«El verticalismo sindical implantado por el franquismo sigue teniendo hoy una clara manifestación de presencia, a través de los Comités de Empresa y del parlamentarismo de empresa», dijo ayer a EL COMERCIO el gijonés José Luis García Rúa, Secretario General del Comité Nacional de la CNT-AIT, quien participó anoche, con una conferencia sobre el tema «La Confederación Nacional del Trabajo en la Transición», en las II Jornadas sobre la Transición Democrática en España, que se celebran en Gijón. García Rúa considera que tras el 14-D «se está dando la razón a lo que la CNT profetizó hace unos años, cuando optó por la ruptura en lugar del continuismo. Desde el cambio de régimen, los sindicatos se han ido desangrando y la clase obrera fue perdiendo, paralelamente, en todos los terrenos. La huelga general fue un aldabonazo para la patronal y para el propio Gobierno, pero los denominados sindicatos mayoritarios no pueden arrogarse el éxito de la jornada, ya que todos sabemos que respondió a un descontento generalizado de la sociedad. Ahora son los propios sindicatos que apostaron por el continuismo los que tratan de recuperar el prestigio perdido en los últimos diez años». En opinión del líder cenetista hay que caminar hacia una regeneración del movimiento obrero «que ha sido desvertebrado por la propia transición. La izquierda política tuvo, cuando menos, un error de cálculo en este sentido y ahora el propio PSOE, que pensó que con ellos no iba la cosa, está pagando las consecuencias. Todo el proceso de voracidad política de la transición ha traído consigo unas pérdidas sociales que ahora serán muy difíciles de restaurar».
García Rúa opina que la CNT resultaba en la transición molesta para el aparato del Estado, «porque era imposible doblegarla sin romper sus estructuras» y afirmó que seguirán siendo fieles «por principios, convencimiento y orientación instintiva» a la fórmula de no participar en las elecciones sindicales. «Los comités de empresa -dice- son el traslado del parlamento a la empresa. Para nosotros, la militancia del obrero es la única que, aunque sea dentro de mil años, garantizará el triunfo de la clase trabajadora. Lo contrario es sustituir el obrero-votante en lugar del obrero-actuante. Con este sistema de los Comités de Empresa el obrero no tiene falta de afiliarse ya que si el Comité de Empresa funciona, el trabajador se limita a votar cada cuatro años, y, si no funciona, la afiliación pierde prestigio para el propio obrero, O sea, que, en nuestra opinión, en cualquiera de los dos casos los comités de empresa son fatales para el movimiento obrero y desangran el sindicalismo». En opinión de García Rúa, el sindicalismo que ellos propugnan «no es un sindicalismo de marcianos, sino más bien al contrario, el más europeo de todos. Es el sindicalismo de implantación y de secciones sindicales y éste es el único que defiende los intereses de los trabajadores. Por ello, los sindicatos se están quedando vacíos. Los denominados «mayoritarios» son, por su afiliación, gigantes con pies de barro. Tienen un gran aparato que cuesta miles de millones y para mantenerlo tienen que acudir a las subvenciones del Estado, y ya se sabe que quien paga manda. Esta desertización es la que pone en peligro el movimiento sindical».
El sindicalista destacó la coherencia de la CNT en sus planteamientos, «lo que nos permitió ser una especie de conciencia de la clase obrera» y dijo que «la transición fue una compra sistemática de puestos y de conciencias».
Dice que la CNT no se dejó comprar «ni entró en ese mercado, como lo demuestra el hecho de que hoy podemos asumir nuestros planteamientos de hace diez u once años. La UGT y CC OO no pueden, en mi opinión, decir lo mismo».
En relación con la «guerra de siglas» que desde hace diez años, tras el V Congreso, se ha planteado en el seno de la CNT, José Luis García Rúa dijo que quienes pretendieron romper la unidad del sindicato «no son nada más que fantasmas ex-cenetistas y nosotros, como denunciantes en este caso, confiamos en la independencia del Tribunal Supremo y, con base en ello, somos optimistas. De todas maneras, y así lo expresamos ya en un documento publicado en 1987, estamos abiertos a que estos compañeros que abandonaron la CNT vuelvan a la organización comprendiendo que, en determinado momento, se dejaron llevar por la tentación de participar en elecciones sindicales. Ahora hablan de negociar, ¿pero negociar qué? La postura de no participar en elecciones sindicales es una postura de principio de la organización y esto es innegociable».
En relación con el patrimonio sindical histórico, García Rúa dijo que en absoluto la CNT se muestra conforme con los 248 millones de pesetas que el Estado tiene depositados en el Banco de España a la espera de que se resuelva el litigio de las siglas. «Nosotros - García Rúa- sólo en locales valoramos nuestro patrimonio histórico en 6.000 millones de pesetas. Una vez que se ponga este dinero a nuestra disposición, tomaremos los 248 millones de pesetas, pero haciendo constar que no estamos conformes con la cuantía. En consecuencia, sólo caben dos alternativas: un litigio eterno o una negociación sensata. Por otra parte, queremos recuperar nuestro archivo histórico, que se encuentra en Salamanca, y que debe pasar a la Fundación Anselmo Lorenzo, auténtico brazo cultural de la CNT».
