Hablar de homosexualidad en la España Franquista es hablar tristemente de la homofobia, y no de cualquier homofobia, sino la peor de todas, la homofobia institucionalizada, es decir la Homofobia de Estado.
Tras el final de la Guerra Civil Española en 1939, en España los homosexuales o estaban muertos, condenados en terribles cárceles, exilados, o escondidos dentro de sus closets. El régimen fascista de Franco fue triste, represivo e hipócrita. Fueron censurados todos los materiales de orientación sexual, especialmente los homosexuales y sus autores fueron encontrados inadecuados para la España franquista.
En principios, el régimen de Franco se concentró en perseguir, hostigar y eliminar cualquier tipo de disidencia política, cuando la disidencia dejo de ser un fastidio y amenaza, empezaron a perseguir a los homosexuales de una manera más clara y contundente. La represión contra este colectivo que se dio en el régimen franquista se vio descansada y fundamentada por la imposición de la moral católica conservadora como oficial: el ejército y la Iglesia fueron las bases del esqueleto del régimen (Concordato del 27 de agosto de 1953 : la religión católica era la única para la nación española y el Estado estaba obligado a protegerla). El Estado español asumió igualmente la moral católica y sus imperativos morales en lo relativo al matrimonio, la familia y a su concepción negativa y aberrante de la homosexualidad, y por lo tanto la Ley natural como única forma de sexualidad: el sexo es para procrear y aumentar el número de fieles a la Iglesia Católica y al Régimen, el sexo no se puede concebir entre iguales ni para el placer, está fuera de la ley de Dios.
Así los llamados “violetas”, “maricones”, “sarasas”, “patos”, “acaponados”, “blancanieves”, “sodomitas”, “bujarrones” , fueron perseguidos “legalmente” a partir del 15 de julio de 1954, cuando la Ley de Vagos y Maleantes fue modificada e incluyó a los homosexuales:
Articulo primero.- los números segundo y undécimo del artículo segundo y el número segundo del artículo sexto de la Ley de Vagos y Maleantes, de cuatro de agosto de mil novecientos treinta y tres, queda redactados en la siguiente forma:
Artículo segundo.- Número segundo.- Los homosexuales, rufianes y proxenetas.
Artículo sexto.- Número segundo.- A los homosexuales, rufianes y proxenetas, a los mendigos profesionales y a los que vivan de la mendicidad ajena, exploten menores de edad, enfermos mentales o lisiados, se les aplicaran, para que las cumplan todas sucesivamente, las medidas siguientes:
a) Internado en un establecimiento de trabajo o Colonia Agrícola. Los homosexuales sometidos a esta medida de seguridad deberán ser internados en instituciones especiales y, en todo caso, con absoluta separación de los demás.
b) Prohibición de residir en determinados lugar o territorio y obligación de declarar su domicilio.
c) Sumisión a la vigilancia de los Delegados.
Dada en el Palacio de El Pardo a quince de julio de mil novecientos cincuenta y cuatro.
FRANCISCO FRANCO
Pero esta ley modificada viene a ser precedida por otras leyes donde se criminalizaba la homosexualidad, por ejemplo el Código Penal de 1944 donde no se hizo mención expresa a la homosexualidad, ésta se condenó dentro de los delitos de escándalo público, abusos deshonestos y contra la honestidad. Igualmente el Código de Justicia Militar del 17 de julio de 1945 en su apartado penal, en el Tratado II, artículo 352, tipificó los actos deshonestos cometidos por un militar con una persona del mismo sexo, estableciendo pena de cárcel militar de 6 meses y un día a 6 años de cárcel, apartándolo además del servicio.
Durante ese tiempo fueron cerrados muchos bares y cafetines de orden gay, los shows travestis se redujeron enormemente y pocos cabarets los tenían dentro de sus revistas, tal vez porque estaban auspiciados por algún miembro de la nobleza o del gabinete gubernamental.
