancia en el frente de las milicianas. La mayoría de ellas fueron obligadas a retirarse a los puestos de retaguardia, aunque buena parte de ellas lo hicieron en contra de su voluntad. Solamente unas pocas continuaron en el frente.
Las milicianas fueron utilizadas como instrumento propagandístico por el bando republicano. Al inicio de la guerra llegaron a ser calificadas como 'Heroínas de la patria' y fueron protagonistas de numerosos carteles, que pretendían alentar a los hombres a marchar a combatir al frente siguiendo el ejemplo de sus compatriotas femeninas. Posteriormente, cuando ya no se las consideró necesarias se procedió a su desmitificación y se las retiró a la retaguardia. La consigna predominante fue 'Hombres al frente, mujeres a la retaguardia', se pasó a difundir el modelo femenino de la 'Heroína de la Retaguardia'.
En su conjunto, las milicianas fueron una minoría de mujeres que combatió mientras las otras desempeñaron servicios auxiliares de asistencia, sanidad, cocina, administración, etc,. El perfil típico de las milicianas era el de mujeres jóvenes con relaciones políticas, familiares o afectivas con sus compañeros de milicia.
En la foto, una miliciana de la columna Durruti.
Las milicianas representaron una nueva imagen de la mujer, distinta a la tradicional, fruto de las necesidades bélicas. Las mujeres que empuñaron las armas surgieron en la zona republicana de manera espontánea durante los primeros días de la guerra.
Primero fueron mitificadas por las autoridades republicanas y más tarde desprestigiadas. En la zona controlada por las tropas sublevadas las milicianas estuvieron consideradas como la antítesis de lo que debía ser la mujer decente (cuidar a los heridos, amparar a los soldados y alimentar a sus hijos, etc,.), y cuando fueron capturadas sufrieron la represión.
Las milicianas se convirtieron en un referente para las organizaciones de izquierdas de muchos países europeos antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Aunque las mujeres no permanecieron en los frentes de combate más que unos meses, son un exponente para el estudio de las relaciones de genero en España y para el estudio de la Guerra Civil.
Surgimiento
El golpe militar del 18 de julio de 1936 provocó una gran inestabilidad política y social en la zona republicana.
Los rápidos avances de las tropas nacionales y la incapacidad del régimen republicano de organizarse decididamente para hacerles frente, provocaron el desbordamiento de tensiones sociales acumuladas durante años.
En algunas ciudades como Barcelona y Madrid, hombres y mujeres obtuvieron armas para poder hacer frente a militares que se declararon a favor de los golpistas. Esto provocó una situación revolucionaria en la que algunas organizaciones sindicales y partidos políticos jugaron un papel importante. Esta situación comprendió desde julio de 1936 hasta la llegada al gobierno de Juan Negrín en mayo de 1937. La aparición de las milicianas es fruto de las acciones desesperadas que se dieron en el verano de 1936 para evitar que las fuerzas sublevadas ganaran la guerra. El estrecho del cerco a Madrid por las tropas nacionales provocó la aparición de improvisadas milicias para combatir, en las que también participó el género femenino.
Las milicias populares eran grupos armados que no respondían a la disciplina de un ejército tradicional, ni a la jerarquía militar. Gran parte de las mujeres que entraron en las milicias eran jovenes de alrededor de dieciséis años, reclutadas en muchos casos por organizaciones comunistas y anarquistas.
Las motivaciones que las llevaron a combatir fueron diversas: por convicciones propias, o bien por vengar la muerte de algún familiar. Fueron al frente acompañadas de sus amigos, maridos o novios. Se han llegado a documentar casos incluso de madres que llegaron a acompañar a sus hijos a los frentes de batalla.
Labor en el frente
Cuando las tropas nacionales atacaron Madrid en noviembre de 1936, entre las fuerzas que les hicieron frente se encontraban un gran número de milicianas. En el frente de Segovia luchó con buenos resultados un batallón de mujeres.
En Cataluña, en agosto de 1936 se creó un batallón femenino, el cual fue enviado junto a otras tropas para defender Mallorca. Incluso en Asturias se ha podido documentar la existencia de un pequeño grupo de milicianas, una de las cuales llegó a ser capitana en una compañía de ametralladoras.
