Como institución de lucha, reagrupadora de un espíritu innovador en las corrientes socialistas que se abrían camino con el siglo pasado, la Primera Internacional tiene su asiento oficial en Europa. Las ideas que dieron a esta fe de vida y razón de existencia, circulaban por el mundo, sin limitación de espacio ni fronteras. Mucho antes de adquirir un carácter institucional se conocieron en América expresiones diversas, particularistas y hasta cierto punto originales de la tendencia que ánimo a la fracción no autoritaria de la Primera Internacional. Tras los procesos históricos conocidos la Primera Internacional desaparece. Cada una de las tendencias que en sus inicios participaron en amalgama pronto definida en ramas diferentes, constituye mas tarde su propia Central Internacional. La fracción llamada bakuninista se halla hoy representada por la Central que mantiene en pie los principios y finalidades del ala libertaria y que conserva el nombre inicial: Asociación Internacional de los Trabajadores.
Historiar el curso y la acción de una corriente ideológica que sin sello oficial, permiso ni protocolo se extiende por los continentes, modificando el carácter de las gentes y promoviendo movimientos sociales que transforman y mejoran las condiciones de vida, resulta una pretensión atrevida y muy por encima de nuestras fuerzas. Superior a los límites de este trabajo. Lo que aquí diremos al respecto será la consecuencia de breves aportaciones inspiradas en el deseo de incitar al estudio a quienes desconocen aquellos países y reincidir en la invitación a hombres de mayor talento y recursos para que escriban una historia que sea algo mas que un reflejo aproximativo de la gran labor realizada por los movimientos que se desarrollaron en la inspiración de los principios de la A.I.T.
Lo grave de que esta historia quede sin escribir es la constatación de que a través de la taumaturgia propagandística, las nuevas generaciones imaginan que el ideal que contribuyo a la mejoría de condiciones y caracteres, que forjó un clima realmente progresista y que promovió y orientó los movimientos, creando una conciencia social y elevando el nivel de los oprimidos, corresponde a ciertas corrientes políticas y sindicales lideristas que, por el contrario, fueron los mas desleales enemigos de la A.I.T. y de sus Secciones. Todas las corrientes llamadas progresistas cooperaron y cooperan con el Estado y sus instituciones coercitivas con el objeto de aniquilar a las auténticas avanzadillas de la libertad.
Para aquilatar la influencia de la A.I.T. en América se ha de tener en cuenta que ésta se considera allí inseparable de las ideas anarquistas. Los grupos individualistas no partidarios de la organización obrera fueron allí escasos. Y aunque sus tácticas no se hallaran en todo de acuerdo con las de la A. I. T., sus ideas finalistas se encontraban en la misma orbita, razón por la que la asociación de esfuerzos fue posible y practicada en los momentos más álgidos.
De compañeros europeos oímos la equivoca opinión de que por allí las ideas entraron por los puertos y no pasaron de las grandes ciudades. Cierto es que allí se situaron los movimientos mas estables y mejor organizados y con ello los mas sólidos focos de propaganda. Pero también es cierto que las extensas campiñas de aquellas republicas fueron trilladas y corridas, sembradas de un confín al otro por propagandistas andariegos. Lo prueban los movimientos insurreccionales producidos tierra adentro en respuesta a los abusos y brutales desmanes producidos por los explotadores y sicarios. Los acontecimientos más violentos, regularmente reprimidos con la fuerza armada de los ejércitos, se produjeron en las campiñas, en las minas, en los bosques y donde se agrupaban grandes conglomerados obreros en la ejecución de trabajos públicos. De todo esto se ha escrito poco, en fugitiva crónica y de ello quedan pocas notas en ayuda de histórica referencia. Tampoco queda registro de las mejorías obtenidas a través de tales movimientos. Basta para darse una idea el estudiar las condiciones de vida de aquellos pueblos entre 1860 y las primeras décadas de este siglo.
En el continente americano las ideas libertarias y sus concepciones revolucionarias tienen sus raíces propias, derivadas de las aspiraciones liberales insufladas por la Revolución francesa y que hallaron su eclosión en las luchas por la Independencia y contra los imperios europeos. Una gran pléyade de pensadores, escritores y hombres de acción, luchadores de gran temple y talento, no se contentaron con tamaña empresa que fue la de liberarse del yugo económico y esclavizador de la vieja Europa y continuaron combatiendo por transformar las concepciones sociales en curso, enfrentándose con los nuevos mandones y explotadores. Esta segunda etapa encaja con el aporte de los ideales de la Primera Internacional, con su sentido organizativo y con sus métodos de acción directa que inspiraron coraje y una nueva visión a los amantes de la libertad y a los trabajadores que ya iban tomando conciencia de su condición y de su fuerza.