Por último, en relación con la anunciada ley de huelga, el sindicalista gijonés dijo que «sabido es que toda ley es restrictiva, pero la ley de huelga, mucho más aún. Es la mayor cadena que pueden poner al movimiento obrero. Si esto sigue adelante creo que hasta los sindicatos llamados mayoritarios tendrán que movilizarse contra ella».
A. Presedo
Publicado en: El Comercio, 18 de marzo de 1989.
Recogido en: Reflexiones para la acción I. Una lectura libertaria de la Transición, José Luis García Rúa. Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, Madrid, 1997.
García Rúa opina que la CNT resultaba en la transición molesta para el aparato del Estado, «porque era imposible doblegarla sin romper sus estructuras» y afirmó que seguirán siendo fieles «por principios, convencimiento y orientación instintiva» a la fórmula de no participar en las elecciones sindicales. «Los comités de empresa -dice- son el traslado del parlamento a la empresa. Para nosotros, la militancia del obrero es la única que, aunque sea dentro de mil años, garantizará el triunfo de la clase trabajadora. Lo contrario es sustituir el obrero-votante en lugar del obrero-actuante. Con este sistema de los Comités de Empresa el obrero no tiene falta de afiliarse ya que si el Comité de Empresa funciona, el trabajador se limita a votar cada cuatro años, y, si no funciona, la afiliación pierde prestigio para el propio obrero, O sea, que, en nuestra opinión, en cualquiera de los dos casos los comités de empresa son fatales para el movimiento obrero y desangran el sindicalismo». En opinión de García Rúa, el sindicalismo que ellos propugnan «no es un sindicalismo de marcianos, sino más bien al contrario, el más europeo de todos. Es el sindicalismo de implantación y de secciones sindicales y éste es el único que defiende los intereses de los trabajadores. Por ello, los sindicatos se están quedando vacíos. Los denominados «mayoritarios» son, por su afiliación, gigantes con pies de barro. Tienen un gran aparato que cuesta miles de millones y para mantenerlo tienen que acudir a las subvenciones del Estado, y ya se sabe que quien paga manda. Esta desertización es la que pone en peligro el movimiento sindical».
El sindicalista destacó la coherencia de la CNT en sus planteamientos, «lo que nos permitió ser una especie de conciencia de la clase obrera» y dijo que «la transición fue una compra sistemática de puestos y de conciencias».
Dice que la CNT no se dejó comprar «ni entró en ese mercado, como lo demuestra el hecho de que hoy podemos asumir nuestros planteamientos de hace diez u once años. La UGT y CC OO no pueden, en mi opinión, decir lo mismo».
En relación con la «guerra de siglas» que desde hace diez años, tras el V Congreso, se ha planteado en el seno de la CNT, José Luis García Rúa dijo que quienes pretendieron romper la unidad del sindicato «no son nada más que fantasmas ex-cenetistas y nosotros, como denunciantes en este caso, confiamos en la independencia del Tribunal Supremo y, con base en ello, somos optimistas. De todas maneras, y así lo expresamos ya en un documento publicado en 1987, estamos abiertos a que estos compañeros que abandonaron la CNT vuelvan a la organización comprendiendo que, en determinado momento, se dejaron llevar por la tentación de participar en elecciones sindicales. Ahora hablan de negociar, ¿pero negociar qué? La postura de no participar en elecciones sindicales es una postura de principio de la organización y esto es innegociable».
En relación con el patrimonio sindical histórico, García Rúa dijo que en absoluto la CNT se muestra conforme con los 248 millones de pesetas que el Estado tiene depositados en el Banco de España a la espera de que se resuelva el litigio de las siglas. «Nosotros - García Rúa- sólo en locales valoramos nuestro patrimonio histórico en 6.000 millones de pesetas. Una vez que se ponga este dinero a nuestra disposición, tomaremos los 248 millones de pesetas, pero haciendo constar que no estamos conformes con la cuantía. En consecuencia, sólo caben dos alternativas: un litigio eterno o una negociación sensata. Por otra parte, queremos recuperar nuestro archivo histórico, que se encuentra en Salamanca, y que debe pasar a la Fundación Anselmo Lorenzo, auténtico brazo cultural de la CNT».
Por último, en relación con la anunciada ley de huelga, el sindicalista gijonés dijo que «sabido es que toda ley es restrictiva, pero la ley de huelga, mucho más aún. Es la mayor cadena que pueden poner al movimiento obrero. Si esto sigue adelante creo que hasta los sindicatos llamados mayoritarios tendrán que movilizarse contra ella».
A. Presedo
Publicado en: El Comercio, 18 de marzo de 1989.
Recogido en: Reflexiones para la acción I. Una lectura libertaria de la Transición, José Luis García Rúa. Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, Madrid, 1997.