A Manuel Fraga y Rodolfo Martín Villa les acechan aún los fantasmas del pasado por sus responsabilidades políticas sin depurar durante la Dictadura y los meses siguientes a la muerte de Franco. Ayer, la comisión especial del Parlamento vasco que investiga la muerte de cinco trabajadores por disparos de la Policía, el 3 de marzo de 1976, en Vitoria, aprobó por unanimidad pedir la comparecencia de ambos afines al Generalísimo para que den su testimonio de lo ocurrido aquel fatídico día.
Todos los grupos, excepto el PP, acordaron solicitar la comparecencia de Fraga, entonces ministro de Gobernación, y de Martín Villa, ex ministro de Sindicatos, dentro de una lista de 14 personas entre las que figura también el ex ministro de Presidencia Alfonso Osorio."Víctimas del terrorismo"Se trata de la última iniciativa de esta comisión especial, que ha dado voz a las víctimas de aquel día, que reclaman ahora que se las reconozca como "víctimas del terrorismo". El siguiente paso será escuchar a dos de los presuntos culpables de aquella masacre. Y según la presidenta de este grupo de trabajo, Maixabel Azpillaga, eso será posible durante los meses de marzo y abril, si bien Fraga y Martín Villa podrán dar su versión por escrito.
La pregunta es: ¿Tendrán memoria histórica?, ¿recordarán la muerte a tiros de cinco trabajadores y a las más de cien personas heridas de bala?, ¿conocerán las grabaciones que se conservan de las conversaciones entre mandos policiales?
A la espera de que Fraga, Martín Villa o Alfonso Osorio respondan a todas estas preguntas, la historia ya está escrita. Habían transcurrido unos meses de la muerte de Franco, pero la libertad seguía prohibida. El 3 de marzo de 1976, era una fecha señalada en Vitoria. En enero, unos 6.000 trabajadores habían iniciado una huelga contra del decreto de topes salariales y en defensa de mejores condiciones de trabajo, y aquel día el paro era total. A las cinco de la tarde estaba convocada una asamblea general en el lugar de costumbre, la iglesia de Zaramaga. Pero, en aquella ocasión, la Policía no estaba por la labor. Al menos, eso cabe deducir de una conversación grabada entre un mando y un agente que aún se conserva. "Haga lo que le había dicho"... "Si me marcho de aquí, se me van a escapar de la iglesia"... "Oye, no interesa que se vayan de ahí"... "Mándenos refuerzos, si no, no hacemos nada; si no, nos marchamos de aquí; si no, vamos a tener que emplear las armas de fuego". Y así fue.
La masacre de Zaramaga
La Policía asaltó la iglesia con 5.000 almas en su interior con gases lacrimógenos y material antidisturbio. Muchos de los congregados, presos del pánico, intentaron escapar por las salidas laterales y la puerta principal, donde les esperaban los agentes y sus disparos indiscriminados. Las balas ciegas segaron la vida de cinco personas: Pedro María Martínez Ocio, de 27 años; Francisco Aznar Clemente, de 17 años; Romualdo Barroso Chaparro, de 19 años; José Castillo, de 32 años; y Bienvenido Pereda, de 30 años. Otras cien personas cayeron heridas."¡Buen servicio!", dejó grabado un mando policial. "Dile a Salinas que hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. Aquí ha habido una masacre... Pero, de verdad, una masacre". Una masacre sin depurar