A pesar de existir constancia sobre la presencia de las milicianas en los frentes, es dificil precisar el número de mujeres que desarrollaron una tarea militar o auxiliar en las posiciones de combate. Aunque el número de mujeres que combatieron en las milicias no fue elevado.
La labor de las milicianas en el frente no se limitó exclusivamente a combatir. Estas también desempeñaron tareas auxiliares de soporte y asistencia. En muchas ocasiones eran las encargadas de controlar los abastecimientos de víveres, armas y municiones.
La división sexual del trabajo también permaneció en el frente. A las mujeres se les asignaban tareas como preparar la comida, lavar la ropa a los soldados y labores sanitarias. Aunque muchas milicianas quisieron romper con las tradicionales asignaciones de tareas domesticas, las diferencias de genero estuvieron presentes.
Desaparicion
La figura de la miliciana fue uno de los símbolos de la lucha contra los militares sublevados durante los primeros meses del conflicto. Pero a partir de octubre de 1936 el panorama comenzó a cambiar. Largo Caballero llevó a cabo una serie de disposiciones militares para retirar a las mujeres del frente y trasladarlas a la retaguardia. Se produjo un cambio radical, se pasó de glorificar a las mujeres combatientes a ridiculizarlas y desacreditarlas. Los sindicatos, los partidos políticos, e incluso las organizaciones femeninas coincidieron en la necesidad de obligar a las mujeres a trasladarse a la retaguardia.
En diciembre de 1936 los voluntarios extranjeros fueron avisados de que no se admitirían a las mujeres en las milicias. Solo unas pocas milicianas continuaron combatiendo hasta bien entrado 1937.
Para justificar la retirada de las milicianas del frente, se utilizaron diversos argumentos como la falta de preparación de las mujeres, su efectividad en la retaguardia en el desempeño de otras tareas. Pero quizás, uno de los argumentos más importantes que se utilizaron para retirar a las milicianas fue la vinculación de su figura con la de la prostituta. Esta opinión se comenzó a extender desde el otoño de 1936 y se generalizó desde el otoño de 1937. Se extendió la opinión popular de que estas mujeres provocaban enfermedades venéreas entre los soldados. Incluso en el bando franquista se llegó a confundir la imagen de las milicianas con la de las prostitutas. Estas acusaciones eran demasiado simplistas y generalizadas, ya que solo una pequeña parte de las mujeres que combatieron habían sido con anterioridad prostitutas.
En 1937 los comunistas logran crear un ejército regular, esto conllevó la progresiva eliminación de las milicias y con ella la presencia de las mujeres que todavía permanecian en el frente. La militarización de las tropas del bando republicano no contempló en ningún momento la presencia de mujeres.
La impotencia inicial del gobierno republicano para hacer frente a las tropas fascistas provocó una situación revolucionaria que afectó también a las relaciones de genero. Durante un tiempo se flexibilizaron, permitiendo la aparición de mujeres que combatieron en las calles o marcharon en camiones hacia los frentes para combatir.
A pesar de que la mayoría de ellas intentaron equipararse a los hombres, tuvieron problemas al serles asignadas tareas complementarias relacionadas con las labores tradicionales del hogar. Esto unido a la progresiva degradación de su imagen fue provocando el endurecimiento de la estancia en el frente de las milicianas. La mayoría de ellas fueron obligadas a retirarse a los puestos de retaguardia, aunque buena parte de ellas lo hicieron en contra de su voluntad. Solamente unas pocas continuaron en el frente.
Las milicianas fueron utilizadas como instrumento propagandístico por el bando republicano. Al inicio de la guerra llegaron a ser calificadas como 'Heroínas de la patria' y fueron protagonistas de numerosos carteles, que pretendían alentar a los hombres a marchar a combatir al frente siguiendo el ejemplo de sus compatriotas femeninas. Posteriormente, cuando ya no se las consideró necesarias se procedió a su desmitificación y se las retiró a la retaguardia. La consigna predominante fue 'Hombres al frente, mujeres a la retaguardia', se pasó a difundir el modelo femenino de la 'Heroína de la Retaguardia'.
En su conjunto, las milicianas fueron una minoría de mujeres que combatió mientras las otras desempeñaron servicios auxiliares de asistencia, sanidad, cocina, administración, etc,. El perfil típico de las milicianas era el de mujeres jóvenes con relaciones políticas, familiares o afectivas con sus compañeros de milicia.
En la foto, una miliciana de la columna Durruti.