Otros de los elementos que ayudo a sustentar la homofobia de Estado en el gobierno de Franco fueron los estudios científicos y médicos de aquel entonces. Las investigaciones y los estudios científicos llevados a cabo en España corroboraron la homosexualidad como una enfermedad, tal como se establecía en el conocimiento médico en todo el mundo, para eso de abrió Departamento Especial de Homosexuales (sección creada en el Hospital penitenciario de Madrid para la investigación “científica” sobre el comportamiento de los homosexuales). En dicho centro se llevó a cabo toda una serie de “estudios” con los homosexuales para observarlos y ver la manera de curarlos.
El Departamento Especial de Homosexuales dirigida por el psicólogo clínico Fernando Chamorro llevó a cabo un estudio de un grupo de 200 “delincuentes” homosexuales, entre los meses de septiembre de 1967 y finales de diciembre de 1969. Los internos se alojaban en celdas individuales y se clasificaron a estos 200 hombres en unos tipos concretos:
- Homosexuales pasivos (30) y mixtos con predominio pasivo (69).
- Homosexuales activos (37) y mixtos con predominio activo (37).
- Homosexuales activos sin ningún predominio (27).
Se llevó a cabo su estudio a través de su observación, entrevistas con psicólogos, y se concluyó lo siguiente: que los homosexuales puros más bien constituían la excepción, que la falta de educación era un factor determinante para caer en la delincuencia y la homosexualidad, que la mayoría tenía un coeficiente intelectual inferior al tipo medio de los españoles, más acentuados en el grupo de homosexuales de predominio pasivo y que la mayoría sufría de neurosis.
Gregorio Marañón, médico endocrinólogo, decía que la homosexualidad era como una enfermedad la cual, como enfermedad, se puede curar, se trataba de un trastorno del instinto sexual. Según él el invertido es, pues, tan responsable de su anormalidad como pudiera serlo el diabético de su glucosuria. Por lo tanto la “Medicina de Franco” dispuso operaciones como injertos testiculares o la organoterapia (injerto de órganos o glándulas endocrinas de animales), y la terapia ocupacional como ejercicios viriles en ambientes viriles para curar el mal. Marañón también tenía como medicina para la homosexualidad la religión y por supuesto la continua oración:
“Yo he recibido en mi despacho confesiones inesperadas de gentes que jamás despertaron la menor sospecha de su instinto torcido ni aun en sus más íntimos allegados (...) No hay que decir que, en estas cuestiones, la fe y la disciplina religiosa suelen ser la razón suprema de que la conducta se haya mantenido limpia y el alma en paz. En ésta, como en todas las tempestades del espíritu, la ayuda de Dios es, claro, lo esencial.”
Otro catedrático de la medicina Valentín Pérez Argilés decía que la homosexualidad es como una enfermedad la cual es contagiosa. Pérez Argilés, en la sesión inaugural del curso académico en la Real Academia de Medicina de Zaragoza, en 1959, da las pautas a seguir, cuando ante los tibios argumentos que en algunas partes muestran la inocencia del homosexual ante sus inclinaciones, como en el caso de los diabéticos, señala que la comparación entre unos y otros es falsa, por cuanto:
“La comparación sería más justa si dijera: ‘Tampoco el tuberculoso es responsable de su tuberculosis; pero tendrá una grave responsabilidad cuando por odio al resto de la Humanidad sana (dolo), o desinteresándose del riesgo de su contagiosidad (dolo eventual), o por ignorancia, etc. (culposamente), se dedique a la siembra de sus esputos bacilíferos’.”
Por lo tanto la solución de Franco y su gobierno fue el aislamiento total, la confinación del “enfermo” a lugares remotos y alejados de la sociedad “sana y pura del franquismo”.
Para Antonio Vallejo Nájera, médico psiquiatra, la homosexualidad como una enfermedad mental. Nájera situaba al homosexual más próximo a la figura del delincuente que del enfermo:
“Adquieren estos postencefalíticos todas las características propias de las personalidades psicopáticas: holgazanería, importunidad, tendencias cleptómanas, agresividad, vagabundeo, etc. Lo característico es la habilidad cinética y la tendencia a la acción, en finalidad o con fines perversos.”
Para tal caso, el remedio de la “Medicina Franquista” fue la esterilización. Y más adelante, el electroshock, que tanto se aplicaron a partir de los años cincuenta en varios países, para modificar la conducta homosexual.