Por el 1870 llegaron por allí los primeros internacionalistas, pero sus ideas habían cruzado los mares y hallaron focos propicios a su desarrollo y extensión. Existían ya ciertas formas de organización cultural y de resistencia. Los chispazos de la Revolución por la independencia persistían en algunos espíritus y las ideas anarquistas tuvieron acogida más inmediata que las corrientes marxistas y del reformismo. Las ideas anarquistas entraron en las Universidades y se infiltraron en todas las clases sociales. Su naturaleza humanista las hizo asequibles a los seres sensibles al espíritu de justicia. Así se explica el que de las Universidades y clases acomodadas de América hayan surgido esclarecidos militantes. Puede citarse entre otros muchos a Alberto Ghiraldo y Rodolfo González Pacheco en Argentina; Rojas en Chile; Manuel González Prada en Perú; Neno Vasco y Oiticica en Brasil; los hermanos Flores Magon y Práxedes Guerrero en México ; Voltairine de Cleyre en Estados Unidos, etc., etc. De las clases trabajadoras influenciadas por las ideas anarquistas surgieron incontable cantidad de militantes capacitados por el ambiente de cultura que supieron animar los organismos inspirados en la A.I.T.
De la gran obra realizada por los hombres y las organizaciones inspiradas en el anarquismo e influenciados por la A.I.T. circulan algunos volúmenes que se verán incompletos. La obra continua en marcha pero convendría retrazarla en sus líneas históricas ejemplares, pues ello constituye un interés capital e inaplazable para use de las generaciones presentes y futuras. Para remozar nuestra memoria y estudiar a fondo el proceso de una actuación que ya no se da en los mismos aspectos y dimensiones.
El resurgir de las secciones de la A.I.T. en el nuevo continente hizo posible la constitución de la Asociación Continental Americana del Trabajo, con la representación de 12 países en mayo de 1929, en Buenos Aires.
Las dictaduras brutales que desde dicha fecha se sucedieron en la mayoría de las republicas, se distinguieron ensañándose con el movimiento de influencia anarquista. Y la obra disolvente que en el seno de nuestras organizaciones realizaron los comunistas y reformistas a los que sirvieron y sirven de cicerones claudicantes anarquistas, debilitaron las secciones de la A.I.T. al extremo de que hoy la continental no puede articular sus efectivos. Pero no se han de perder las esperanzas. La obra emancipadora del anarquismo societario y combativo que responde a los principios de la A.I.T., no puede ser continuada por farsantes y claudicantes. Y en hacer resurgir las secciones de la A.I.T. se ha de poner empeño y confianza.
Historiar el curso y la acción de una corriente ideológica que sin sello oficial, permiso ni protocolo se extiende por los continentes, modificando el carácter de las gentes y promoviendo movimientos sociales que transforman y mejoran las condiciones de vida, resulta una pretensión atrevida y muy por encima de nuestras fuerzas. Superior a los límites de este trabajo. Lo que aquí diremos al respecto será la consecuencia de breves aportaciones inspiradas en el deseo de incitar al estudio a quienes desconocen aquellos países y reincidir en la invitación a hombres de mayor talento y recursos para que escriban una historia que sea algo mas que un reflejo aproximativo de la gran labor realizada por los movimientos que se desarrollaron en la inspiración de los principios de la A.I.T.
Lo grave de que esta historia quede sin escribir es la constatación de que a través de la taumaturgia propagandística, las nuevas generaciones imaginan que el ideal que contribuyo a la mejoría de condiciones y caracteres, que forjó un clima realmente progresista y que promovió y orientó los movimientos, creando una conciencia social y elevando el nivel de los oprimidos, corresponde a ciertas corrientes políticas y sindicales lideristas que, por el contrario, fueron los mas desleales enemigos de la A.I.T. y de sus Secciones. Todas las corrientes llamadas progresistas cooperaron y cooperan con el Estado y sus instituciones coercitivas con el objeto de aniquilar a las auténticas avanzadillas de la libertad.
Para aquilatar la influencia de la A.I.T. en América se ha de tener en cuenta que ésta se considera allí inseparable de las ideas anarquistas. Los grupos individualistas no partidarios de la organización obrera fueron allí escasos. Y aunque sus tácticas no se hallaran en todo de acuerdo con las de la A. I. T., sus ideas finalistas se encontraban en la misma orbita, razón por la que la asociación de esfuerzos fue posible y practicada en los momentos más álgidos.
