miércoles, 22 de agosto de 2007

NI dios ni amo


Los anarquistas están en contra de todas las religiones y a favor de la racionalidad. No obstante, cada uno es libre de creer lo que quiera. No hay contradicción con nuestra oposición a las religiones en lo que nos atañe, y nuestro rechazo a que éstas dirijan la sociedad. No se trata de tolerancia, la religión no nos necesita para existir. Se trata de la libertad de conciencia, de la libertad individual. No vamos a vigilar a la gente para saber si cruza los dedos o evita pasar por debajo de una escalera para exorcizar los miedos irracionales. No vamos a instituir una policía del pensamiento.
Hay que diferenciar la religión como institución, y la creencia de cada uno con las razones que le sean propias, conscientes o inconscientes. Se puede pues criticar a la Iglesia por su poder, su dinero, su oscurantismo, su fanatismo criminal, su dogma y su moral hipócrita, su reino de lo
pseudo-ideal contra el ser real, su sometimiento de la persona y su odio a la vida y la libertad.La religión está a menudo ligada a la historia del Estado, con el que comparte la misma característica de negación del individuo. En lo relativo al ciudadano, el sujeto sólo existe como parte de un todo, identificado como una categoría. Al control físico se añade el del pensamiento y la psicología.El dinero y el capital son los símbolos fálicos de un sistema totalitario que ellos regentan. El capitalismo descansa sobre una adhesión irracional, y extiende su empresa tanto sobre el cuerpo como sobre los pensamientos.
Cada uno puede, con el Estado, dios o el dinero, proyectar un fantasma de omnipotencia que estará a su disposición a cambio de su sometimiento.La cuestión de la creencia no es tan sencilla. El pensamiento mitológico se da en el niño y puede perdurar en el adulto, especialmente a través de la cultura si ésta es simbólica. Todos los sistemas actúan sobre las representaciones psicológicas, remontándose a veces a la infancia, acaparando o destruyendo el símbolo y significación de la existencia. Una ideología dominante asfixiará la cultura y la creación. Se mantiene así un estado de pasividad y de dependencia, que algunos pueden encontrar más
cómodo y preferir ignorar. El fatalismo sirve de ilusión. Porque ser libre es ser responsable.
Sin embargo, la racionalidad ha engendrado el cientificismo, que puede hacerse totalitario, como el marxismo. El poder científico puede ser despótico. Hay que renunciar a ese deseo de paradigma en el que todo se explicaría como un fantasma de omnipotencia, de dominio absoluto. No se trata de renunciar a la razón, sino de reconocer la parte de creencia en nuestro saber y en nuestras ideas, esa creencia en el ser humano que funda nuestras esperanzas de justicia social y de libertad. "Reconozco que habrá sentimiento; nosotros no pretendemos arrancarnos el corazón del pecho" (Louise Michel).
Hay que aceptar que todo saber tiene sus límites y nace de un no saber. En el fondo de todo conocimiento está la relatividad de su época y su lugar, y de la persona que lo integra a su manera. Todos tenemos nuestra parte de irracionalidad y de razones inconscientes que ignoramos. Estamos hechos también de subjetividad y de sentimientos, y afortunadamente. Y puesto que somos al mismo tiempo parecidos y diferentes, cada uno tiene derecho a su
propia historia y verdad. No se puede obligar a nadie a ser libre.Saber del no saber, la muerte sigue siendo un misterio cuyo temor alimenta las supersticiones. Ser libre es ser sexuado y mortal en el desarrollo psicológico. Cada uno es libre de desarrollarse con su propia muerte, y su
angustia, a su manera.
"La verdad de este mundo es no tenerla" (Albert Camus)