Editor: CNT-AIT. Comité Nacional. Oficina de Información y Propaganda.
1936-1939.
Nos vamos a centrar en la imagen icónica de masas producida durante la Guerra Civil , no como producto estético o histórico sino como lenguaje de imágenes capaz de trasmitir ideas. Un lenguaje que no es nuevo ni el panorama artístico ni en el literario occidental, pero que sí es original en cuanto que muta su significación al servicio de unas creencias propias. En esta línea de investigación trataremos de alejarnos de un comentario artístico de la obra que nos hable de un estilo y de unos razonamientos históricos que justifiquen, interpreten o contextualicen esa imagen. Nuestro objetivo es tomarla como “icono” (eikon).
Dentro de este lenguaje cartelístico podemos encontrar dos grandes vías de creación: por un lado la simbólica que organizará una serie de símbolos de acuerdo con ciertas opciones retóricas que se quieren reflejar; por otro lado, y objeto del presente estudio, los “tipos” o modelos humanos característicos, que esquematizan un sistema de valores de una sociedad determinada. Son modelos, sin excesivas aspiraciones de complejidad, reduciendo las ideas a sus rasgos más sobresalientes y eliminando todos los demás. Los carteles de la guerra nos muestran sin ambages, el esqueleto de la ideología de los años en los que fueron producidos.
Seguidamente proponemos un análisis individualizado de estos tipos, buscando sus orígenes icónicos y aproximándonos a los significados adquiridos durante la contienda civil. De entre las muchas estructuras en la que se pueden organizar los personajes tratados, hemos optado por una, que si bien puede parecer excesivamente simplificadora, creemos que está más en consonancia con la buscada simplicidad de ideas de este tipo de arte. De este modo tendríamos en primer lugar al héroe, arquetipo de un ideal...
Una definición psicoanalítica de “héroe” nos hablaría de una encarnación de las fuerzas triunfales del yo. En estos momentos, si así se quiere, un de “yo colectivo”, pero que en cualquier caso encarnaría todo el espíritu de un pueblo. Por lo tanto el héroe pasará a ser la expresión, en sus más altas cotas, de todas las virtudes, personalizadas en él como ejemplo y guía de la sociedad que contempla su imagen.
El cartelista ha de plasmar gráficamente esta idea y para ello no duda en recurrir a los símbolos, símbolos que más que fruto de un inconsciente colectivo son en la mayoría de los casos pervivencias e imágenes de una tradición cultural ineludible que empapa buena parte de la producción artística.
Un ejemplo de esta tipología lo encontramos en el cartel de Ballester ¡Loor a los héroes! en donde aparecen una serie de seres alados a modo de aviones que surcan el cielo en representación de la aviación republicana. En este sentido nos encontramos con un atributo iconográfico que ha aparecido en muchas culturas y que en la tradición clásica y cristiana se ha desarrollado con profusión: Las alas. En la Antigüedad este elemento será atributo de la rapidez tal y como nos marca las historias referidas a Hermes el Mensajero de Zeus; característica que es utilizada por el cartelista para dotar a la imagen de una significación de utilidad práctica en la defensa de la República como puede ser la rapidez de acción a la hora de intervenir en la defensa de los bombardeos de las ciudades republicanas por la aviación de la zona nacional. También es atributo de la Fama , esto es, el recuerdo glorioso. Significación ad hoc para referirse al premio que los héroes reciben por parte de sus defendidos. De la misma manera las alas son atributos de la Victoria (nikè), fin último de las hazañas de los héroes y en este caso de los aviadores, dando así una idea optimista de la aviación.
En conjunto la obra va más allá de la representación de un símbolo y llega hasta el mito. En este caso no podemos obviar el mito clásico de Ícaro que tratando de llegar al sol, cae en su empeño. No obstante aquí esta leyenda se transforma, el “Ícaro ácrata” será un ser alado que desafía a los dioses, que se atreve a mirar al poder (sol) cara a cara como la manifestación más alta del valor revolucionario y en donde la derrota (si es que se da) no será fruto de la imprudencia o del castigo de los dioses, como en la historia clásica sino el resultado de la lucha del héroe, el precio que ha de pagar por su libertad.