lunes, 16 de febrero de 2009

Nuestros documentos


Ante las jornadas revolucionarias que en esos momentos se extendían por toda la geografía española, el periódico anarquista "La Tierra", en su edición de 8 de mayo de 1933, se expresaba en los siguientes términos:

Impresión de la jornada

Esta mañana ha comenzado la huelga general decretada por el Comité Nacional de la Confederación para manifestar así su protesta contra la política social del Gobierno. Y en relación con este movimiento protestatario amplio e inquietante es preciso subrayar que en ningún momento se le asignó características revolucionarias. Fue designio de la C.N.T., y así se hizo constar en sus manifiestos, que el paro general acordado fuese lo más extenso posible, pero de matiz esencialmente pacífico. Que en Madrid y otras poblaciones hayan surgido refriegas y hechos sangrientos no significa desvirtuación de aquel propósito. Tales episodios son producto de individualidades aisladas cuyas rebeldías escapan necesariamente al control de los Comités directivos de la organización confederal, cuya masa potente y decidida acaso sienta su espíritu inflamado por anhelos de lucha revolucionaria, pero que en la casi totalidad dichos anhelos han sido contenidos con la eficacia posible. En lo aislado de los sucesos estriba la mejor prueba de que no se ha desarrollado a fondo plan alguno de conjunto, pues, en otro caso, las consecuencias de la huelga habrían sido infinitamente más impresionantes.

Huelga pacífica, de protesta viril contra la actuación represiva del Gobierno, se ordenó, y así se ha cumplido en casi toda España.

Quiérase o no reconocer por el Gobierno y por los dirigentes del socialismo averiado y desleal frente a todas las angustias del proletariado, la C.N.T. ha dado a España la sensación de una gran fuerza, que debiera bastar para que en el Poder público se iniciase una rectificación de una política en la que hay que buscar la verdadera génesis de este estado de desasosiego social en que España vive.

No confiamos, sin embargo, en que los actuales gobernantes sepan interpretar con buen sentido el espíritu y móviles de la protesta. Ya el hecho de no haber desautorizado, como era su deber, las columniosas informaciones de la Prensa ministerial respecto a monstruosos y absurdos contubernios del proletariado con la plutocracia, es síntoma de que en las alturas existe una obstinación lamentable en aniquilar lo que es más fuerte que todos los medios represivos: el espíritu de lucha de un sector amplísimo del proletariado para lograr implantar la justicia social. Quédense tales ominosos contubernios para el socialismo sostenedor de monopolios, que vive en fraude y perfecta intimidad con Bancos, banqueros y eternos explotadores del pueblo productor.

No son de hoy nuestras advertencias al Gobierno. Desde que el fatídico Maura en Gobernación se lanzaba a perseguir los Sindicatos al mes de proclamada la República venimos insistiendo en que la táctica de la violencia no es la más adecuada para entibiar las rebeldías de los organismos confederales. Demasiado debían saber esto quienes hoy ejercen cargos de responsabilidad en el Gobierno y en otros tiempos convivieron y hasta actuaron en los medios sindicalistas.

No es posible, y no habrá de lograrlo Gobierno alguno por fuerte que se crea, reducir el temple luchador del anarcosindicalismo, que tiene en su espiritualidad su más potente estímulo. En cambio, mediante una política de concordia, acogedora y cordial, seguramente no se habría llegado a esta situación actual, provocada por todos menos por los que a ella se ven compelidos como único medio de expresar un sentimiento de protesta contra la desigualdad de trato que dimana del hecho altamente perturbador que se concreta en la utilización del Poder por parte del socialismo para perseguir ensañadamente a la central obrera que no sabe ni quiere saber de contemporizaciones con el capitalismo ni se presta a claudicaciones onerosas.

Desearíamos sinceramente que la jornada de hoy fuera una lección que se aprovechara en las alturas.

La Tierra, periódico anarquista, 8 de mayo de 1933