Campesinos y revolución en Cataluña. Colectividades agrarias en las comarcas de Girona, 1936-1939
Marciano Cárcaba
Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2002, 312 págs.
Precio: 14,00 euros.
En los últimos años se han publicados pocos libros sobre colectivizaciones, después de un casi aluvión en los años 70 y 80. Realmente, el tema de la revolución social de 1936 ha sido casi olvidado por la historiografía oficial, española y no solo española, en los últimos diez años. Esta se ha concentrado sobre asuntos menos «subversivos» y más conformes con la general restauración de una historia institucional y simplemente dedicada a justificar el poder dominante en sus variantes locales y nacionales.
En este sentido, el volumen de Marciano Cárdaba, que tiene su origen en su tesis presentada en la Universidad de Girona hace unos años, tiene el valor de ir contracorriente, además de proponer un texto muy documentado y bien trabajado. Sus fuentes han sido los archivos municipales de toda Cataluña, donde se conserva mucha correspondencia entre los organismos de poder revolucionario y las entidades municipales (que pasan de tener muy poca importancia en julio de 1936 a ganar una hegemonía sobre la sociedad local), los archivos de las organizaciones libertarias, que han recogido gran cantidad de circulares, informes, actas, memorias de plenos y de congresos. A parte de eso, el autor ha considerado también la legislación de la época y, cuando le ha sido posible, ha utilizado las fuentes orales.
Con bastante atención, Cárdaba se dedica a la descripción del medio ambiente físico, demográfico y social de estas cinco comarcas de la provincia de Girona (L'Alt Empordà, El Baix Empordà, La Garrotxa, La Selva y El Gironès) que comprenden, en la división del 1936, 214 municipios y una población de casi 300.000 personas, en su mayoría dedicada a la actividad agraria. Durante la Segunda Republica, nos recuerda el autor, el compromiso sindical y político de la CNT catalana se concentró en los trabajadores industriales y urbanos de la provincia de Barcelona y descuidó bastante la cuestión rural, dejando terreno a las reivindicaciones de los reformistas y nacionalistas de la Unión de Rabassaires y de la Esquerra Republicana de Cataluña.
En toda Cataluña se ha calculado que existieron más de 300 colectividades rurales que, muchas veces, se ocuparon de la producción de la unidad básica, el mas catalán. Esta era una empresa gestionada por un aparcero o un arrendatario que tenía que cuidar la producción de la viña y del olivar, a parte del bosque y de la ganadería.
Así pues, el mas tenia una variedad de productos y cierto equilibrio económico que normalmente satisfacía las necesidades de una familia rural numerosa.
La realización de las colectividades pasa por formas distintas en las comarcas gironenses: además de la clásica colectividad, con expropiación de la tierra y asambleas regulares de trabajadores (que se desarrolló sobre todo en las tierras llanas, donde el cultivo extensivo favorecía el uso de maquinarias colectivizadas), se concretaron secciones de trabajo colectivo, que estaban a mitad entre la colectivización y el reparto individual de las fincas (más en tierras altas, donde se explotaba el bosque) y hasta formas de municipalizaciones (en casos reducidos, en realidad una adaptación al sistema dominante hasta el verano del 1936).
Como en otras regiones de España, la colectivización agraria tuvo dos sentidos principales: la experimentación de nuevas estructuras económicas y sociales basadas en valores revolucionarios y la producción de bienes alimenticios necesarios para el sustento de la población y de los soldados del frente.
Estas colectivizaciones de Girona fueron, a diferencia de otras donde había cierta presión por milicias armadas, casi totalmente voluntarias, y se puede demostrar que varios «individualistas» salieron de ellas sin tener consecuencias. También en la provincia de Girona los dirigentes políticos querían instrumentalizar, en los primeros meses, el esfuerzo voluntarista y entusiasta de los trabajadores del campo, especialmente los sin tierra, a través de una legislación de la colectividad mientras preparaban la progresiva reducción de los espacios de autonomía de las empresas autogestionadas por los obreros.
