Con el requerido boato de este tipo de actos, y gastos de pasta gansa, el pasado 30 de septiembre de 2010 se puso a disposición de la Armada española el portaaviones Juan Carlos I que es el buque más grande (y probablemente caro, ya que ha costado la friolera de 360 millones de euros) de la armada española.
Es curioso que el buque se entregue ahora, porque según noticias anteriores, fué la Reina quien hizo un acto de amadrinamiento del dicho chisme atizándole con una botella y pronunciando las frases rituales de "queda inaugurado este barco" el 10 de marzo de 2008, lo que quiere decir o que en aquel entonces sólo hicieron un paripé para despistar al “enemigo” y lo único que había era el cascarón vacío del barquichuelo, o que Navantia no se fiaba y no ha entregado el barco hasta que Defensa ha soltado la pasta que costó fabricarlo.
En realidad Navantia hace este buque como una copia de otros de Estados Unidos (la serie LHD), bajo su tecnología y supervisión y diseñado de forma que se pueda ensamblar con la flota de ese país, pero nos venden el meritorio acto de que sea una empresa española, Navantia, la fabricante del mismo, en vez de hablarnos de una “deslocalización” o algo similar.
Lo grave del asunto no es que se haya hecho este aparato, o que se prevea hacer otros iguales para vender a Australia, Bélgica y otros países, sino el para qué sirven estos doscientos treinta metros de longitud del buque en sí. Y este barco, que los mismos navantios y el ministerio de defensa califica de portaaviones “multipropósito” de proyección (un eufemismo para evitar decir un portaviones apto para la invasión y el desembarco en playas de otros países), para lo que vale es para convertir a la armada española en una armada sospechosa, peligrosa y dispuesta a la invasión.
Y todo ello sin que nadie haya protestado.
Es curioso que el buque se entregue ahora, porque según noticias anteriores, fué la Reina quien hizo un acto de amadrinamiento del dicho chisme atizándole con una botella y pronunciando las frases rituales de "queda inaugurado este barco" el 10 de marzo de 2008, lo que quiere decir o que en aquel entonces sólo hicieron un paripé para despistar al “enemigo” y lo único que había era el cascarón vacío del barquichuelo, o que Navantia no se fiaba y no ha entregado el barco hasta que Defensa ha soltado la pasta que costó fabricarlo.
En realidad Navantia hace este buque como una copia de otros de Estados Unidos (la serie LHD), bajo su tecnología y supervisión y diseñado de forma que se pueda ensamblar con la flota de ese país, pero nos venden el meritorio acto de que sea una empresa española, Navantia, la fabricante del mismo, en vez de hablarnos de una “deslocalización” o algo similar.
Lo grave del asunto no es que se haya hecho este aparato, o que se prevea hacer otros iguales para vender a Australia, Bélgica y otros países, sino el para qué sirven estos doscientos treinta metros de longitud del buque en sí. Y este barco, que los mismos navantios y el ministerio de defensa califica de portaaviones “multipropósito” de proyección (un eufemismo para evitar decir un portaviones apto para la invasión y el desembarco en playas de otros países), para lo que vale es para convertir a la armada española en una armada sospechosa, peligrosa y dispuesta a la invasión.
Y todo ello sin que nadie haya protestado.