Uno de los locales más populares en Sevilla fue destruido en el verano de 1931 por orden del Gobierno republicano burgués
Fue borrada del mapa. Sin más. Una de las tabernas anarquistas más conocidas de la ciudad de Sevilla durante la Segunda República, fue destrozada con granadas en la conocida 'Semana sangrienta' del verano de 1931. La derecha monárquica quería desmontar la imagen del nuevo Gobierno. Crearían un bulo. La prensa hablaba de fuertes altercados y violencia callejera. De una veintena de muertos en siete días. Y el Gobierno republicano en Madrid actuaría en consecuencia.
Para sofocar las revueltas anarquistas y comunistas, se cañonea Casa Cornelio ante las fervientes reuniones de militantes. Noventa años después de los hechos, la familia Cornelio nunca fue indemnizada a pesar de la farsa. Su bisnieto, Antonio Ochoa, relata cómo el Gobierno nunca dio explicación a lo sucedido. "Fueron a Madrid a reclamar y volvieron con lo puesto", cuenta Ochoa.
Ruiz Trillo, máxima autoridad militar en la ciudad, llevaría personalmente la destrucción de Casa Cornelio, en cuyo solar se levantaría durante la posguerra la actual basílica de la Macarena, con el general genocida Queipo de Llano enterrado a sus pies. El historiador Francisco Espinosa señala que todo fue consecuencia de "la derecha más reaccionaria que pasó a controlar el Gobierno Civil en un proceso que comenzó con la ocupación militar de la ciudad y culminó con varios episodios" como la aplicación de la 'ley de fugas' a cuatro presos en el Parque de María Luisa de Sevilla y la destrucción de 'Casa Cornelio'.
Un lugar mágico
Antonio Ochoa subraya como testimonio vivo de la familia cómo aquel tabernero legó a sus hijos Ramón y Francisco Mazón un lugar único en la ciudad. Sin embargo, lamenta como solo uno de ellos logró escapar de la represión de la guerra que no tardaría en llegar. Ramón Mazón, hijo mayor de Cornelio, escapó de la barbarie y murió a los 80 años. Francisco Mazón corrió peor suerte. "Mi tío abuelo fue fusilado a los 40 años en septiembre de 1936. Fue a preguntar por un empleado de la taberna al Gobierno Civil y, como propietario de aquel lugar señalado, salió tres meses después para ir al paredón".
Ramón y Francisco Mazón regentaban este bar desde la muerte de Cornelio, sin saber las desgracias que llegarían tarde o temprano. "En aquella taberna se reunían tradicionalmente comunistas, socialistas, anarquistas y muchos colectivos de izquierda con personajes históricos como José Díaz, además de los hermanos de la Macarena de la parroquia de San Gil". Lejos de conspiraciones políticas, aquella Sevilla republicana estaba sacudida por una fuerte ola de conflictos laborales que se sucedían día tras día. Crecía el desempleo por el cierre de empresas que coincidieron en el tiempo con el inicio de aquella Segunda República.
José María García Márquez, historiador experto en la Guerra Civil y la posguerra en Sevilla, habla de la "semana sangrienta" o "semana roja" del verano del 31. En su libro, editado por editorial Aconcagua, La Semana sangrienta de julio de 1931 en Sevilla habla de la gestación de un golpe, que tardó cinco largos años en dinamitar en Guerra Civil.
"Entre la historia y la manipulación", como reza el subtítulo del libro, se sucedieron con una serie de altercados muy graves. El primero de ellos fue el asesinato de cuatro detenidos en el parque de María Luisa por 'la ley de fugas' donde participaría un personaje sobradamente conocido en Sevilla, el general Manuel Díaz Criado. Este militar se convertiría años más tarde "en el brazo ejecutor de la política represiva de Queipo de Llano después del golpe de julio de 1936", apunta García Márquez.
Otra de los grandes consecuencias de aquellos días fue la destrucción de la Casa Cornelio, cuyas supuestas conspiraciones de reuniones fueron "desmontadas por los sindicalistas". García Márquez sentencia que a los obreros "nunca se les habría ocurrido hacer reuniones en un bar a veinte metros del cuartel de la Guardia Civil, siempre lleno de confidentes y soplones y con guardias en la puerta".
Aquella imagen de inestabilidad hacía daño. Y el Gobierno quiso sofocar una "revuelta" que sabía de dónde procedía. Largo Caballero pediría al ministro de Gobernación, Manuel Maura, una solución rápida al problema. Ochoa Castrillo afirma que "aquel Consejo de Ministros del 21 de julio aprobaría por unanimidad dar un golpe de efecto con la demolición de una casa que tacharon de refugio de anarquistas".
Pero, ¿quién estaba detrás del complot? Había una intención de trastocar aquella República. Márquez subraya cómo la taberna de Cornelio fue tachada de "antro comunista y anarquista". Ruiz Trillo fue apodado con sorna "el general Cornelio que tenía en mente destrozar todo foco izquierdista de la ciudad", subraya el historiador. Además afirma cómo aquel general que pasó a la reserva en 1935, "tendría tiempo de escribirle a Franco en febrero de 1939 para decirle cuánto lamentaba no haber acompañado al general en los días del golpe".
La odisea de la familia Castrillo
La abuela María, tal y como la recuerda Antonio Ochoa, tuvo que recoger en menos de una hora los enseres que tenían en la taberna cuando recibieron el aviso de bombardeo. El bisnieto de Cornelio relata que fue "el gobernador militar quien dio solo unos minutos a pesar de que era el hogar de una familia". Francisco Mazón, que se encontraba al frente del negocio junto a su hermano Ramón, estuvo detenido días antes del bombardeo. "Mi tío llevaba encarcelado casi ocho días. Fue mi abuela la que recogió lo que pudo a toda prisa con mi otro tío. Y, tras dinamitarlo, volvieron bajo los escombros a recuperar lo poco que pudieron".
Los propietarios de Casa Cornelio no hablarían más de aquel lugar, tras la represalia del Gobierno republicano. Antonio Ochoa afirma que su familia "tan solo quería continuar con su vida y alquilaron la casa colindante regentando hasta los años cuarenta el popular bar Plata, que todavía se encuentra en la misma calle". Además añade que "Ramón y Francisco marcharon a Madrid meses más tarde para intentar pedir una reclamación formal por aquella propiedad. Les dijeron que era imposible solicitar nada para no remover el asunto".
La prensa de la época hablaría sin descanso de los hechos acaecidos aquella tarde del 23 de julio de 1931: "A las cuatro de la tarde quedó cortada la circulación en los alrededores de la Macarena, situándose la calle fuerzas de la Guardia Civil y de caballería del Ejército, y a las cinco y veinticinco se disparó el primer cañonazo contra la casa de Cornelio".
No fueron pocos los impactos de obuses que cayeron sobre el edificio. Casi una veintena. Las fotos aparecían en portada de los periódicos, devastado por las ruinas. "A las seis y cuatro se restableció la circulación. La casa destruida estaba desalojada". Nacía así una estremecedora la leyenda de una taberna que fue testigo de aquella República que tardaría cinco largos años en desaparecer.
Fuente: "Público"