miércoles, 3 de mayo de 2017

¡Sorpresa! ¡Soy gitana y feminista!

 
 
En estos tiempos que corren es necesario hablar de feminismo, empoderamiento e igualdad. Es necesario hacerlo por cuestiones de justicia, de derechos, de reconocimiento,.. Por qué históricamente las mujeres hemos estado relegadas a un segundo plano, no hemos tenido ni voz ni voto, y cuando lo hemos alcanzado siempre se ha considerado un valor secundario.
Pero en el caso de las mujeres gitanas eso no ha sido así históricamente, sino que nos han hecho ir a ello con el paso del tiempo.

Echando una vista al pasado, las mujeres gitanas siempre han tenido un papel protagonista en sus comunidades, han sido parte vinculante de sus vidas y la de su comunidad, tomando decisiones y trabajando a la par que el resto, los supuestos poderosos, los hombres.

Las mujeres gitanas no se vieron obligadas a salir “fuera de casa” a trabajar por necesidad adquiriendo ese espacio como propio a través del cual alcanzar algo de poder. Las mujeres gitanas siempre han trabajado porque ha sido algo parte de sí, no solo por necesidad sino por modelo de vida.

Al contrario de lo que se piensa, muchas de las familias gitanas, han sido y son matriarcales, y en pocas ocasiones a las mujeres se las ha dejado de lado en la toma de decisiones importantes tanto para la familia como para la comunidad.

Cuando los grupos de familias gitanas iban andando de pueblo en pueblo, ciudad por cuidad, yendo de un país a otro (bien por iniciativa propia, bien por obligación debido a las pragmáticas que obligaban a los gitanos a no permanecer más de un determinado corto tiempo en un mismo lugar), las mujeres nunca iban detrás, ellas eran las primeras en formar parte del grupo.

¿Porque nos encontramos hoy en día que muchas de las mujeres gitanas no son participes de sus vidas propias o de la rutina de su comunidad?

Para empezar es necesario que hablemos siempre de las mujeres gitanas en plural, es inconcebible que se nos relegue a las gitanas a una realidad común compartida entre todas, a la creencia de que todas somos iguales y que seguimos el mismo rol impuesto o vivimos una misma realidad. No hay mayor diversidad que la que existe en el Pueblo Gitano, por tanto las mujeres gitanas somos lo más heterogéneo que pueda haber.

Para continuar, es importante seguir hablando de ese pasado. Ahora ya no para saber la situación que vivían las gitanas de antes, sino para saber que, a lo largo de los siglos, los mandatarios de turno han intentado exterminar al Pueblo Gitano en muchas ocasiones, perpetrando varios genocidios ( les invito a leer sobre lo ocurrido el 30 de julio de 1749, en lo que se conoce como La Gran Redada) y promulgando pragmáticas que nos impedían permanecer tiempo en un mismo lugar, hablar nuestra propia lengua, vestir nuestros ropajes (concretamente las mujeres) o trabajar nuestro oficios entre otras muchas cosas. En resumidas cuentas lo que pretendían era que asimilásemos la cultura mayoritaria.

Efecto de ello, entre otras cosas, fue adquirir el patriarcado, la desigualdad y la imposición de unos roles sobre otros.

De ahí que las mujeres gitanas de hoy en día compartamos con el resto de mujeres del planeta el vivir bajo una sociedad patriarcal, que se nos eduque para desempeñar un rol concreto que nos hace estar bajo el hombre, que se nos inculque que debemos ser las cuidadoras de la familia y que si necesitamos cambios sociales en un momento determinado (decidido por el patriarcado) debemos ser las mujeres las que seamos ese motor, de forma que se nos echa más presión encima, ya que si sale algo mal, de nuevo las culpables vamos a ser las mujeres.

Las mujeres gitanas vivimos una situación de múltiple discriminación, y la discriminación conlleva violencia.

Se nos discrimina por ser mujeres, viviendo en una sociedad patriarcal sufrimos esa discriminación dentro y fuera de nuestra comunidad. Se nos discrimina por ser gitanas, en muchas ocasiones se nos limita el uso y disfrute de nuestros derechos como ciudadanas por pertenecer a lo que el patriarcado llama “grupo minoritario”. Se nos discrimina por no tener recursos económicos, por no tener unos determinados estudios o por vivir en una determinada zona de una ciudad.

Por esto, y por otras tantas cosas, es necesario que las mujeres gitanas volvamos a ese feminismo que vivían nuestras antepasadas. Que volvamos a renacer en esa sabiduría de las gitanas viejas, (como nosotras las llamamos) para adquirir esos espacios, no solo de poder, sino de libertad que nos fue arrebatada.

Pero no todo vale, no me vale que me impongan el feminismo clásico, blanco o de élites. No me vale recorrer caminos de otras, si aprender de ello.

Las gitanas feministas no queremos que se nos diga como tenemos que proceder, no queremos que se nos indique que tenemos que “enseñar a nuestros hombres”, frase muy usada y repetida por muchas mujeres payas (frase que por cierto no puede ser más machista y paternalista). No queremos ni necesitamos indicaciones ya que estamos lo suficientemente capacitadas como para empoderarnos.

Necesitamos el apoyo y reconocimiento de otras mujeres y por supuesto de hombres, gitanos y payos. Pero no necesitamos que nos digan que tenemos que romper con nuestra cultura y costumbres, ni por donde tenemos que ir y que tenemos que cambiar.

El feminismo gitano o feminismo romaní requiere de que seamos las propias mujeres gitanas las que lo llevemos a cabo, quienes alcemos nuestra voz y quienes decidamos que queremos cambiar y que queremos mantener de nuestra cultura, ya que somos feministas y gitanas, orgullosas de ambas cosas.

Por esto y por tantas otras cosas no hay que sorprenderse tanto de escuchar las palabras “gitana feminista” juntas, ya que han ido ligadas siempre.

¡¡Ahora y siempre gitana y feminista!!

¡SORPRESA!¡SOY GITANA Y FEMINISTA!.  Pepi Fernández Camacho 
Artículo publicado en el nº 5 de la Revista Antipatriarcal Ak-69