Walmart es la empresa más grande del mundo y lo ha sido por más de
una década, superando a petroleras y bancos en la cima del poder
económico mundial. Tiene casi el doble de ventas globales que su
competidor más cercano, la cadena Carrefour.
En 2009, el negocio de ventas de alimentos y abarrotes superó por
primera vez al poderoso mercado global de la energía, pasando a ser el
mercado más grande del mundo que cautiva a toda la población
global que no produce alimentos, porque nadie puede vivir sin comer. La
competencia por controlar ese inmenso mercado es feroz y no
conoce escrúpulos.
Desde su actual posición, Walmart controla y ejerce una influencia
brutal sobre grandes sectores de la producción, el consumo y la
política. Practica una notoria política antisindical, que comenzó desde
que su fundador Sam Walton anunció que la base de su negocio sería pagar
salarios bajos y no pagar beneficios laborales. Siendo el empleador
privado más grande de Estados Unidos y México, Walmart logró bajar
significativamente los salarios medios de toda la industria. Más de 60
por ciento de sus trabajadores en Estados Unidos no tiene cobertura
médica y la cifra es mayor en países latinos.
En pocas décadas ha acumulado un historial impresionante de demandas
que van desde no permitir la sindicalización de empleados a muchas otras
razones cubriendo casi todo el espectro imaginable de violaciones
laborales: despidos injustificados, discriminación de discapacitados y
de género, trabajo infantil, falta de cobertura de salud, no pago de
tiempo extra, empleo de trabajadores indocumentados, agresión contra
vendedores fuera de sus locales y otras. En Estados Unidos ha sido
objeto de 40 “acciones de clase” en diversos Estados, principalmente por
discriminación de género, implicando a millones de mujeres. En México
tiene el primer lugar en demandas laborales en el Distrito Federal.
Walmart de México (Walmart, Sam’s Club, Bodegas Aurrera, Superama,
Suburbia, Vips, El Portón y Ragazzi) controla más de la mitad del
mercado de ventas minoristas en el país, superando a todas las otras
cadenas juntas. Tiene una agresiva política para eliminar competidores
en ciudades y poblaciones más pequeñas, donde se establece muchas veces
contra las protestas de la comunidad. Comienza ofreciendo precios más
bajos y cuando los comercios locales desaparecen, los aumenta incluso
considerablemente por arriba de nivel medio. Según Walmart Watch,
organización de afectados por el gigante en Estados Unidos, por cada dos
empleos que genera en una comunidad, se pierden tres.
La entrada del gigante a los contratos agrícolas con pequeños
productores significó la ruina de muchos campesinos de Centroamérica,
que seducidos por la supuesta “oportunidad”, quebraron en poco tiempo
debido a las demandas de uniformidad, cantidad, plazos, empaques y el
control impuesto de certificadoras internacionales, quedando con grandes
deudas por las inversiones que realizaron para poder entrar al juego.
Los precios bajos de Walmart se deben también a la utilización
sistemática de maquiladoras en condiciones de extrema explotación. Una
trabajadora de una maquila en Bangladesh tiene un horario "normal" de 8 de la mañana a 3 de la madrugada,
para sobrevivir con el nivel de pagos que fijaba Walmart. El gerente de
esa maquila se quejó de que “aún debían mejorar, porque Walmart
conseguía mejores resultados en China”. En efecto, ahora 80 por ciento
de los productos de Walmart son producidos en China, en pésimas
condiciones laborales, a costa de la calidad y en varios casos
demostrados, usando productos tóxicos por ser más baratos. De todas las
exportaciones chinas, 12 por ciento van a los anaqueles de Walmart.
Walmart es un caso extremo de impactos contra trabajadores,
consumidores, comunidades salud y ambiente, pero no es una excepción, es
la norma del sistema industrial globalizado, particularmente en
alimentos. Al otro extremo de esa misma cadena, con un historial de
abusos semejante, están Monsanto, Syngenta y otras. Por fortuna, la
mayoría de los alimentos son producidos fuera de esas cadenas por
campesinos, pastores, pescadores artesanales y huertas urbanas. Apoyar
esa producción y consumir productos locales y sin químicos es
fundamental para minar a estos gigantes que quieren controlar nuestra
comida, nuestra salud, nuestros trabajos, nuestras comunidades, nuestra
vida.