viernes, 7 de junio de 2019

Perdiendo el norte


"Yo no pongo a mi ignorancia en un altar y le llamo Dios"

M. Bakunin

Los argumentos son de lo más variopintos, pero entre todos el más alarmante es el de sus supuestos vínculos con el autismo, o te  aseguran que las vacunas "contienen ADN de mono, rata y cerdo" o "Nos han elegido a los judíos para distraernos de enfermedades que traen los ilegales" como manifiesta el rabino William Handler...
 
Lo cierto es que el barrio de Brooklyn se ha convertido en el epicentro de una epidemia de sarampión que empezó el pasado otoño en el seno de la comunidad judía ultraortodoxa de Nueva York y que afecta ya a medio millar de personas.
 
Cierto es que no todos en la comunidad se oponen a las vacunas. Son una minoría, gente muy cerrada que viven aislados, pero que a pesar de ser pocos están haciendo mucho ruido.

Desde que estalló el brote de sarampión el pasado otoño, la ciudad de Nueva York tiene confirmados 498 casos en Brooklyn y Queens, en su inmensa mayoría entre miembros de la comunidad ortodoxa que se concentra en Williamsburg y Borough Park. Las autoridades no han reportado ningún fallecimiento, pero 34 personas han sido hospitalizadas y nueve han acabado en cuidados intensivos.

Hasta la fecha se han administrado 23.000 vacunas contra sarampión, paperas y rubeola, pero algunas familias siguen negándose a ir al médico, en medio de una movilización sin precedentes del colectivo antivacunas. Por eso el alcalde de la ciudad, Bill de Blasio, ordenó a mediados de abril una campaña de vacunación masiva en los distritos afectados, bajo amenaza de multas de 1.000 dólares a quienes incumplan la orden.
 
El Departamento de Salud, ya ha sancionado a 98 personas, y desde la entrada en vigor de la emergencia sanitaria, una decena de escuelas y guarderías ortodoxas han sido clausuradas por no demostrar a los inspectores que todos sus alumnos están vacunados, la última una yeshiva de Queens cerrada esta semana.

Una estricta ordenanza municipal que sentó como un jarro de agua fría en la comunidad.


"Nos han elegido a los judíos para distraernos de enfermedades que traen los ilegales" 

Lamentablemente no todos piensan lo mismo. "Los padres no quieren jugar a la ruleta rusa con sus hijos", según el rabino William Handler, una de las voces más polémicas contra las vacunas y que la semana pasada insinuó que la campaña por parte de las autoridades es una cortina de humo para esconder otros problemas: "nos han elegido otra vez a los judíos para distraernos de otras enfermedades virulentas que están trayendo los ilegales".

Los argumentos son de lo más variopintos, pero entre todos el más alarmante es el de sus supuestos vínculos con el autismo. Así aparece en una suerte de Manual para padres sobre la seguridad de las vacunas que circula hace meses entre las familias ultraortodoxas de Williamsburg, difundido por un grupo llamado PEACH, en el que, entre otras cosas, aseguran que las vacunas "contienen ADN de mono, rata y cerdo".
 
Por otro lado, la congregación Ateres Shloime, el rabino Mordechai Twerski se dedica a alzar la voz para contrarrestar la campaña antivacunas... Menos mal.