Alrededor de cuatro mil expedientes fueron abiertos durante el régimen franquista contra ciudadanos homosexuales en virtud de la legislación vigente durante la dictadura, y muchos más vivieron con miedo porque en cualquier momento podían ser denunciados o extorsionados. Ante esta situación, los gays españoles estuvieron obligados durante los cuarenta años del régimen franquista a vivir con discreción y siempre bajo la amenaza de ser denunciados por delitos morales que, en todo caso, no eran contemplados de igual manera para clases altas como para clases bajas, siendo más fácil la vida para los ciudadanos gays de las altas esferas políticas y económicas.
En 1970 la Ley de Vagos y Maleantes fue sustituida por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que al castigo unía la filosofía de la “defensa social” y la “curación” del presunto delincuente y añadió la novedad de especializar dos cárceles ya existentes, la de Badajoz y Huelva, en la custodia de detenidos homosexuales masculinos. Los presos se dividían según sus tendencias: los “pasivos”, a Badajoz, y los “activos” a Huelva.
Todo este conglomerado homofóbico legal y científico produjo dos visiones sobre el homosexual en la sociedad española; la primera visión o juicio era el del individuo burlesco, el travestido, “el mariquita” que gusta vestirse de mujer, y que la sociedad y el propio cuerpo judicial los considera retrasados o débiles mentales, con escaso peligro público. Esta visión del homosexual se desarrollaró como elemento de burla, dándose así toda una serie de muestras públicas aceptadas por el régimen, como el caso de algunas películas como fueron los films “No desearás al vecino del quinto” dirigida por Ramón Fernández en 1970, y “Aunque la hormona se vista de seda” del director Vicente Escrivá de 1971. A estos homosexuales se les aplicaron en menor medida las leyes franquistas, pues eran más aceptados por la sociedad. Aún así, sufrieron encarcelamientos, destierro de sus pueblos, entre otros castigos.
La otra visión era la de los individuos peligrosos, como los pederastas pasivos, los pervertidos, los invertidos. Los que van en contra de la ley natural, del sexo entre hombre y mujer destinado a la reproducción, por lo tanto individuos que hacen del goce del sexo una perversión entre dos personas del mismo sexo, arrastrando con sus prácticas a los jóvenes, convirtiéndolos en homosexuales como ellos. Asimismo se los considera violentos, oscuros, antisociales, delincuentes, facinerosos, y contagiosos. A estos se les aplicó fuertemente las leyes franquistas, con internamientos en cárceles especializadas en la búsqueda de su “curación”, y también en cárceles normales.
Los gays que se escondieron en los closets, fueron muchos, hubo una cantidad de tíos solteros y tías solteras, “ovejas negras” que se aceptaron por caridad y porque era “cristiano” ayudar a un familiar con aquel problema que era innombrable.
La “Historia Oficial” nos dice que al menos 5.000 personas fueron detenidas por actos o actitudes gays, lésbicas o transexuales durante el franquismo, pero sabemos que esta cifra es sólo un aproximado, porque sabemos que la “Historia” y sus “Archivos” los hacen los ganadores y Franco y sus secuaces, aun injertados en la sociedad española actual, fueron los triunfadores y por mucho tiempo manipularon los hilos de los españoles, su historia y sus vidas. Fueron más de cinco mil los asesinados por ser diferentes, fueron más de cinco mil los exiliados, fueron más de cinco mil los que pagaron en la cárcel por amar a su prójimo del mismo sexo, son más de cinco mil los que padecieron los electroshocks o sometidos a operaciones para recuperar su “virilidad perdida” fueron más de cinco mil los que tuvieron que esconderse en los “fríos y oscuros closets” por terror a sufrir represalias.
Los homosexuales fueron condenados en todo momento, aunque se cambiase o variase el motivo de la condena. Fueron perseguidos por la policía, bajo la acusación de que corrompían a los jóvenes, o por relacionarse entre ellos si eran adultos; o porque atentaban contra la moral y las costumbres. Lo que cambió a lo largo de los años que duró el régimen, es que los homosexuales comenzaron siendo sujetos de pecado y acabaron siéndolo también de enfermedad, para la que se aplicaron terapias, tan importadas como las teorías que las sostenían.