En todo caso, Karl Lehmann, máximo prelado de la Iglesia Católica alemana hasta mediados de febrero y cardenal de Mainz, quiso dejar claro durante la presentación del informe que el número de trabajadores forzados a cargo de la Iglesia fue sólo una fracción de los alrededor de 13 millones de personas que los nazis obligaron a que trabajaran para su régimen, y 'sus condiciones no eran tan malas' ya que no se empleó, como en otros casos, el programa de 'aniquilación a través del trabajo'.
La Iglesia Católica ya reconoció en 2000 el uso de trabajadores forzados durante el régimen de Hitler y pagó 1,5 millones de euros en compensación a los empleados extranjeros, pero el informe publicado hoy bajo el título 'Trabajo forzado y la Iglesia Católica 1939-1945' supone un análisis más exhaustivo sobre esta cuestión hasta la fecha.
'No se debería ocultar que la Iglesia Católica estuvo ciega durante demasiado tiempo ante la suerte y el sufrimiento de hombres, mujeres y niños de toda Europa que fueron trasladados a Alemania como trabajadores forzados', subrayó Lehman. Según este informe, la gran mayoría de los trabajadores -procedentes principalmente de Polonia, Ucrania y la antigua Unión Soviética- se vieron obligados a apoyar el esfuerzo bélico nazi en hospitales militares que no habrían seguido funcionando sin su trabajo.
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