Este libro confirma el programa anticolectivista de los comunistas (en Cataluña dentro del PSUC) que se sirvieron de la UGT, en particular a partir de octubre 1936, para proteger los intereses de los pequeños y medianos propietarios. Por otro lado, la vía de la colaboración gubernamental -que los dirigentes de la CNT-FAI siguieron a partir del septiembre 1936 en Cataluña y de noviembre 1936 en la España republicana-, tuvo muy pocos efectos en la protección de los colectivistas, según Cárdaba. El compromiso con los políticos republicanos no evitó la progresiva centralización del poder en las instituciones tradicionales, aunque ahora se definían antifascistas y populares. Además, esta colaboración favoreció la eliminación de los órganos revolucionarios populares, como los Comités, nacidos después del 19 de julio de 1936.
Haciendo un balance final, este trabajo de Cárdaba -serio y apasionado al mismo tiempo-, presenta la colectivización agraria examinada como una experiencia de relieve que, en diversa medida, según las zonas, interesó a una parte importante de los trabajadores (en algunos casos también pequeños propietarios y rabassaires, es decir, arrendatarios por la duración de las cepas de la vid). Pero, en la globalidad, la mayoría del campo catalán siguió siendo cultivado con un sistema de trabajo familiar, como había sido antes del verano del 36.
Finalmente, el libro de Cárdaba nos permite situarnos muy bien dentro de las condiciones particulares de la Cataluña rural colectivista, y también facilita la tarea histórica de conocer mejor temas ligados a cuestiones más generales, ya sean económicas como políticas. Por lo tanto, este trabajo es una ayuda preciosa para entender bien los logros y los problemas de la «obra constructiva de la Revolución».
Claudio Venza
Para pedidos dirigirse a Fundación Anselmo Lorenzo, C/ Peñuelas, 41 Madrid, España
+ info: fal@cnt.es
http: fal.cnt.es
Tlf. y fax : 91 473 82 48
Marciano Cárcaba
Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2002, 312 págs.
Precio: 14,00 euros.
En los últimos años se han publicados pocos libros sobre colectivizaciones, después de un casi aluvión en los años 70 y 80. Realmente, el tema de la revolución social de 1936 ha sido casi olvidado por la historiografía oficial, española y no solo española, en los últimos diez años. Esta se ha concentrado sobre asuntos menos «subversivos» y más conformes con la general restauración de una historia institucional y simplemente dedicada a justificar el poder dominante en sus variantes locales y nacionales.
En este sentido, el volumen de Marciano Cárdaba, que tiene su origen en su tesis presentada en la Universidad de Girona hace unos años, tiene el valor de ir contracorriente, además de proponer un texto muy documentado y bien trabajado. Sus fuentes han sido los archivos municipales de toda Cataluña, donde se conserva mucha correspondencia entre los organismos de poder revolucionario y las entidades municipales (que pasan de tener muy poca importancia en julio de 1936 a ganar una hegemonía sobre la sociedad local), los archivos de las organizaciones libertarias, que han recogido gran cantidad de circulares, informes, actas, memorias de plenos y de congresos. A parte de eso, el autor ha considerado también la legislación de la época y, cuando le ha sido posible, ha utilizado las fuentes orales.
Con bastante atención, Cárdaba se dedica a la descripción del medio ambiente físico, demográfico y social de estas cinco comarcas de la provincia de Girona (L'Alt Empordà, El Baix Empordà, La Garrotxa, La Selva y El Gironès) que comprenden, en la división del 1936, 214 municipios y una población de casi 300.000 personas, en su mayoría dedicada a la actividad agraria. Durante la Segunda Republica, nos recuerda el autor, el compromiso sindical y político de la CNT catalana se concentró en los trabajadores industriales y urbanos de la provincia de Barcelona y descuidó bastante la cuestión rural, dejando terreno a las reivindicaciones de los reformistas y nacionalistas de la Unión de Rabassaires y de la Esquerra Republicana de Cataluña.