De compañeros europeos oímos la equivoca opinión de que por allí las ideas entraron por los puertos y no pasaron de las grandes ciudades. Cierto es que allí se situaron los movimientos mas estables y mejor organizados y con ello los mas sólidos focos de propaganda. Pero también es cierto que las extensas campiñas de aquellas republicas fueron trilladas y corridas, sembradas de un confín al otro por propagandistas andariegos. Lo prueban los movimientos insurreccionales producidos tierra adentro en respuesta a los abusos y brutales desmanes producidos por los explotadores y sicarios. Los acontecimientos más violentos, regularmente reprimidos con la fuerza armada de los ejércitos, se produjeron en las campiñas, en las minas, en los bosques y donde se agrupaban grandes conglomerados obreros en la ejecución de trabajos públicos. De todo esto se ha escrito poco, en fugitiva crónica y de ello quedan pocas notas en ayuda de histórica referencia. Tampoco queda registro de las mejorías obtenidas a través de tales movimientos. Basta para darse una idea el estudiar las condiciones de vida de aquellos pueblos entre 1860 y las primeras décadas de este siglo.
En el continente americano las ideas libertarias y sus concepciones revolucionarias tienen sus raíces propias, derivadas de las aspiraciones liberales insufladas por la Revolución francesa y que hallaron su eclosión en las luchas por la Independencia y contra los imperios europeos. Una gran pléyade de pensadores, escritores y hombres de acción, luchadores de gran temple y talento, no se contentaron con tamaña empresa que fue la de liberarse del yugo económico y esclavizador de la vieja Europa y continuaron combatiendo por transformar las concepciones sociales en curso, enfrentándose con los nuevos mandones y explotadores. Esta segunda etapa encaja con el aporte de los ideales de la Primera Internacional, con su sentido organizativo y con sus métodos de acción directa que inspiraron coraje y una nueva visión a los amantes de la libertad y a los trabajadores que ya iban tomando conciencia de su condición y de su fuerza.
Por el 1870 llegaron por allí los primeros internacionalistas, pero sus ideas habían cruzado los mares y hallaron focos propicios a su desarrollo y extensión. Existían ya ciertas formas de organización cultural y de resistencia. Los chispazos de la Revolución por la independencia persistían en algunos espíritus y las ideas anarquistas tuvieron acogida más inmediata que las corrientes marxistas y del reformismo. Las ideas anarquistas entraron en las Universidades y se infiltraron en todas las clases sociales. Su naturaleza humanista las hizo asequibles a los seres sensibles al espíritu de justicia. Así se explica el que de las Universidades y clases acomodadas de América hayan surgido esclarecidos militantes. Puede citarse entre otros muchos a Alberto Ghiraldo y Rodolfo González Pacheco en Argentina; Rojas en Chile; Manuel González Prada en Perú; Neno Vasco y Oiticica en Brasil; los hermanos Flores Magon y Práxedes Guerrero en México ; Voltairine de Cleyre en Estados Unidos, etc., etc. De las clases trabajadoras influenciadas por las ideas anarquistas surgieron incontable cantidad de militantes capacitados por el ambiente de cultura que supieron animar los organismos inspirados en la A.I.T.
De la gran obra realizada por los hombres y las organizaciones inspiradas en el anarquismo e influenciados por la A.I.T. circulan algunos volúmenes que se verán incompletos. La obra continua en marcha pero convendría retrazarla en sus líneas históricas ejemplares, pues ello constituye un interés capital e inaplazable para use de las generaciones presentes y futuras. Para remozar nuestra memoria y estudiar a fondo el proceso de una actuación que ya no se da en los mismos aspectos y dimensiones.
El resurgir de las secciones de la A.I.T. en el nuevo continente hizo posible la constitución de la Asociación Continental Americana del Trabajo, con la representación de 12 países en mayo de 1929, en Buenos Aires.
Las dictaduras brutales que desde dicha fecha se sucedieron en la mayoría de las republicas, se distinguieron ensañándose con el movimiento de influencia anarquista. Y la obra disolvente que en el seno de nuestras organizaciones realizaron los comunistas y reformistas a los que sirvieron y sirven de cicerones claudicantes anarquistas, debilitaron las secciones de la A.I.T. al extremo de que hoy la continental no puede articular sus efectivos. Pero no se han de perder las esperanzas. La obra emancipadora del anarquismo societario y combativo que responde a los principios de la A.I.T., no puede ser continuada por farsantes y claudicantes. Y en hacer resurgir las secciones de la A.I.T. se ha de poner empeño y confianza.