En 1889 Errico Malatesta abandona la Argentina, dejando atrás el combativo sindicato que él había ayudado a organizar, el de Panaderos. Además de pan, hoy día, en los locales de panadería argentinos se despachan también la repostería matinal que más habitualmente desayunan los porteños, las "facturas" les llaman, de gusto dulce y horneadas a partir de una mezcla de harina, levadura y manteca. ¿Quién no ha tomado en el país hermano unos mates o un café con leche acompañado de alguna "factura"? Estas masas forman parte de la mesa de cualquier desayuno argentino.Algunas de ellas son de origen europeo, pero en el país latinoamericano adquirieron formas singulares y apodos. Las muestras de repostería argentina llevan por nombre "cañones", "bombas", "vigilantes", "bolas de fraile", "suspiros de monja" y "sacramentos". Nombres dados a esta clase de pastelería por los libertarios.
No es ninguna novedad que el anarquismo está en contra de cualquier tipo de autoridad política, policial, religiosa, etc.. Hacia finales del siglo XVIII, los panaderos conformaban un gremio liderado por anarquistas. Más allá de las grandes huelgas en pos de una jornada de trabajo en condiciones humanas y salario digno, el gremio liderado por el italiano Enrrico Malatesta no vio mejor forma de lucha que la burla y el sarcasmo volcado sobre sus enemigos, por lo que bautizaron a las distintas masas que vendían en sus locales con estas denominaciones. Y hasta los locales tomaron nombres como "El Cañón", que nada tiene que ver con el trigo, la masa o el pan, y que no resistirían ninguna explicación (fuera de la expuesta).
Mucho después vinieron las inevitables acciones armadas, como la que sufriera el represivo jefe de Policía Ramón Falcón. Pero sin duda, la lucha anarquista pacífica e irónica de finales del siglo XVIII fue la que trascendió los años y, aunque cueste creerlo, se instala en las mesas de los argentinos cada mañana. En la Provincia de Santa Fé, también existen unos pastelillos denominados "jesuitas".