En toda Cataluña se ha calculado que existieron más de 300 colectividades rurales que, muchas veces, se ocuparon de la producción de la unidad básica, el mas catalán. Esta era una empresa gestionada por un aparcero o un arrendatario que tenía que cuidar la producción de la viña y del olivar, a parte del bosque y de la ganadería.
Así pues, el mas tenia una variedad de productos y cierto equilibrio económico que normalmente satisfacía las necesidades de una familia rural numerosa.
La realización de las colectividades pasa por formas distintas en las comarcas gironenses: además de la clásica colectividad, con expropiación de la tierra y asambleas regulares de trabajadores (que se desarrolló sobre todo en las tierras llanas, donde el cultivo extensivo favorecía el uso de maquinarias colectivizadas), se concretaron secciones de trabajo colectivo, que estaban a mitad entre la colectivización y el reparto individual de las fincas (más en tierras altas, donde se explotaba el bosque) y hasta formas de municipalizaciones (en casos reducidos, en realidad una adaptación al sistema dominante hasta el verano del 1936).
Como en otras regiones de España, la colectivización agraria tuvo dos sentidos principales: la experimentación de nuevas estructuras económicas y sociales basadas en valores revolucionarios y la producción de bienes alimenticios necesarios para el sustento de la población y de los soldados del frente.
Estas colectivizaciones de Girona fueron, a diferencia de otras donde había cierta presión por milicias armadas, casi totalmente voluntarias, y se puede demostrar que varios «individualistas» salieron de ellas sin tener consecuencias. También en la provincia de Girona los dirigentes políticos querían instrumentalizar, en los primeros meses, el esfuerzo voluntarista y entusiasta de los trabajadores del campo, especialmente los sin tierra, a través de una legislación de la colectividad mientras preparaban la progresiva reducción de los espacios de autonomía de las empresas autogestionadas por los obreros.
Este libro confirma el programa anticolectivista de los comunistas (en Cataluña dentro del PSUC) que se sirvieron de la UGT, en particular a partir de octubre 1936, para proteger los intereses de los pequeños y medianos propietarios. Por otro lado, la vía de la colaboración gubernamental -que los dirigentes de la CNT-FAI siguieron a partir del septiembre 1936 en Cataluña y de noviembre 1936 en la España republicana-, tuvo muy pocos efectos en la protección de los colectivistas, según Cárdaba. El compromiso con los políticos republicanos no evitó la progresiva centralización del poder en las instituciones tradicionales, aunque ahora se definían antifascistas y populares. Además, esta colaboración favoreció la eliminación de los órganos revolucionarios populares, como los Comités, nacidos después del 19 de julio de 1936.
Haciendo un balance final, este trabajo de Cárdaba -serio y apasionado al mismo tiempo-, presenta la colectivización agraria examinada como una experiencia de relieve que, en diversa medida, según las zonas, interesó a una parte importante de los trabajadores (en algunos casos también pequeños propietarios y rabassaires, es decir, arrendatarios por la duración de las cepas de la vid). Pero, en la globalidad, la mayoría del campo catalán siguió siendo cultivado con un sistema de trabajo familiar, como había sido antes del verano del 36.
Finalmente, el libro de Cárdaba nos permite situarnos muy bien dentro de las condiciones particulares de la Cataluña rural colectivista, y también facilita la tarea histórica de conocer mejor temas ligados a cuestiones más generales, ya sean económicas como políticas. Por lo tanto, este trabajo es una ayuda preciosa para entender bien los logros y los problemas de la «obra constructiva de la Revolución».
Claudio Venza
Para pedidos dirigirse a Fundación Anselmo Lorenzo, C/ Peñuelas, 41 Madrid, España
+ info: fal@cnt.es
http: fal.cnt.es
Tlf. y fax : 91 473 82 48